Los bebés pudieron sentirlo en lo más profundo, incluso antes de nacer, el porque estaban allí, cual seria su propósito a salir, pero por sobre todo, lo que sus madres sentían en sus corazones.
Ambición, esperanza, y tristeza. Esa vez fue diferente, se tuvo sumo cuidado en cada alimento y bebida, así como en cada mínimo movimiento realizado, y no habia dia o noche en que el sultán no estuviese a su lado, la pequeña Neylan acariciaba el vientre de su madre, y muchas veces coloco su oreja sobre el vientre que crecía poco a poco, deseando poder sentir a su hermano. Osmán por otro lado solo seguía su vida distante, al lado de los príncipes, sin dar importancia a las tres mujeres embarazadas, y aún cuando de vez en cuando pasaba a visitar a Neylan, lo cierto es que no se atrevía a entrar en contacto directo con su madre, su terquedad y enojo, era tan grande y fuerte como una montaña. Por esa razón la sultana ya no quería presionarlo, solo esperaba que cuando naciera el bebé, el fuera a verla, y le tuviera un poco de compasión, mirándola una vez más con todo el amor, que alguna vez la miro.
Su parte favorita del día, era cuando Mehmed se recostaba con suavidad sobre su vientre, y comenzaba a hablarle al bebé, asegurando lo mucho que deseaba verlo, todo el tiempo que lo estuvo esperando.
-Serás un gran guerrero mi león, tu dominaras el mundo entero, serás el príncipe amado de todos, y nunca perderás el camino o tu sonrisa, porque yo estaré aquí a tu lado...Solo te pido que ya no te muevas tanto porque tu madre no consigue dormir y se pone gruñona- pidió. Ganando un pequeño golpe en su cabeza por parte de la sultana.
-Yo no me pongo gruñona- afirmo la sultana.
-Siiii, yo digo que si. Pero sabes mi leon, eso no importa, porque aún gruñona, tu madre es la más hermosa de todas, más hermosa que el cielo, y las estrellas, más hermosa que la primavera y las joyas...Tú madre es una diosa, un angel, una reina...Mi reina, mi amor, mi sultana...Si quieres comprobar mis palabras, no tardes mucho mi leon, aqui todos te estamos esperando ansiosos- susurro. Y su corazón se aceleró cuando sintió un pequeño golpe- No lo puedo creer mi sultana, lo sentí, nuestro hijo se movió para mi- dijo emocionado.
-Claro que si...Esta diciendo, "Papá deja de decir tantas tonterías y dejame dormir que tengo sueño, saldré cuando sea el momento, así que se paciente y espera, y no le digas gruñona a mamá"- dijo la sultana en total calma y felicidad.
-Jajaja, esta bien, si tu lo dices, no le dire gruñona a mamá, duerme hijo mio, yo estare aqui para cuidarlos siempre- susurro Mehmed.
Nurbanu no estaba pasando un muy buen embarazo, es decir, no el que ella se imaginaba, pensó recibir algún presente de su majestad, un cumplido, alguna muestra de atención, al menos una visita, pero nada habia pasado, la única interesada en su embarazo en parte era la sultana Hurrem, para el Sultán era como si ella no existiese. Y se sentía humillada de compartir el mismo cuarto de favoritas con Humasha, quien también estaba embarazada, aunque seguramente daría a luz luego de ella. Necesitaba como nada en el mundo dar a luz a un principe, asi como necesitaba que Mahidevran muriera en el parto o tuviera a una niña, la rabia la consumía cuando pensaba como el Sultán solo tenia ojos para ella, y nunca la dejaba sola. Ella le daría a su primer hijo, y aún así no mostraba ni un minimo de interes, ¿Que tenia que hacer para que olvidara a esa anciana acabada? ¿Que debía hacer?
-Por Alah Nurbanu cálmate, me estas poniendo de los nervios- dijo Humasha.
- Tú no te metas, no sabes por lo que estoy pasando. ¿Cuando lo vera Su majestad? Que yo puedo darle mucho más que esa mujer. ¿Qué le puede dar ella? Ya esta vieja, acabada, sin belleza, sin nada- dijo entre lagrimas.
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Manisa tierra de amor prohibido
Historical FictionResignada a ser recordada por siempre como la mujer despreciada por el sultán, Mahidevran acepta su destino de soledad en Manisa, la provincia donde su hijo Mustafá gobierna por orden del sultán. Esperando el día, en que su querido hijo sea coronado...