Capítulo 10.2

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"Cortar y podar"


Camila sabe los peligros de una cuchilla bien afilada, así que es normal que se muestre desconfiada al entregarle una navaja de afeitar al demonio que vive en su sótano. Gus todavía no crecía vello facial, quizás Hunter nunca lo haga, pero todos se sorprenden al descubrir la verdadera cantidad de pelo que Alistair crecía. Sí, su cabello le llega hasta debajo de los hombros, la barba le crece de forma pareja, pero, mirando con detenimiento, cosa que Hunter suele hacer, uno se encuentra con el vello que recorre sus manos, brazos, hombros y cada parte de su cuerpo, pero cuyo color es muy similar al de su piel rojiza. Por eso, ahora la mujer a cargo se encuentra sonriendo nerviosa, dejando la cuchilla en manos de su huésped.

Ella y Hunter se encargan de llevar al demonio al baño, Camila esperando fuera, mientras el rubio se sienta sobre la taza del baño. Alistair, rodeando con un brazo el bastón de Ericko, se observa en el espejo, con su rostro empapado y la lata de crema para afeitar en una mano.

—¿Seguro que puedes hacer esto? —pregunta, por tercera vez, el mayor.

—Siempre lo he hecho, mi padre me enseñó bien.

Hunter medita al respecto, mientras el pelirrojo se aplica la crema en el rostro.

—No hablas mucho sobre él.

—Nunca se ha dado la ocasión —dice, algo triste al darse cuenta de ello, lo olvidado que podía dejar a su padre—, pero es bueno conmigo, aunque las pociones no sean lo mío.

El mayor ladea la cabeza, sus orejas dando una sacudida con curiosidad.

—¿Tiene una tienda o algo así?

—Sí, a veces le ayudo con los clientes. —Los recuerdos le traen una sonrisa.

—¿Cuál es su apellido? —pregunta Hunter, con la esperanza de recordar los múltiples documentos que había revisado sobre los comercios de Huesosburgo.

—Grigar.

—Alistair Bulok Grigar. —repite el mayor en un susurro.

Pero había otro nombre que rondaba por su cabeza, “Hunter Bulok”, después de todo, él no tenía un apellido que pudiese entregarle al demonio. De todos modos, le gustaba la forma en que resonaba en sus pensamientos, hasta que lo repite en voz baja y las palabras fluyen por su lengua con una sensación cálida que nace en su pecho.

Ríe para sí mismo, apoyando la cabeza en sus manos, observando al demonio.

Alistair acerca la cuchilla a su rostro, pasando el filo con sumo cuidado y movimientos calculados, en la dirección contraria a la que crecía su vello. Limpia la navaja bajo la débil corriente de agua en el lavamanos, para realizar otra pasada. Sigue hasta tener el rostro limpio, suave al pasar los dedos por sus mejillas.

Su cabello seguía largo, aunque eso lo volvía un poco más manejable. No lo sujetaba ni nada, lo dejaba caer sobre sus hombros.

—¿Qué tal? —pregunta al voltear en dirección de mayor.

—Te ves bien. —dice Hunter, ocultando la boca entre sus manos.

Esa situación le gustaba a los dos, cotidiana y sin expectativas, algo que, por suerte, se puede repetir con regularidad.

Camila, aún preocupada, acompaña al demonio al moverse alrededor de la casa durante el día. Alistair no tiene permitido ayudar en las tareas del hogar, todos reaccionan al verle empezar algo, llevándolo hasta el asiento más cercano. Esa es una de las cosas que detestaba fuera de su propia casa, la preocupación constante y, desde su punto de vista, excesiva. Por suerte, Luz conoce bien la sensación de impotencia.

De plumas doradas | Hunter x Male!OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora