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Nanon.

Desestabilizado mentalmente, desnudo, en una tina llena de helado... y a Ohm se le ocurre solo irse, sin darme la posibilidad de responder.

Ni siquiera sé que decirle, pero me enoja que se comporte así.

Quiero decir, si se hubiera quedado en su casa, podría tomármelo mejor, pero él ha decidido venir, decirme algo que me confunde más, y solo irse como si no importara lo que tengo que decir.

—Ohm —digo parándome y busco algo para ponerme, pero no hay mucho por acá.

He estado desordenando todo en las últimas horas.

—Ohm —repito amarrando la primera toalla que veo en mi cintura.

Me apuro a avanzar hacia el pasillo, cuando escucho la puerta cerrarse.

—El imbécil se ha ido —susurro mirando la puerta.

Pues no, no se lo voy a permitir, porque ya estaba lo suficientemente dañado, como para que empeoré los pensamientos que tiene mi desequilibrada mente.

Camino hacia afuera, y corro al otro ascensor, porque debe estar usando el de la derecha.

Ese idiota.

Resoplo cuando las puertas se abren en el primer piso, y camino rápido por el pasillo, porque ya está saliendo afuera.

—Señor —dice el jefe de seguridad interponiéndose en mi camino.

Tiene cara de que le preocupa lo que pueda pasar, pero yo no soy una persona que suele aprender de sus errores.

Además estoy pegajoso por el helado, así que claramente ya he perdido la razón.

Mi atención se va porque veo a Ohm llegando a la puerta desde el otro lado.

Lo esquivo y tomo velocidad corriendo, y me lanzo sobre Ohm, haciéndole caer al piso, justo en la entrada.

—Ni siquiera me has dado la oportunidad de decir si escojo creerte o no, ¿tan poco te importa lo que puedo pensar?

—N-No es por eso —susurra mirando a su alrededor— Nanon, alguien puede venir.

—No estaríamos en esta situación, si te hubieras quedado adentro, para escucharme.

—Pensé que dijiste que no me querías más en tu vida.

—¿Y por eso solo vas a dejarme?

—Es lo mejor para ti.

—Lo mejor para mí es que me pidas perdón, que me ames, que dejes de ser un imbécil y que seamos novios, pero es más sencillo irte, porque obviamente tú no eres capaz de amarme.

Ohm suspira, mirando mis ojos.

—Yo te amo, pero no creo que deje de ser un imbécil, así que mereces algo mejor que yo, y si vas a hablar de lo atractivo que soy, no me refiero a eso.

—Pues quisiera ese autoestima para pensar que no pude resistirme a tu apariencia, pero tengo noticias para ti, lo que menos me importa es como te ves.

—¿Entonces por qué te enamoraste de mí? —pregunta visiblemente confundido— ¿Acaso no me conoces?

Suspiro acomodándome, para hablar.

—El primer día, en la junta de la empresa, estabas aburrido, y dibujabas en una hoja sobre el escritorio, podía verlo desde mi lugar, papá me hizo una pregunta, y temía quedar como un estúpido, pero la respondiste por mí.

—¿Yo?

—Te oías como si realmente supieras de lo que hablabas, me sonreíste, y pensé, “oh, qué listo, supongo que lo obligaron a venir y no volverá”, pero lo hiciste, llevaste chocolates la vez siguiente, y cuando me diste uno dije, “oh, también es amable y le gustan los mismos chocolates que amo”.

—¿Te gusté porque te di un chocolate?

—Shh —lo callo mirándolo mal— continuaste dibujando el resto de las reuniones, y siempre me mirabas cuando oías que alguien decía algo tonto, para burlarte de ellos conmigo, compartíamos muchas ideas sobre nuestros padres, y también tenías un sueño como yo, pensé “oh, tenemos mucho en común” y tú…

—Nanon, duele —dice tocándose el pecho porque estoy hundiendo mi dedo ahí.

—Tú, tú, tú, tú me dijiste una noche, que yo era la única persona que te había agradado en la vida, me propusiste la relación, y acepté, porque creí que tú y yo éramos perfectos juntos, me besabas, dormía contigo, aprendí a conocer todo lo que amas y las cosas que odias, sé tu rutina, tus pensamientos, y yo amé cada estúpida cosa que haces, estúpido arrogante.

Mi respiración agitada empieza a calmarse, porque ya siento que me he desahogado.

—¿Siempre te gusté?

—¿Cómo no ibas a gustarme? —pregunto golpeándolo de nuevo— te amé aunque muchas veces lo hiciste mal, y me dejaste solo, no te preocupaste por mí, o me preguntaste que me ocurría.

—Si hubiera sabido…

—No —digo levantando el dedo— no necesitabas saberlo para respetarme, eras violento conmigo cuando estaba triste, y lo estaba porque tú me rompías el corazón; y no te importaba más que la prensa, por eso yo tenía que seguir diciendo que te amaba cuando me ponían un micrófono al frente, aunque por dentro quería irme a llorar, porque sabía que habías estado en la cama con otra persona, y te odio por eso, idiota narcisista.

Volteo asustado cuando escucho la voz del jefe de seguridad.

—Señor —dice incómodo y puedo deducir que nos ha escuchado— le he pedido a los chicos que revisen los alrededores, aunque a esta hora no suele transitar gente, y le informo que nadie ha estado en este piso, me encargué personalmente, pero creo que debería subir a descansar, ya ha sido… suficiente.

Suspiro levantándome, algo avergonzado.

—Lo lamento —respondo bajando la cabeza y él coloca una mano en mi hombro.

—No tiene que preocuparse —agrega con la voz suave— le prometo que nadie sabe que ha pasado.

Sonrío ligeramente y limpio las lágrimas que tengo en las mejillas.

—Gracias.

Camino hacia el ascensor, para irme, pero me detengo cuando lo escucho.

—Nanon.

Volteo al oír que lo está deteniendo.

—Lo lamento, señor Ohm —dice él colocando su mano en su pecho, para empujarlo.

—Tú trabajas para mí.

—Trabajo para el señor Nanon.

Yo ya he dicho todo lo que tenía para decir, así que me iré.

—Nanon —repite mi nombre y me duele sentir que su voz está rota.

Doy otro paso, luchando con mis ganas de dejarle pasar.

—Nanon, no quiero que termine, por favor.

Volteo a punto de rendirme, porque está llorando.

—P-Puede pasar —digo caminando rápido al ascensor.

Cámaras | OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora