Capitulo 3: En el jardín.

1.2K 100 13
                                    



-Sultana, ya no llore mas por favor, y tome mi mano- pidió Fatma, cubierta en llanto, apenas era capaz de observar, hablar e incluso respirar. Alah no habia escuchado sus plegarias, durante tres días, pidió y pidió sin descanso, porque su Fatma se salvara. Su amiga, su confidente, la niña alegre que siempre iluminaba sus días, junto a su hijo Mustafá. Pero como muchas otras veces en su vida, Alah no la habia ayudado, durante tres días las doctoras entraban y salían de la habitación de la criada. Intentando arreglar el destrozo que habían dejado en el cuerpo de la joven, desde la fiebre, el dolor, la infección, absolutamente todo fue un sufrimiento, no solo para la chica, sino también para su Sultana, quien fuera de la habitación escuchaba el profundo dolor que estaba. Pero al final, tanto sufrimiento fue en vano. Porque Fatma murió, dando su ultimo respiro, al anochecer, sosteniendo la mano de su Sultana, agradeciéndole una y mil veces la bondad que tuvo con ella, la amistad, el cariño sincero. En un mundo lleno de crueldad y oscuridad, encontrar esas cosas, era una increíble suerte. El único lamento de Fatma, fue no poder estar junto a su Sultana, cuando los tiempos volvieran a oscurecerse, cuando la sangre impregnara el aire que respiraran, cuando la lucha por el trono se intensificara, y la sultana Hurrem empezara a hacer hasta lo imposible, por conseguir la muerte del príncipe Mustafá. Mahidevran estaría sola defendiendo a su hijo, y ella no estaría para apoyarla. 

Como la criada mas amada y adorada por la sultana, Fatma tuvo un entierro digno, el palacio se sometió a un luto de 7 días, donde los festejos, colores y sonidos, se suspendieron en el tiempo. Todo por petición de Mustafá, que de cerca observaba y comprendía el dolor de su madre. Y el también lo lamentaba mucho, porque la joven criada siempre le pareció una chica inocente, adorable, radiante, con toda una vida por delante. Y también porque el dolor que sufriera su madre, el lo sufría mil veces mas. Mientras el palacio se ensombrecía con la primer muerte que sufrirían en esos últimos años, Mehmet desde las sombras y el anonimato, solo observaba. En esos días de luto, fue fuertemente ignorado por su hermano, quien de por si no lo quería en Manisa, aun cuando quisiera negarlo, incluso a si mismo, el favoritismo del sultán hacia Mehmet, comenzó a levantar inseguridades en el, así como un distanciamiento, que solo lo hacia tolerarlo porque no tenia opción. Esto era algo que Mehmet no sabia, porque el seguía considerando a Mustafá su amado hermano mayor, cuando para el mencionado, Mehmet poco a poco se habia vuelto un extraño, que podía suponer su muerte. 

El tiempo que se suponía debían pasar juntos como hermanos, fue un tiempo inservible e incomodo, donde Mehmet poco a poco, comenzó a entender que no era muy querido en ese lugar. Naciendo en el, su deseo de volver a la capital. Se lo comento a su hermano, quien inexpresivo dijo que si esa era su decisión estaba bien, deseándole suerte, lo despidió en ese momento, y cuando Mehmet partió tres días después, no lo volvió a ver. Pero hubo algo que hiso a Mehmet recordar su pequeña estadía en Manisa, algo que se llevo consigo en lo mas profundo. Algo que de solo pensarlo, el conseguía sonreír como cuando era un niño.





Aburrido e incomodo caminaba entre los jardines del palacio, extrañaba a su madre, a su padre, y hermanos. El pensó que ese viaje iba a ser increíble, y que iba a pasar un tiempo hermoso con su hermano mayor, pero se equivoco y mucho. Su hermano lo habia marginado desde que llego, el no tenia ningún conocido allí. Así que además de leer, y estar solo, no tenia nada que hacer. Lo peor era, que ese viaje habia confirmado algo que el no quería ver, y era que Mustafá se habia vuelto realmente un extraño. 

Cuando pensaba volver a su habitación, a esperar que anocheciera y otro día acabara, se detuvo, comenzando a caminar hacia ese sonido, de algo que se estaba rompiendo. Camino, llegando hasta observar unas hermosas rosas blancas, siendo arrancadas con odio, o con dolor, por las manos sangrantes de la sultana. Quien furiosa y con lagrimas solo gritaba ¿Por que? Su agresividad subió de nivel cuando comenzó a golpearse a si misma la cabeza, y cuando estuvo apunto de arañar su rostro, completamente asustado, Mehmet corrió hacia ella, inmovilizando sus manos. Mahidevran supo que era Mehmet quien habia presenciado todo, pero no le importo, el dolor al rojo vivo la estaba destrozando, y si no hacia algo para desquitarse, terminaría muriendo. Fue un fuerte forcejeo, donde el príncipe le rogaba que se calmara, y con toda la fuerza que podía, intentaba que la sultana dejara de lastimarse. 

Manisa tierra de amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora