Capítulo 24: Yo también

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Teniendo en cuenta lo peligroso que era el recorrido, no creyeron prudente ir hasta esa casi segura muerte buscando a Hurrem, al menos no todos. Por eso Mehmed ordenó a Belu Agha llevar a los príncipes y a la señorita Gulfem al pasadizo secreto que los sacaría del palacio cuanto antes. Mientras el iba por su madre y por su padre, Mahidevran se ofreció a ir con él, asegurando que no podía irse sin saber como se encontraba Suleiman, no dejo a la sultana Neylan con Gulfem, por lo desacostumbrada que estaba la niña a separarse de su madre, sabia que terminaria por llorar si la enviaba con sus hermanos, y eso los terminaría por exponer. Se despidió rápidamente de los príncipes, de su pequeño Osman que no quería dejarla sola, ni a ella ni a su hermana, y les pidió que se cuidaran entre todos, pero sobre todo que no temieran por ellos, porque irían al escondite cuanto antes. 

Mahidevran observaba como el fuego consumía el cuarto de Suleiman, como aquellos cuerpos se rostizaban mientras gritaban de dolor e intentaban huir. Era un monstruo por lo que habia hecho, y sin embargo eso no la aterraba, sino el hecho de que luego de verlos morir, no sintió nada. Con Mehmed herido camino intentando ocultarse de los rebeldes que aún buscaban a Hurrem y sus hijos para matarlos y acabar con todo. Mehmed estaba perdiendo bastante sangre, estaba sangrando por ella, por defenderla. No conocía el pasadizo secreto, agotada de cargar a Neylan y ayudar a Mehmed a caminar, se detuvo en medio de los pasillos, no sabía que camino seguir, ni donde se encontraban sus hijos en ese momento, pero por fortuna o por el destino, la pequeña Neylan aún en brazos de su madre, termino presionando uno de los bloques de piedra, de la pared de los pasillos, abriendo así una puerta secreta. 

-Mi Neylan, mi bella sultana, bien hecho, quizá sea el pasadizo por el que fueron tus hermanos.

-Entonces vamos,solo enfrente ocho, pero cuando estuve en la frontera de Manisa, fueron miles los que marchaban a la capital para matar a mi padre.

- Entonces vamos dentro, aunque esta muy oscuro- La sultana Neylan, asustada por la oscuridad se oculto en el pecho de su madre.  Mientras que Mehmed luchaba por mantenerse consciente, a pesar de la herida en su hombro, la cual estaba perdiendo demasiada sangre. 

Solo la Luna pudo iluminar ese lugar, por la pequeña ventana que habia allí, además de restos de plantas de muertas, y algunos lugares con tierra para plantar. No habia ningun túnel o camino para seguir, pero por el momento era el mejor lugar. Dejando a la pequeña Sultana sobre su regazo tomo asiento sobre el frío suelo, confiaba en Alah, en qué sus hijos estaban a salvó con Gulfem y que pronto estaría con ellos, pero tampoco queria exponer a Neylan, antes era más fácil, solo debía preocuparse por Mustafá.

Mehmed suprimía sus quejidos de dolor, además de esa gran herida en el hombro, tenía unos cuantos cortes en los brazos y piernas. Esos ocho hombres lo rodearon y mientras mataba a unos otros aprovecharon para atacarlo. Esos hombres consideraban que debían morir, por ser hijo de la bruja rusa, y Mahidevran por haber aceptado tener hijos nuevamente con Suleiman, el asesino de su hijo.

Mehmed le dijo entonces que huyera mientras se abalanzaba sobre los hombres. La Sultana Neylan se aferraba a su madre aterrada por el sonido de espadas chocando entre ellas y por el sonido de carne siendo cortada. Sin embargo la consciencia no le permitió avanzar más de un metro fuera de la habitación, y también el hecho de quedarse totalmente sola y desprotegida con Neylan. Dejando a la Sultana en el suelo le hiso dar media vuelta, mirando la pared de piedra, mientras tomaba dos antorchas de los pasillos, incendiado poco a poco las cortinas del cuarto de Suleiman mientras Mehmed continuaba luchando, aún quedaban cinco vivos, cuando el fuego comenzó a expandirse por la habitación, Mehmed entendió que era el momento de salir, observo una jarra en la habitación pudo sentir el olor a alcohol emanando de ella, y arrojo su líquido en la entrada, para cuando Mehmed la había cruzado arrojó la antorcha sobre el licor, y un gran fuego se inicio, dejando encerrados a esos hombres, que morirían lentamente.

Manisa tierra de amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora