Capítulo 31.- Tranquilizarse

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No sé cuánto rato ha pasado desde que estoy esperando aquí y, sinceramente, tampoco quiero volver a mirar el teléfono para comprobarlo

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No sé cuánto rato ha pasado desde que estoy esperando aquí y, sinceramente, tampoco quiero volver a mirar el teléfono para comprobarlo. Mi cabeza da vueltas, mi garganta se comprime y mi cuerpo tiembla, sin embargo, no puedo reaccionar a nada.

Estoy en shock, y aunque quiero gritar, quiero llorar, quiero dejar salir todo; ni yo misma puedo reaccionar ante todo este caos que se puede llamar vida, o mejor dicho "mala época". Una que creí haber dejado atrás al vivir con mi padre.

Pero solo parece que esto es el inicio.

Vuelvo a leer los mensajes que hace una hora me mandó mi madre, causante de que mi estado emocional dependa de un hilo que no creía tener, sin creerme cada palabra de sus mensajes que solo podía resumir a esto:

"No sirves para nada", "Me he enterado de lo de esa chica, mucho te ha aguantado", "Te lo mereces".

Sé que debería pasar de eso, que sus mensajes no me afecten y más después de muchos otros que he recibido, pero me he acostumbrado tanto a esta paz que tanto soñé toda mi vida, me he acostumbrado a ser tratada bien sin malos tratos que ahora...

Ahora soy tan vulnerable, que incluso los propios cristales serían muros comparados con mi corazón.

Pero no acabando con ello, hay un mensaje que me remata aún más, uno que no he querido leer y ahora me termina de destrozar.

"Voy a por ti".

No, no quiero verla. ¿Para qué viene? No quiero que venga, no, ni hablar. ¿Para destrozarme? ¿Para rematarme? No, de ninguna manera. Yo no... No puedo...

–¿Evelyn? –me asusto por un momento, mirando directamente y relajándome un poco al ver que solamente es Mar, notando como si mi corazón vaya a salirse de mi pecho en cualquier momento.

Noto su preocupada mirada y sin dejar que me pregunte solo me levanto, la tomo de la mano hasta llevarla a los baños y, al segundo de cerrar la puerta, la abrazo con fuerza, sin poder más. Mis lágrimas salen, mi rabia y dolor las acompañan por cada gota, por cada suspiro tembloroso, por cada desahogo.

Mis piernas empiezan a temblar a tal punto que tengo que apoyarme en ella o me caería, me siento tan mal, no puedo ocultarlo más, no puedo ser fuerte como siempre fui, no puedo sentirme bien o tener algo de cordura para pensar en qué hacer, no puedo ser nada.

Y cuando sientes que ni siquiera eres tú mismo, ahí estás derrotado sin posibilidad de resurgir. O eso tú mismo te haces pensar.

Ella me devuelve el abrazo, sintiéndome tan a gusto, sintiéndome a salvo, como si nada ni nadie me pudiera dañar una vez estuviera aquí, con ella, en sus calurosos brazos. Y aunque se acerque el verano, empiece a hacer calor, prefiero asarme antes de separarme.

Lloro y lloro mientras ella besa mi cabeza, acaricia mi espalda de abajo a arriba hasta llegar a mi nuca y vuelve a bajar. Lo hace tan bien que poco a poco mis desahogos pasan a ser suaves suspiros y jadeos con dificultad por los mocos en mi nariz.

Anónima ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora