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Nanon.

Ohm cree que soy estúpido y voy a dejar que se ponga ebrio en un lugar público.

A veces me siento un niñero de su imagen, pero prefiero quitarle el alcohol y que se moleste conmigo, porque odio tener que aguantarlo cuando toma mucho.

No suele pasar, por obvias razones, pero he tenido un par de malas experiencias con eso.

—Gracias —digo al bajar del auto, agarrando la mano de Ohm, para jalarlo hacia el hotel.

Ha estado más silencioso de lo que acostumbra.

Las noches como esta me recuerdan que nosotros solíamos llevarnos mejor antes, pero las peleas cada vez son más constantes.

Ahora, hasta las salidas amistosas son estresantes.

Ya en el ascensor lo suelto, y él me mira, tomando mi mano de nuevo.

—¿Qué? —pregunto soltando un suspiro.

—Me duele la cabeza —dice entrelazando nuestros dedos.

Estiro mi mano libre a su rostro, para sentir su temperatura.

—Si vomitas, te echaré de la habitación —susurro palmeando suavemente su mejilla.

Se ríe, confirmándome que si ha tomado más de lo que solemos permitirnos.

—Nanon…

—¿Qué tan borracho estás del 1 al 10?

—Tres —responde mostrándome cuatro dedos con su mano libre.

—Suena a un cinco —digo sonriéndole.

No puedo creer que esté olvidando que estoy molesto con él por su berrinche.

Las personas en el piso no van a notarlo, porque Ohm es bastante reservado siempre.

Cuando lo conocí, pensé que era un chico aburrido, no sonreía seguido y creo que todos podíamos coincidir con que él te mira como si supiera que puede aplastarte si le da la gana.

Fue difícil para mí adecuarme a eso, cuando empezamos a hablar.

Sentí siempre que, si no adquiría un carácter parecido, él siempre me consideraría inferior.

Para Ohm la sensibilidad no es una virtud, sino una debilidad, y piensa que las personas no van a respetarlo igual si les permite estar a su nivel.

Recién puedo respirar tranquilo, cuando por fin cierro la puerta de nuestra habitación.

—¿Alguna vez podremos pasar un día en paz? —le pregunto caminando a la barra.

—¿Qué haces?

—Voy a tomar —respondo girando los ojos y saco una botella de lo que sea— aquí, después de asegurar la puerta, y no afuera, arriesgándome a que alguien note que estoy ebrio y mi imagen perfecta se vaya al demonio.

—Bueno, al menos acá no estás detrás de cualquier hombre que se te acerque.

Pero que idiota es.

—Deberías dejar de hacer comentarios que no están cerca de la realidad —digo antes de agarrar una copa— jamás en mi vida he estado detrás de un hombre, ni siquiera del que me gusta.

Ay, pero que idiota soy también.

Cierro los ojos esperando que no se haya dado cuenta, y por un momento creo que es posible, porque no lo escucho responder.

Tomo todo lo que me he servido, y al voltear, está parado cerca.

—¿Qué dijiste?

—¿Qué de qué?

—¿Hay un hombre que… te gusta?

Agradezco la práctica que tengo para mentir.

—Bueno, ¿es qué crees que nunca me ha gustado un hombre en mi vida? —suelto restándole importancia.

—No está bien.

—¿Qué es lo que “no está bien”? —le pregunto pasando por su lado, para ir hacia la terraza— es raro que te preocupe el gusto que pueda sentir por alguien de forma platónica, cuando no pareces preocupado porque la gente descubra que coges con una mujer.

—Ella no me gusta.

Sí, probablemente no, es decir, eso me recuerdo siempre, para no sentirme mal.

Todo el tiempo evito pensar en estas cosas, porque termino algo… destruido por dentro.

Repetir constantemente que no me afecta, es lo único que me ha servido para mantenerme indiferente.

Jamás haría el ridículo, llorando por alguien que no me quiere.

Yo no lo necesito, no me hace falta su amor, ni tenerlo a él, ya he decidido que me da igual y que Ohm se joda, porque yo no voy a sufrir por nadie, nunca.

—Claro —digo sonriéndole— no creo que seas capaz de sentir alguna clase de interés por alguien que no seas tú.

—Quizás, pero no se trata de mí.

—No intentes controlar mi vida fuera de la tuya, porque existe, Ohm, yo no giro alrededor de ti.

Resoplo ahora escapando hacia la habitación porque no quiero seguir con esta conversación.

Me acerco al armario para buscar mi pijama, y siento un escalofrío en mi espalda cuando se apoya en mí, desde atrás.

—No vas a terminar conmigo, aunque haya alguien más —dice girándome para que lo mire— por eso es que me preocupa siempre que hables con otros hombres, sabía que pasaría y tú vas a dejarme.

Odio cuando sus dedos me aprietan así de fuerte.

Siempre he creído que cuando alguien te quiere, evita dañarte, y a Ohm nunca le ha interesado ser cuidadoso conmigo.

Suele tratarme mal, no solo con sus palabras, y eso me recuerda lo poco importante que soy para él.

—No me toques —le pido quitando sus manos de mi cuerpo— no he pensado en dejarte, pero si así fuera, tú no vas a obligarme a seguir con esto, tengo el derecho de parar cuando me dé la gana, y lamento si eso arruina tu vida perfecta ante las cámaras.

Camino al baño para cambiarme ahí, pero vuelve a agarrarme del brazo, jalándome hacia él.

Suelto un gemido pequeño, cuando siento sus labios en mi cuello, jalando mi piel.

Debería haberme acostumbrado a controlar esto, pero no puedo, porque me calienta mucho.

He estado asustado muchas veces, pensando en si nota que me excita cuando hace esto, pero es tan idiota que genuinamente no se ha dado cuenta.

—¿Qué haces, Ohm? —le pregunto sosteniéndome en la pared para no estar inestable.

—Trabajo —dice levantando la cabeza, y siento su aliento contra mi boca.

—Aún se ven las anteriores —le recuerdo tocando mi cuello— no vuelvas a hacerlo sin preguntarme antes, ¿de acuerdo?

Mi respiración agitada está avergonzándome y quiero escapar.

—¿Por qué no puedo si soy tu novio?

—¿Lo eres, Ohm? —susurro tratando de evitar el hueco que empiezo a sentir en el pecho— deja de hablar como si fuera cierto, porque no lo es, y  yo apenas te soporto.

—Nunca puedes solo cerrar la boca, Nanon.

—No voy a callarme porque tú lo digas.

O quizás sí.

Abro mi boca para darle paso a su lengua, apenas me besa.

Tantos millones, pero no he podido comprarme ni un dólar de dignidad.

Al alejarse jala mi labio inferior con fuerza, y jadeo, porque siento la sangre en mi boca.

—Estoy trabajando —vuelve a decir saliendo de la habitación— van a pensar que fue una buena noche.

No me afecta.

Él es un idiota, y yo sé que está preocupado porque ha sentido que este teatro puede caerse.

Eso no me duele, es algo que yo sé.

Cámaras | OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora