Capitulo 28: Parte de la dinastía.

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Los días en palacio eran tan hermosos en compañía del otro, así como asfixiantes. Muchas reuniones, consejos, decisiones. Muchas miradas sobre su belleza, miradas llenas de envidia por ser la única dueña del Sultán del mundo. El ambiente del palacio era tenso, pesado, solo dejaba de sentirse así, cuando se cruzaban en medio de pasillos. Cuando se reunían por las noches, cuando disfrutaban de desayunos en la mañana. Cuando tenían aunque sea unos minutos de hablar y pasear por el jardín. Aún así ambos estaban de acuerdo, en que de vez en cuando necesitaban salir de allí.
Por esa razón Mehmed decidió invitar a la Sultana a ir en secreto al mercado de la capital, algo que la entusiasmo mucho.

Irían por dos simples razones, para poder tener un tiempo relajante entre ellos, y también para poder saber lo que el pueblo pensaba sobre el nuevo gobierno del nuevo Sultán. Dejando sus joyas de lado, con simples telas algo rasposas, y sin colores brillantes como los que acostumbraban vestir, con capas de tonos opacos y oscuros, lograron pasar desapercibidos entre la gente común del pueblo, aunque claro, llevaban consigo a un grupo de cinco guardias del mismo modo, ocultos entre ellos.

El aire refrescante del mercado, las risas de niños merodeando, las arduas negociaciones por los productos, era sin duda algo que gustaba mucho a ambos. Se permitieron tomarse de la mano, algo no muy bien visto en público, pero aceptable al final y al cabo. Mientras la Sultana se maravillaba con las nuevas escencias y perfumes traídos del extranjero, Mehmed aprovecho para hablar con el mercader, quien parecía ser un hombre decente y agradable.

— ¿Cuáles son las mejores escencias que puede mostrarnos?— pregunto.

— Las mejores son estás, traídas de Egipto. Estoy seguro que a su esposa le encantarán, puede olerlas si gusta— aconsejo.

— Muchas gracias señor— dijo la Sultana, sonriente de manera involuntaria, por el comentario que hiso el señor, sobre ella ser la esposa de Mehmed. Se deleitó con un delicioso perfume con olor a rosas, tan dulce. Mehmed pudo olerlo y quedó igual de maravillado.

— Queremos este señor, ¿Verdad?— le pregunto.

— Si, este es maravilloso— respondió la Sultana.

— Perfecta elección, pero es muy costoso, ¿Está bien?— pregunto algo dudoso.

— El dinero no es problema, mi esposa merece solo lo mejor— respondio sonriendo.

— Muy bien, que afortunada es señora, su esposo parece estar encantado con usted. Y como no, con todo respeto y sin querer ofender, usted es como una Sultana tan hermosa y magnífica. Usted también es muy afortunado señor, su esposa es muy joven y simplemente preciosa—  Mahidevran solo sonrió, le daba mucha gracia como seguían viéndola como una jovencita cuando ya no lo era.

— Mi buen señor, dijo que parezco una Sultana, ¿Usted a visto alguna?— pregunto.

— No nunca, es casi imposible ver a una Sultana. Pero todos dicen que las Sultanas son las mujeres más hermosas y magníficas del mundo, usted perfectamente podría ser una Sultana. Sino estuviera prohibido, usted señor debería ocultar a su esposa para que el Sultán nunca la viera y se enamorara de ella, por suerte el Sultán no podría tomar a una mujer libre nunca.

— Claro que no, el Sultán sabe que eso está prohibido. Hablando del Sultán, ¿Cómo va su negocio, la ascensión del Sultán ha sido buena? He estado fuera por un tiempo y no sé cómo es el gobierno del nuevo Sultán Mehmed.

— Pues, apesar de que su ascención ocurrio muy deprisa, y del modo en que ocurrió, lo cierto es que por el momento las cosas van bien, los impuestos están bien, las leyes se hacen cumplir, y las obras de caridad para los más desafortunados no faltan. Ojalá el imperio se mantenga así por mucho tiempo— explico sonriente. Aquel comentario motivo a Mehmed y Mahidevran, precisamente eso querían lograr que el gobierno del imperio fuera mejor que cualquier otro y que el nombre de Mehmed fuera muy mencionado en las siguientes generaciones.

Manisa tierra de amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora