33. (IN)OPORTUNAS

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Nochebuena se aproxima rauda, y eso es algo que se nota en la locura de las calles

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Nochebuena se aproxima rauda, y eso es algo que se nota en la locura de las calles. El tráfico en Miami está peor que nunca, se oyen gritos e insultos por todas las esquinas. Las tiendas están abarrotadas de gente y casi sin stock de muchos productos, en especial de aquellos que más se buscan en estas fechas: tecnología, juguetes de moda, consolas de última generación y, lamentablemente, comida.

Como preveíamos que algo así podría ocurrir, Myre rentó un coche y condujimos por casi tres horas hasta la zona de Charlie Creek, que es bastante más rural que el área en el que vive. Ella se estuvo tras el volante durante el trayecto de ida y a mí me tocará encargarme del regreso. La mayor parte del viaje se realiza por carreteras de alta velocidad, numerosos carriles y salidas mal señalizadas que me aterran.

Aparcamos en el primer espacio libre que vemos y descendemos del vehículo con lentitud. Tenemos las piernas entumecidas. El calor del exterior contrasta sobremanera con el aire acondicionado que nos acompañó a lo largo del trayecto.

Aquí también hay mucha gente, pero se nota una clara diferencia en comparación con el exceso de ansiedad de la gran ciudad.

Tomamos un carrito de compras que tiene alguna rueda torcida y que se desliza un tanto hacia la derecha cuando quieres llevarlo recto. Es el único que vemos libre, así que nos conformamos.

A paso lento, nos sumergimos en la tienda. Es enorme, esto tomará, como mínimo, una hora. Mi estómago ruge porque ni siquiera hemos desayunado, pero no quiero decir nada porque si Myre no tiene hambre, entonces yo tampoco debería.

"Es bueno para mí comer menos", pienso. "Quizá pueda ir por un café en el camino de regreso".

Recorremos las góndolas del supermercado una y otra vez, indecisas. No hemos planeado qué prepararemos durante la cena todavía porque sabemos que el menú va a depender de lo que podamos hallar disponible y en suficiente cantidad como para cinco o seis personas. He guardado doce recetas que me interesaron como opciones. Ojalá podamos usar alguna.

—¡No queda ni un solo pollo! —Se queja Myre, frustrada, frente al refrigerador vacío—. ¡Nada! Ni pechuga, ni alitas, ni nuggets para niños en forma de dinosaurio. ¡Nada!

—Quizá podamos conseguir cerdo. Mis padres suelen preferirlo en estas fiestas.

—Eso es aburrido, yo quería que prepararas esa receta que me mostraste en la mañana. —Hace un mohín—. La de brocoli con pollo al limón picante. Se veía muy buena... y seguro que a todos les iba a gustar.

—Puedo cocinar eso para nosotras otra noche. —Me encojo de hombros—. ¿Hay algo en particular que tus conocidos no coman? Así lo descarto.

—A Crest le da asco el pescado, ni idea por qué —enumera ella y toma una bolsa de harina que arroja al carrito de compras—. Joe es alérgico a... ¿qué era? Creo que a las nueces. Los demás comen todo; el único que siempre fue un quejicas es Enzo. Odia el tomate, el brócoli, las zanahorias, el huevo, las cebollas... —enumera—. Menos mal que ya no lo volveré a ver. Cocinar para él es un dolor en el culo.

★ (IN)HOOMAN  ★  [BILOGÍA COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora