Luego de la lluvia siempre salía el sol, y esa vez no fue diferente. Porque luego de ese momento tenso dónde se hirieron mutuamente, llegó la calma. Mehmed tomo de la mano a la Sultana, y sin que pusiera resistencia la llevo a un lugar que ella no conocía. Pero antes les dijo a las dos criadas que volvieran al palacio y dijeran que ella estaba descansando y no quería ser molestada por nadie. Así fue, como se sumergieron en el bosque fuera del mercado. Un bosque bastante común, solo si seguías las pistas, podrías llegar al lugar. Mahidevran no lo notaba, pero el principe si.
Llegaron finalmente a un lugar lleno de personas. Sentadas sobre troncos cortados o asientos precarios de madera. Todos con la vista al frente, ella observo alrededor muchos carruajes, no lujosos cómo los de una sultana, pero allí estaban, frente a ellos había una especie de plataforma de madera. Pareciera que alguien subiría allí para hacer algo que todas esas personas verían. ¿Pero que sería? ¿Bailar? Se pregunto. Entonces Mehmed le pidio que se sentara en el tronco cortado, el principe penso que la sultana se negaría por ese asiento, pero se equivocó, curiosa deseo quedarse a ver de qué trataba. Así que se quedó aún en la incomodidad. Y Mehmed se sentó a su lado.
Aquellos extranjeros entonces comenzaron, para su sorpresa no era ningún baile, sino una historia, lo que sería mostrado en esa plataforma. Mientras las personas actuaban, una niña de doce años tal vez, narraba de fondo con una dulce voz.
"Nacidas bajo las estaciones, ellas cargaron con la maldición de su belleza" Bajo esa frase inicio el relato. Mahidevran estaba maravillada con aquella historia desconocida, mágica, intrigante, y hasta triste. Incluso pudo identificarse muchas veces con las situaciones que tuvieron que enfrentar las protagonistas, desde la traición, la crueldad, la muerte de la inocencia, un amor asesinado...Y muchas otras cosas. Cuando la historia acabo, las protagonistas llegaron a un fin hundido en tragedia. Mahidevran lloro al terminar de ver esa gran historia, cuyo nombre resono al último, Las hermanas de caos. Hijas de las estaciones. La flor de la primavera, la hija del verano, la sangre del otoño, y la dama del invierno. Cuatro hermanas, ocultas por la maldición de su aspecto, con habilidades especiales. Hermanas que se amaban y se tenian las unas a las otras, hermanas separadas por la maldad y codicia de otros. Hermanas que a la fuerza bruta y con violencia tuvieron que adaptarse a las tierras que las tenían cautivas, algunas pudieron amar, otras tuvieron que resignarse y compartir sus vidas con quiénes no amaban. De diferentes maneras llegaron a la posición más alta de las tierras donde estaban cautivas, pero perdiendo su inocencia de niñas, sufriendo y oscureciendose. Finalmente por la crueldad del destino, acabaron enfrentadas las unas con las otras. Y todo termino tan triste, como en la vida misma.
Llevaba años en Manisa, y nunca antes había ido a ese lugar. Cuando el espectáculo acabo, caminaron en silencio de regreso al camino que daba al palacio.
- ¿Le gustó?- pregunto Mehmed.
- Mucho, nunca había escuchado de esa historia. Es muy linda y triste. ¿Cómo supo de ese lugar?-
- Después de vivir tantos años en la capital, no pude evitar explorar la tierra donde finalmente soy libre. Además, quería que usted también viera, algo fuera de lo común... También quería hablar, sobre... Anoche - termino por susurrar. Eso le hiso recordar a Mahidevran, el como Mehmed había irrumpido en sus aposentos- Lamento si la incomode- admitio.
- Lo que hiciste no fue correcto para nada Mehmed. Fue totalmente inapropiado, ¿Te imaginas que pasaría si alguien lo hubiera descubierto?- pregunto molesta - Pero yo tomo la responsabilidad por esto, estaba vulnerable y te permiti actuar de manera impropia. Eres joven, inmaduro, ni siquiera se que paso por tu mente para ir a mis aposentos a esa hora, y no quiero saber. Pero no volverá a ocurrir - respondió. Que lo tratará como un niño lo molesto, el ya no lo era. Había crecido y era un hombre, y lo que hiso esa noche no fue un error, aún cuando era prohibido. No quería que la Sultana continuara viéndolo como un niño porque no lo era.
- No soy inmaduro mi sultana, ni un niño que hiso una travesura, fui a su habitación a esa hora, porque quise verla. Porque tuve una necesidad demasiado grande de poder tenerla cerca, sin nadie a mi alrededor que lo impidiera. No tiene porque tomar responsabilidad en eso, como el hombre que soy, yo la tomo. Se que si alguien se enterará, estaríamos en problemas, pero yo haría hasta lo imposible, por liberarla de cualquier castigo o problema. Sin embargo no puedo asegurarle, que esa será la primera y última noche, dónde vaya a verla a sus aposentos - dijo sonriente. Ese comentario la puso nerviosa, ya era suficiente, debía poner límites, no entendía que quería ese jovencito con ella, pero debía acabar.
- Si lo será, porque pondré guardias que custodien los alrededores del balcón de mis aposentos, y criadas dentro- amenazó. Mehmed penso en su mente, como se vería empuñando su espada contra los guardias, acabando con cada uno, solo para ver a la Sultana. Se imagino hechando a las criadas, y trabando la puerta desde adentro, para que nada ni nadie pudiera interrumpirlo con la sultana- No se que te propones Mehmed, pero esto debe acabar - advirtió.
- No se de que habla- susurro.
- Si lo sabes, las charlas, los abrazos, las miradas que me lanzas, ir a mis aposentos, estar tan cerca de mi, todo debe acabar - dijo una vez más, Mehmed detuvo sus pasos. La Sultana sin quererlo se adelantó tres, y cuando noto al principe quieto y serio en el mismo lugar, no pudo evitar regresar a él y averiguar que ocurría- ¿Príncipe? ¿Por qué se detiene, que pasa?- pregunto, hasta ese momento Mehmed parecía mirar a la nada, pero finalmente fijo su vista en su rostro, y antes de poder reaccionar tomo a la Sultana por la cintura, levantó su frágil cuerpo y lo estampó contra el árbol más cercano, dejándola encerrada, entré él y su cuerpo. Sin distancia alguna, con los rostros tan cercanos, que las respiraciones se mezclaban. Nerviosa por esa cercanía, pidió firmemente que la liberará, pero Mehmed permanecía en silencio, solo observandola y sintiendo la calidez de su cuerpo.
- ¿Qué pasa si digo que no quiero que acabe, nada de lo que menciono? No quiero - susurro.
- Eso no depende solo de ti Mehmed, y yo ya dije lo que pensaba, suéltame- pidió.
- No creo lo que pide, una parte de usted sabe la verdad, pero se niega a oírla. Usted no me quiere lejos, pero por el momento permanece ciega, y necia. Su cuerpo le habla y su corazón eventualmente lo hará. Porque yo se, que no soy el único, cuyo mundo cambio a partir de nuestro encuentro- Mahidevran permanecía quieta y callada, intentando entender las palabras de ese jovencito. Pero no mucho se dijo esa noche. Mehmed hiso lo que su corazón le gritaba y rogaba, elevó su mano y con las yemas de sus dedos tocó la piel del rostro de la sultana, maravillado por tanta belleza, con su corazón acelerado, no pudo evitar sonreír de alegría. Mahidevran experimento la confusión, porque la tocaba, porque parecía emocionado, porque sonreía de esa forma tan maravillosa, poco a poco sus latidos tan bien cobraron fuerza y rapidez. Y por primera vez comenzaba a sentirse extremadamente nerviosa con la cercania y el tacto del principe. Ya no era su mano acariciando su rostro, era su rostro enfrentado al de la sultana, separados por centímetros. Aún sonriendo por esa sensación increíble en su corazón, Mehmed dijo lo que ya no soportaba callar - Eres...Tan hermosa sultana, tan hermosa que solo verte me lastima. No naciste para los ojos de simples mortales- susurro. Un sonrojo amenazó con aparecer en la sultana, se sentía tímida, como si un cosquilleo se hubiera plantado en su estómago, la velocidad de sus latidos no la dejaba ni siquiera hablar y responder, forzarse a fingir que estaba molesta, o decir lo impropio de ese comentario. No hubo tiempo, porque los gritos de guardias y del principe Mustafá los aterró, rompiendo esa atmósfera de emoción, latidos descontrolados, y una sensación demasiado fascinante para soportar...
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Manisa tierra de amor prohibido
Historical FictionResignada a ser recordada por siempre como la mujer despreciada por el sultán, Mahidevran acepta su destino de soledad en Manisa, la provincia donde su hijo Mustafá gobierna por orden del sultán. Esperando el día, en que su querido hijo sea coronado...