Capítulo 30.- Los problemas sólo empiezan

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Evelyn Sheir

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Evelyn Sheir

Espero en el pasillo caminando de lado a lado esperando mi turno de hablar, Mar se encuentra en la enfermería mientras que yo debo esperar en este maldito pasillo para contarle mi versión al director por segunda vez en tres días, es acojonante.

Llamé a mi padre hace algunos minutos explicándole todo lo que había sucedido, desde el beso entre Mar e Ingrid hasta lo que acababa de suceder hace no más de veinte minutos, él solamente sabía que me habían expulsado por haber saltado en una pelea, a lo que le digo que aún no me sentía a gusto de contarle el por qué y, aunque no lo entendiera del todo, aceptó.

Y pensé que me reñiría, siempre me había dicho que si en algún punto me expulsaban o le llamaban por estar en problemas me daría una muy buena charla, no le gustan las peleas ni los gritos y no aguantaría que yo estuviera metida en ellos.

Sorprendentemente, me escuchó y me apoyó, aclarándome que era normal que terminara saltando, que, aunque él no hubiera llegado a los golpes, sabía de esa impotencia y que enseguida vendría para hablar él mismo con el director.

Sinceramente eso me importa lo de menos, solo quiero saber cómo se encuentra Mar, mi océano, la chica que me contó hasta el mínimo detalle de todo para que no lo malentendiera (aunque no le pidiera explicaciones de nada), la que para protegerme tuvo que obligarse a "amar" a alguien, la que me demuestra que estará para mí en mis peores momentos, como aquella noche en su habitación. Qué coño, cada segundo lo ha demostrado.

La chica de la que estoy tan jodidamente enamorada hasta el punto de perder la cabeza por y para ella. Porque es como dicen:

Es muy fácil morir por algo o alguien, pero cuando te enamoras ya no solo morirías, sino que vivirías por tal de compartirla con esa persona que te hace sentir vivo y especial.

Y quien mejor que mi estrella más brillante para que caliente mis días e ilumine mis noches como ninguna otra puede hacer.

Los segundos parecen minutos, los minutos a su vez parecen horas y las horas, días. Bueno, no tan exagerado, pero estoy cansada de esperar. Mientras miro por centésima vez el reloj escucho de fondo unas voces acercándose, reconociendo claramente quienes son.

–Señor, no puede pasar sin cita previa.

–Dejen de copiarse de Hacienda y dejen que vea a mi hija.

Oh, papá, tan típico de ti.

Me levanto de la silla y me dirijo a Carmen, la secretaria del instituto.

–Está bien, Carmen, igualmente el director tiene que hablar también conmigo, no le causaremos problemas, por favor.

Nos mira un momento antes de suspirar y asentir, al menos algo que ha salido bien.

–Está bien, pero por favor, no hagan mucho ruido.

–Está bien, no se preocupe –se va a sentar mi padre mientras le resta importancia, al igual que iba a hacer yo cuando me toma del brazo y me habla con voz suave.

Anónima ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora