Y todo iniciaba de nuevo, el ciclo se repetía. El bebé nacía, La sultana regresaba de aquella casi muerte, aunque parte de ella ya estaba muerta. No podía con el dolor, era demasiado cruel, profundo y asesino. Si hijo murió y ella no hiso nada para protegerlo, de haberlo sabido con tiempo, habría sido capaz de matar a Suleiman con sus propias manos, aún si moría, con tal de evitar que ese maldito diera la orden de matar a su Mustafá. Pero ya era tarde, ella no lo supo. Su hijo nunca se hubiera revelado contra su padre, le faltaba maldad, le sobraba ingenuidad, y pensaba que algún día su padre volvería a amarlo como antes, pero no fue así. En vez de amor, lo mató.
Mahidevran estaba en un tiempo de Shock, no reaccionaba con nada, ni con Gulfem mostrándole el bebé, ni a la partera diciéndole de milagro que se había salvado, miraba a la nada, pensaba en la nada, ella en un abrir y cerrar de ojos, con la sangre de su hijo, se había vuelto la nada. Ni los llantos de su bebé, ni con Gulfem colocándolo sobre ella. Ni siquiera cuando tres días después Suleiman se digno en ir a verla, y le fue su hija entregada. El no quería admitirlo pero el remordimiento le estaba afectando, en esos días la imagen de Mustafa bebé, niño, joven, había vuelto a él. Extrañaba demasiado a su hijo, no al hombre traidor que había mando a ejecutar, sino al niño inocente que fue alguna vez.
Quizá era su culpa, su remordimiento, su pena, su dolor o perdida. Pero no pudo evitar llorar de pena, y de emoción, cuando contemplo a su bebé. Aquella mirada de inocencia que irradiaba lo llevo a recordar lo feliz que fue alguna vez con su hijo. Y un amor y preferencia superior a cualquier otra nació por aquel bebé.
— Soy testigo que el único Dios es Alah, y Mahoma es su profeta, soy testigo que él único Dios es Alah y Mahoma es su profeta. Soy testigo que él único Dios es Alah y Mahoma es su profeta. Tu nombre es Neylan, tu nombre es Neylan, tu nombre es Neylan...Espero que tú destino sea amable y hermoso como tú rostro, aquí está tu padre mi hermosa hija, y nunca te dejará sola. Que Alah te bendiga y te de la absoluta felicidad hija mia— susurro a la pequeña Sultana.
Gulfem sonrió levemente al ver la gran aceptación que tuvo por su hija, pero no pudo sonreír mucho... Porque inmediatamente recordaba la muerte del principe. Suleiman pretendía ignorar que la sultana no reaccionaba con nada y estaba muerta en vida. Sin decir más se fue, no sin antes enviar obsequios, y tesoros maravillosos para su recién nacida hija, y para Mahidevran en agradecimiento.
Algo que sorprendió a Hurrem, quien pensaba que por haber dado a luz a una hija, Suleiman lo ignoraria. Pero no, parecía haber sido hechizado por esa pequeña. Aún cuando se sentía aliviada de que ya no habría nadie que pudiera amenazar la vida de sus hijos, se sentía intranquila. Su situación con Suleiman no había mejorado, Osmán continuaba vivo y a los ojos de todos era hijo de Suleiman, y eso a futuro podía ser un problema. Mariam por el contrario no se veía afectada por la muerte de su hermano, o al menos eso pretendía. El palacio se sumió en un luto de dos semanas, y las dos Sultanas fingieron sentir pena por el principe muerto. En todo ese tiempo la sultana continuo sin reaccionar, con Gulfem teniendo que empujar comida por su boca para que se alimentará y no se dejará morir. Pero hasta comer era doloroso, la comida había perdido el gusto, así como la vida. No tenía leche para dar a Neylan, una nodriza lo hacía por ella. Y todos los días Osmán tras la puerta de su habitación la golpeaba con sus pequeñas manos, intentando entrar. Pero los guardias no lo permitían, Gulfem sabía que en ese momento la sultana no estaba bien, y ver a Osmán no lo mejoraría.
— Ma, mami, mami— decía el pequeño mientras se quejaba por no verla. Mahidevran solo lloraba, intentando sanar esa herida mortal que la estaba pudriendo por dentro. Entre lágrimas y sangre, con olor a muerte, nació la Sultana Neylan, y eso lo decía todo el pueblo.
ESTÁS LEYENDO
Manisa tierra de amor prohibido
Исторические романыResignada a ser recordada por siempre como la mujer despreciada por el sultán, Mahidevran acepta su destino de soledad en Manisa, la provincia donde su hijo Mustafá gobierna por orden del sultán. Esperando el día, en que su querido hijo sea coronado...