Capitulo 7: Un sol para mi enfermedad.

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- Me gustaría que dejara de decir esas cosas sin sentido- dijo confundida.

- No son sin sentido, todo lo que digo en este momento, es la verdad. Usted es la razón, por la que mi corazón muere de tristeza, y esta tristeza, solo pudo manifestarse como esta enfermedad que me matara- susurro casi sin fuerza. Poco a poco el cuerpo de Mehmed aumentaba su temperatura y sudor. Y aquella luz de juventud disminuía su brillo. 

No quería creer las palabras del príncipe, sobre que ella era la responsable de la pena de su corazón, y que esa enfermedad acabaría con su vida. Las dos ideas se le hacían horribles, y al menos en ese momento no creía que pudiera vivir con la culpa en su vida, ya cargaba con muchas culpas, una mas, terminaría por destrozarla. Pero no se lo dijo, porque no quería herir al jovencito. Que últimamente era el protagonista de sus pensamientos, para bien o para mal, poco a poco Mehmed comenzaba a llenar su vida monótona, que solo giraba entorno al amor por su hijo, y a la tristeza de una vida destruida. Mehmed extendió su mano con esfuerzo, un frio se extendía por su cuerpo, al punto de hacer temblar su sangre, la cabeza parecía estar siendo golpeada por un mazo, y el cuerpo estaba tan débil y frágil como una hoja de árbol. En pocas palabras, se encontraba muy mal, el respirar le costaba mucho, así como no cerrar los ojos y dejarse llevar a otro mundo. Pero no lo hacia, porque el no quería irse, porque no quería dejar ese mundo, esa vida, a su familia, y todo lo que conocía y quería. Por esa razón, la única forma de mantenerse atado a ese mundo, era junto con la persona que lo habia hecho experimentar por primera vez en su vida, el dolor del amor.

La sultana apenada, preocupada, y temerosa de lo que podría pasar, accedió al agarre de mano del príncipe. Este con su poca fuerza, sujeto tanto como pudo su mano, por primera vez, en todo ese tiempo que habían pasado juntos, la sultana enfrento el miedo, de pensar que aquella luz tan magnifica que habitaba e irradiaba los ojos del príncipe, podría terminar por apagarse. La visión de Mehmed poco a poco se volvía borrosa, lo único lo suficientemente claro para sus ojos, era la imagen de la sultana, contento observaba la belleza que se habia vuelto una de sus cosas favoritas en el mundo, en el delirio de su fiebre, lo único que existía era su rostro, rodeado por la brillante luz del sol. Sin poder soportar mucho mas, Mahidevran termino por gritar.

- ¿DONDE ESTAN LOS DOCTORES?- pregunto. Las criadas ingresaron, temerosas por ese grito bestial, encontraron a Mahidevran, con los músculos del rostro contraídos, esforzándose por no romper en llanto, aun cuando las lagrimas amenazaban con salir.

- Sultana, por favor cálmese, y no se preocupe, el doctor acaba de llegar junto con el príncipe Mustafá, y ya están por llegar a los aposentos del príncipe, pero antes de que lo hagan, por favor sultana, vuelva a sus aposentos, debe cambiarse, el principe se enfadara si la ve con esa vestimenta no apropiada, en la habitación del príncipe Mehmed- pidió la criada, pero Mahidevran no tenia ánimos ni fuerza para levantarse y salir, antes que llegara su hijo con el doctor. Sentía que si soltaba la mano del príncipe, este iría al lugar sin retorno. 

Las puertas se abrieron repentinamente, su hijo junto con el doctor ingresaron a la habitación. Ambos se quedaron sorprendidos, no solo por el deplorable estado del príncipe Mehmed a simple vista, sino por la vestimenta inapropiada. Mustafá contuvo su deseo de cubrir los ojos del medico, y exigir inmediatamente que saliera de la habitación, para ordenarle a su madre que fuera a cambiarse, porque mas tarde tendrían una charla. Actuó como si nada, y le indico al medico que revisara a su hermano. Mahidevran supo en cuanto vio a su hijo, lo que este pretendía hacer, lo conocía mejor que a nadie. El doctor comenzó a revisar a Mehmed, que continuaba sujeto a la mano de la sultana. Algo que tampoco paso por alto Mustafá, quien confundido y enojado por ese contacto, simplemente lo rompió, separando sus manos, tomando a su madre por el brazo, y alejándola unos metros, hasta otro extremo de la habitación. 

Manisa tierra de amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora