Esa mañana fue la más difícil que debieron enfrentar en sus vidas, luego de haber conectado sus cuerpos y almas, debían regresar a la realidad. Con lastima y reviviendo en su memoria lo vivido, rápidamente se vistieron, antes que la Sultana Mariam despertará al igual que los guardias. Mahidevran solo suspiro, pensando que sin importar si no volvían a verse, ella era su esposa y habían tenido una noche tan hermosa como inolvidable.
Mehmed intentaba controlar sus deseos de subir a su esposa a su caballo y partir cuánto antes a Edirne. Pero si hacia eso, la arruinaría. Y pondría en peligro, no sabía si se sentía capaz de hablar o siquiera mirarla una vez más, tenía mucho miedo de perder el control y cumplir con sus deseos de llevarla con él. Sin embargo no lo hiso, una vez más se permitió encantar en esos ojos verdes, una vez más estrecho su hermoso cuerpo, disfruto su aroma a jazmín, probó esos dulces labios mientras gritaba su corazón.
— Lo amo tanto mi príncipe, tanto, que ya no soy capaz de vivir sin usted, pero eso no importa. Estoy feliz de ser su esposa — susurro reteniendo sus ganas de llorar. Mehmed aún así pudo ver sus lágrimas acumuladas, fascinado no creía que aún triste pudiera verse tan hermosa. Acaricio su rostro una vez más. Por su vida lo juraba, el volvería por ella.
— No importa lo que pase, hasta que el mundo acabe, y la tierra se abra, hasta que el cielo caiga y la vida termine, siempre estaremos juntos, aún en el más haya, mi alma acompañara la tuya. Tu eres mi esposa, eres mía y yo soy tuyo, nunca lo olvides mi hermosa Sultana, yo volveré lo prometo. No me olvides por favor — rogó en un susurro. Conmovida por sus palabras y promesas lo abrazo con todas sus fuerzas queriendo disfrutar por siempre tenerlo cerca.
— Nunca lo haré mi principe, nunca. Usted tampoco me olvidé —
— Ni siquiera la muerte podría lograr eso— respondio.
El palacio volvió a la vida, los sirvientes y criadas con sus labores las Sultanas arreglándose para la despedida del principe. Los pequeños hijos de Hurrem tristes también estaban abajo para despedirse. Rápidamente Gulfem ayudo a la sultana a cambiarse y fingir que nada había ocurrido. Se esforzó en lucir aún más hermosa que de costumbre, quería que el principe siempre la recordara, como la esposa más hermosa que tendría en toda su vida, aún si la tristeza la acompañaba.
Mehmed sin decir mucho solo se despidió de todos, solo lamentaba en el alma separarse de ella. Quizá pasar la noche juntos había resultado ser un error, esa noche juntos termino por unirlos en todos los sentidos, eso provocó que la separación se sintiera como una daga en el corazón. Observo a su esposa tan hermosa como nunca, pensó en lo afortunado que era por tenerla, pero que desdichado era por perderla. Pasaría tiempo hasta que volvieran a verse, pero ese era el menor problema de todos.
Manisa sufrió una invasión por parte de súbditos rebeldes, que no solo saquearon los mercados y casas de los civiles, sino también había intentado saquear el palacio de Manisa, nadie sabía quiénes eran esas personas, de dónde habían salido, que buscaban con tanta violencia. Pero las malas lenguas susurraban que eran otomanos que se oponían a que el principe Mustafá continuará gobernando Manisa. Porque no hacía un buen trabajo, y los impuestos a pagar eran tan ridículos como descarados, aún si eran rumores, el principe tuvo que ir inmediatamente a su provincia a poner orden y brindar seguridad. La Sultana quiso acompañar a su hijo, temiendo dejarlo solo, pero él no lo permitió. Asegurando que podía correr peligro. Pidió entonces que permaneciera en el palacio de Topkapi. Aún cuánto ya no soportaba estar allí por el mal trato que recibía por parte de Mariam que podía destruirla en cualquier momento, no quiso ser una carga para su hijo. Y acepto.
Dos meses habían pasado desde que Mustafa había partido a Manisa. Y en ese tiempo muchas cosas habían pasado. En un principio la Sultana pasaba sus días como cuando estaban en campaña, sin relacionarse con otras personas que no fueron Gulfem y los pequeños príncipes, Selim y Cihanger. Ya que Bayaceto no quería acercarse a ella, y ella tampoco quería incomodarlo. Ese acercamiento con sus hijos molesto a Hurrem, y a Mariam. Pero no pudieron evitarlo porque Suleiman lo permitió. Se dió cuenta lo mucho que disfrutaba pasar tiempo con esos niños. Pudo conocerlos a fondo, presintiendo a futuro como serían al crecer. Selim era un niño muy bueno con los poemas y lectura, era un niño que admiraba el arte. Y sin duda el arte de la guerra no era su fuerte, ni interés, pero no sé permitía admitirlo abiertamente, porque siendo un principe, aquello resultaba siendo una vergüenza, algo que termino por confesar a la sultana durante un paseo por el jardín.
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Manisa tierra de amor prohibido
Tarihi KurguResignada a ser recordada por siempre como la mujer despreciada por el sultán, Mahidevran acepta su destino de soledad en Manisa, la provincia donde su hijo Mustafá gobierna por orden del sultán. Esperando el día, en que su querido hijo sea coronado...