- Ya no tienes que estar tenso hijo mío, yo estoy bien. Por fortuna, Alah no me abandono- susurro Mahidevran, acariciando la cabeza que reposaba sobre su regazo. Mustafá se aferraba a las piernas de su madre con mucha fuerza, intentando de alguna manera, tranquilizar el susto enorme que sufrió su corazón.
- Si algo te hubiera pasado madre, nunca me lo hubiera perdonado. Si esos malditos persas hubieran logrado llevarte...Juro que no hubiera descansado hasta encontrarte, y volver cenizas ese reino- contesto.
- Yo se que hubieras sido capaz de eso, y creo que era una de las cosas a las que mas le tenia miedo-
- ¿Por qué lo dices madre?-
- Eres mi príncipe valiente, eres un guerrero, un león de la dinastía. Pero desatar la guerra que se, hubieras desatado por mi, podría haberte jugado en contra, no solo contra tu vida, sino también contra el sultán-
-¿Dices que el hubiera preferido que me quedara quieto, ante el secuestro de mi madre?-
- Digo que iniciar una peligrosa guerra, que no iba a ser precisamente del interés del sultán, hubiera terminado contigo, siendo castigado por él. Quiza por reputación y orgullo hubiera hecho algo por rescatarme, pero lo mas seguro es que no le habría importado. Y ciertas personas habrían hecho hasta lo imposible, porque muriera en territorio extranjero-
- Hurrem, ¿Verdad? Me pregunto, ¿Hasta cuando esa mujer va a ser una maldición en mi vida? Lo único que hace es entrometerse en asuntos del consejo, y siempre buscarme problemas con su majestad. Además de siempre meterse contigo. Cuando era niño no podía hacer mucho por ti madre. Toleraba en silencio tus lagrimas y lamentos. Pero ya no soy un niño, y de ahora en mas hare todo lo posible por ponerla en su lugar-
- Ese es un propósito peligroso Mustafá. Hasta ahora nadie nunca pudo contra Hurrem, ni siquiera tu abuela. Yo menos que nadie. Y ahora no esta sola, cuenta con Mehmed, los demás príncipes, y por sobre todo Mihrimah. Que siempre actúa como un perro guardián. Hurrem es intocable, en todos los sentidos. Lo mejor que podemos hacer, es que el sultán siga considerándote el mas apto para el trono, así cuando el muera, tu puedas tomarlo finalmente, y estaremos a salvo-
- No tengo porque soportar a esa mujer por mucho mas tiempo madre. Algún día cometerá un error terrible, y no dudare en usarlo en su contra-
- Siempre a conseguido salir ilesa de sus errores- no podía admitir amargamente, que envidiaba la suerte de su eterna enemiga, quien sin importar lo lejos que llegara, siempre conseguía evitar los castigos en su contra. A diferencia de ella, que siempre que decidió actuar como Hurrem, era castigada o reprendida. Como cuando exigió ser liberada al Sultán. Un sueño inalcanzable, eso era claro, moriría como una esclava. Mientras que Hurrem moriría como una mujer libre.
- La suerte no es eterna madre. Esa mujer es el diablo, es realmente una bruja, que solo busca causar daño-
- Nadie es un santo hijo. Todos tenemos nuestros intereses y motivos, y todos hacemos hasta lo imposible por conseguirlos, sin importar que tengamos que aplastar o derribar a otros- comento, recordando que en esa lucha constante con Hurrem en su juventud, ella también hiso cosas terribles. Algunas veces en la solitaria noche, se preguntaba...¿Si ella hubiera actuado diferente con Hurrem, las cosas habrían sido mejor? ¿Si hubiera controlado su rabia y dolor, cuando fue desplazada como si nada por el sultán? ¿Si nunca hubiera golpeado a Hurrem, si nunca la hubiera envenenado? ¿Si hubiera fingido mirar hacia otro lado, cuando el hombre que dijo amarla, el padre de su único hijo, mandaba al diablo, todos esos años juntos, para entregar en bandeja de plata su corazón, a una criada que conoció en unos días? En esos años en Manisa, Mahidevran se habia vuelto muy pensativa, su mente ya no estaba contaminada por los celos y el rencor, eventualmente se rindió, entendiendo que esa lucha por amor, estaba perdida, desde la primera vez, que los ojos de Hurrem, se posaron sobre el sultán.
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Manisa tierra de amor prohibido
Historical FictionResignada a ser recordada por siempre como la mujer despreciada por el sultán, Mahidevran acepta su destino de soledad en Manisa, la provincia donde su hijo Mustafá gobierna por orden del sultán. Esperando el día, en que su querido hijo sea coronado...