Capitulo 1: Fue creciendo.

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Ella caminaba entre la gente común del mercado, sin vestimenta de Sultana, pero si acompañada de algunas criadas y dos guardias, que estaban igualmente disfrazado. En esos años, lejos del palacio de Estambul, habia agarrado cierto gusto por el anonimato. Porque si bien era reconocida como la madre del gran príncipe heredero Mustafá, también lo era como la mujer débil e inservible, que fue olvidada por el gran Sultán de los siete mares. Siempre habia intentado permanecer fuerte, y firme en su carácter, para nunca demostrar a las malas lenguas, que sus palabras si eran capaces de herirla. Pero ese nunca fue su fuerte, era débil, era sensible, y cada palabra horrible, dirigida a ella, la hería demasiado, al punto de intentar sangrar en secreto, incluso frente a su hijo. 

Entendía que el futuro de su amado príncipe, dependía enteramente de ella, la madre sultana habia muerto hace solos unos años, la sultana Hatice tenia su vida, en su palacio, junto a su esposo, y si bien sabia que ella la apoyaba, eso no era suficiente. El único que por el momento era capaz de brindar un apoyo mas grande a su hijo, era Ibrahim Pasha. En esos años intento reforzar los consejos, o mejor dicho regaños dados por la madre sultana, no ser débil, no mostrar sus problemas a su hijo, ser tan fuerte y calmada como la situación lo demandara. Pero por sobre todo permanecer inteligente. Porque a diferencia de Hurrem, ella no contaba con el amor inquebrantable e incondicional del sultán, ella ya sabia que sin importar lo que Hurrem hiciera, sin importar el monstruo que fuera, el sultán nunca jamás dejaría de amarla, apoyarla y protegerla. Ella no contaba con el amor del sultan, y en su opinión mas calmada, lo mas probable, es que nunca hubiera contado verdaderamente con el. Hurrem usaba ese amor, como escudo y espada, además de su inteligencia. Ella por el contrario, tendría que valerse solo de su inteligencia y fuerza para lograr que su hijo llegara al trono. Solo entonces podría vivir tranquila, sin temor a que su hijo acabara muerto.

En las ultimas cinco noches, pudo notar a su hijo muy extraño, muy serio, pensativo, distante, como si algo lo molestara. Sin embargo prefería no meterse en el asunto, y respetar la decisión de su hijo, de contarle o no, eventualmente lo sabría. Sus días en Manisa eran tan pacíficos, como lo fueron en su juventud, cuando vivía allí con Suleiman, y aun creía tener su amor. Durante el día se dedicaba al bordado, y la lectura, pasear por los jardines, conversar con su hijo, o incluso escuchar dudas que tenia con respecto al gobierno de su provincia, también a solucionar problemas de harem. Por la noche se hundía en tristeza, sin decírselo a nadie, las lagrimas llenaban su cuerpo, aposento, y balcón, porque aun cuando ya no quisiera admitirlo. Extrañaba sus noches de pasión y amor con el sultán. Ella se encontraba hundida en la soledad, condenada a esperar un amor y atención que nunca recibiría. Mientras Hurrem gozaba de su gloriosos amor, con el hombre que una vez fue suyo. Suleiman podía tener tantas mujeres como quisiera, desde Hurrem, hasta la ultima criada del harem, sin ser juzgado. Ella no quería miles de hombres, ni siquiera a los mas hermosos del mundo, solo quería a uno. 

Un hombre que le devolviera la vida y juventud perdida en esos años de amarga soledad y abandono. Un hombre que le diera lo que Suleiman nunca le dio, un amor sincero, incapaz de compartirlo con alguien mas. Acostada en su cama, se preguntaba si por el resto de sus días, ella viviría así, sola, fría, abandonada y olvidada. Luego se auto respondía, claramente ese seria su futuro, pues ningún hombre se atrevería a tocarla, a desearla o amarla, por temor a perder su cabeza. Y claro, ella tampoco podía permitírselo, porque no solo podía perder su vida en el intento desesperado de volver a amar, sino también traer problemas a su único hijo, y eso, nunca podría perdonárselo. 

Mientras paseaba por el mercado se encontraba maravillada por las hermosas sedas que habían llegado desde el gran Egipto. Sin duda eran telas majestuosas, increíblemente suaves al tacto, pero no podía decidirse por un color. Porque no creía que alguno le quedara realmente bien, el rojo, el magnolia, turquesa, incluso el verde...Absolutamente todos los colores, combinaban y engrandecían la belleza de Hurrem, por ese maravilloso cabello rojo. Ella no era capaz de deslumbrar del mismo modo que ella, y en definitiva, esos colores no resaltaban del mismo modo. Porque su cabello castaño, no era ni la mitad de hermoso, que el de esa mujer. Desde que ella le habia robado la atención del sultán, Mahidevran comenzó a sentirse menos en belleza, ya no se sentía segura de ella en lo mas mínimo, pero eso era algo que tampoco diría. Finalmente se decidió por el color verde. Una vez recogido todo lo del mercado, comenzaron a caminar de regreso al palacio, tendiendo que a travesar un extenso camino, rodeado de arboles, y soledad. 

Manisa tierra de amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora