Capítulo 7

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Las alas de un ave


—¿No es un riesgo tener un piercing… en general? —le cuestiona Alistair, sentado en las gradas junto a Viney.

—Claro que no —la bruja le quita importancia—, es solo que a veces debo sacarlo y ponérmelo de nuevo, pero mi magia cierra la perforación.

Sus compañeros vuelan cerca de ellos, empujando el viento en su contra. Los demás practican poco después de haberse reunido, haciendo carreras alrededor del terreno.

El demonio observa el garfio entre sus dedos, no acostumbrado a perforar a una persona.

—¿Y por qué quieres mi ayuda?

—Porque puedo culpar a alguien del dolor —le dice con una sonrisa—. Ahora vamos, ya te dije cómo hacerlo.

El chico suspira nervioso, cerrando los ojos unos momentos, antes de comenzar su trabajo. Forma una llama en la punta de sus dedos, pasándola alrededor del garfio; con un círculo hace bajar la temperatura del metal, asegurándose de que estuviese esterilizado.

Viney lo limpia con su propio conjuro, para luego recostarse contra los asientos. Alistair se apoya con los codos al lado suyo; una mano debajo de su oreja, la otra con la pieza metálica en mano.

Fue un rápido movimiento, preciso.

Los ojos de Viney se abren de golpe, con una sonrisa temblorosa que oculta la verdadera emoción.

—Estoy bien…

Con un rápido círculo mágico alrededor del lóbulo de su oreja, la bruja se encarga de cerrar pronto la herida, evitando así dejar tiempo a que se infecte.

Suspira un segundo, aún inmóvil en su sitio, procesando el dolor punzante que se iba perdiendo en su memoria.

Se unen en poco al entrenamiento, ninguno pudiendo alcanzar la agilidad y velocidad de Gus, pero si manteniendo sus propios ritmos. Con el tiempo se han notado los frutos de la práctica; la forma de maniobrar entre ellos, pudiendo coordinarse al evadirse en formaciones estratégicas, incluso en altas velocidades; o el propio control que muestran al volar, Viney pudiendo hacer esquives cerrados.

El sol comienza a golpear con más fuerza en la tarde, marcando el momento del descanso.

Los chicos se sientan delante de las gradas, aprovechando la sombra que dan. Sacan sus botellas de agua y, algunos, incluso se la echan encima del cuerpo. Willow convoca unas plantas de grandes hojas, las cuales abanican al equipo en un constante, pero lento, ritmo; el viento llega contundente, con la brisa tibia haciendo manejable aquel peculiar calor.

—¿Alguien —trata de decir Skara, respirando pesado—… alguien se esperaba… este calor?

—En ninguna parte… oh Titán —Willow se abanica con el cuello de la camiseta—… decía que esto sucedería.

—Mi nariz se está derritiendo.

Los demás voltean a ver al demonio, encontrando su rostro con sangre escurriendo desde su nariz. Junto a Gus, los dos permanecen tumbados en el suelo, de brazos abiertos y mirada perdida.

El brujo se da media vuelta, arrastrándose hasta acercarse a la planta. Dibuja en el suelo un glifo, que al golpear hace crecer una pilar de hielo.

Con ello, todos exclaman en alivio al sentir la brisa fresca.

—Chicos —anuncia Willow—, como la capitana del equipo, es mi trabajo saber… ¡¿se han divertido?!

—¡SÍ! —responden al unísono los demás.

De plumas doradas | Hunter x Male!OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora