Capítulo 1.2

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Demasiado por pensar, hagamos algo distinto


No podía dejar de pensar en esos momentos, y es lo que más detesta hacer en situaciones del estilo. Tumbado en una colcha, con una sábana por encima y Gus durmiendo en el sillón a su lado. El menor respira con calma, incluso si, cada tanto, se queja en sus sueños. Por su parte, el mayor no puede cerrar los ojos.

Atrapados en el mundo humano, habiendo dejado atrás a sus Islas en medio del caos generado por una criatura desconocida, con el poder suficiente para transformar todo aquello que pueda observar. Aún así, se siente culpable y egoísta al sentirse seguro en aquella casa. La señora Noceda, aunque ella insiste en que le diga Camila, ha sido la siguiente en la racha de adultos cuyo trato hacia él ha sido tan gentil.

Se odia por sentirse cómodo, pensando en las pocas personas que valen la pena en las Islas Hirvientes. No sabe nada de Darius, de Eberwolf, de Raine, del señor Porter o de... de Alistair.

Extraña a esa rara composición familiar, pues son también ellos a los que les debe mucho. Por lo menos no se encuentra sólo, los demás siguen a su lado y, del mismo modo, él jamás se alejará de ellos.

Tan sólo sigue siendo egoísta por un tiempo más, deseando tener al joven demonio a su lado. Jamás pensó extrañar a alguien de ese modo, es distinto al resto; no se detiene en sus presencias o palabras de afecto, desea sentir el aroma metálico impregnado en sus manos, su tacto áspero y los detalles que hace para otros.

El amor no es algo que viaje, es un sentimiento que se queda en uno. No pueden mantenerse conectados con aquella distancia entre ambos, pero Hunter conserva la calidez en el pecho, incluso si se hace amarga ante su ausencia física.

Cae dormido en algún punto de la madrugada, incapaz de mantenerse despierto y, por suerte, las pocas horas pasan sin una nueva pesadilla de todo lo sucedido el día anterior.

Se levanta temprano y camina con su usual sigilo al andar por casas, temeroso de molestar al resto que siguen durmiendo. El sol apenas se asoma y golpea las ventanas del frente de la casa. Él sigue un bajo bullicio que viene de la cocina, sartenes chocando y cajones siendo abiertos con cuidado.

Camila voltea al escucharle bajo el umbral de la puerta, acostumbrada a Luz escabulléndose por las noches alrededor de la casa o jugando hasta tarde.

-Buenos días, uh -la mujer aleja la mirada al pensar en sus nuevos inquilinos-... Hunter, ¿cierto?

-Así es señorita Noce... -él se encoge al recordar su pequeño intercambio de la noche anterior-... señorita Camila.

-Bueno, es un avance -señala Camila aliviada-. Voy a hacer panqueques, no sé muy bien qué pueden comer ustedes, así que será algo simple.

La palabra llama la atención de Hunter, recordando un corto intercambio con el emperador, hace varias semanas. El cantor adormilado de Flapjack le llama la atención, volteando a ver al taliamigo en el suelo, habiendo saltado los escalones hasta llegar a su lado.

-¿Panqueques? -pregunta a Camila, agachándose para recoger con cuidado al cardenal rojo.

-¿No tienen de eso en... las Islas? -Camila duda de su decisión, pero confía en el dulce sabor de aquella comida-. Bueno, es simple de hacer, ¿te gustaría ayudarme?

-¡Sería un honor! -exclama con una sonrisa, acercándose mientras susurra emocionado para el taliamigo-. ¿Oíste, Flapjack? Vamos a preparar más flapjacks.

Hunter pasa bastante tiempo junto a Camila, incluso al pasar los días, a su lado con cada cosa en la que él pudiese ayudarle a través de la casa. No importan las protestas de la dueña de casa, todos los jóvenes ayudan en lo que pueden y mejor saben, incluso si eso significa esforzarse por aprender de aquel mundo y sus diferencias.

Por momentos pueden olvidar todas las terribles cosas que han visto. Sus risas son genuinas y aún no han olvidado cómo sonreír ante cosas pequeñas.

De plumas doradas | Hunter x Male!OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora