Capítulo 8

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Conveniencia de negocios


Hay algunos días en los cuales Alistair vive con su padre, más hacia el centro de Huesosburgo. La tienda del hombre comparte espacio con su propia casa, una de las ventanas del frente funciona de mostrador para su negocio. Y como es costumbre, su hijo atiende, mientras él prepara la mercancía.

Alistair se mantiene aburrido contra el mostrador, su cabeza apoyada en sus brazos, mientras golpetea la superficie con las palmas.

Ese día parece tener poco movimiento, hasta que se encuentra con rostros familiares.

Gus se acerca con otro joven brujo, un poco más bajo que el ilusionista. Los dos conversan entre ellos, su amigo revisando una hoja de papel entre sus manos. Ambos se acercan y observan al mayor, su compañero de equipo saludando con una sonrisa.

—¡Buenos días, Al! —dice antes de apoyarse con curiosidad al mostrador.

—Buenos días Augustus y… tú eres Mattholomule, ¿no?

Al demonio se le hace familiar, quizás lo ha visto con un uniforme similar al suyo.

—Sí, Gus me dijo que tú eres Alistair.

—El mismo. —le confirma al asentir con la cabeza.

—Necesito esta pócima. —le dice el brujo más bajo, entregándole el papel.

Alistair lee por encima, mirando algo preocupado al menor. Las cantidades son para un adulto. Pero el nombre del paciente es otro, un tal Steve.

Se levanta de su sitio, pero se detiene un instante.

—¿La prefieres con algo para disimular el sabor?

—¿Pueden hacer eso? —cuestiona sorprendido.

—Con esta sí.

—Sí, por favor.

Incluso Gus se sorprende ante la amabilidad de su amigo, pues es un lado que pocas ve que usa en desconocidos. Si hay algo claro con Matholomule, es que con su hermano siempre estará ahí; antes apenas le veía, y ahora dejar su trabajo fue un cambio con muchas revelaciones de los efectos del servicio al imperio.

El demonio le entrega el papel a su padre, quien revisa la marca mágica del aquelarre de Sanación, confirmando el documento como verídico.

El padre de Alistair, Elio, es un gran demonio; de larga cola similar a una rama de sauce, con un cuerpo escamoso que recuerda a la densa copa de un árbol. Sus largas garras sostienen con cuidado un par de frascos que saca de los estantes, detrás de su zona de trabajo. Su cuerpo es de fuertes brazos y sobresaliente barriga, el hombre se mantiene imponente en su asiento al lado de varios calderos de distintos tamaño. De su propia pipa surge otro hilillo de humo que se mezcla con el de sus pociones.

Pronto el demonio menor vuelve con los brujos, dejando los tres frascos en el mostrador.

—Serian diez caracoles. —les informa Alistair.

Con ello la transacción se lleva a cabo, y se despiden para continuar con sus días.

Un par de horas pasan, con unos cuantos clientes de por medio, hasta que, para su sorpresa, otra cara conocida se acerca hasta su puesto.

Willow camina hasta él con una mano sosteniendo su hombro, la expresión adolorida se puede leer a través de sus lentes caídos por el puente de su nariz. El demonio se levanta en su sitio, preparado para ver qué debía buscar.

—¡Capitana! ¿Qué sucedió?

—Solo un feo tirón —le explica con una débil sonrisa—, ¿qué me ayudaría con esto?

De plumas doradas | Hunter x Male!OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora