Capítulo 9.2

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"Lo que hace la noche"


Alistair es un demonio fuerte, sus compañeros de equipo lo saben bien. Conoce los límites de la Construcción, además de utilizar toda clase de hechizos para compensar sus complicaciones. Pero hay un problema para él, combinado con su propia condición; es algo común entre brujas y demonios jóvenes, una reacción natural de su magia en crecimiento; se puede activar bajo situaciones de estrés. Todo su laberinto nació del horror de ver a su madre al borde de la muerte, una mezcla creada con conjuros que ni siquiera había estudiado. Esa fuerza y habilidad construida se descontrolaron por mucho tiempo, el necesario para protegerlo.

Pero la penumbra del trauma no es algo que se pueda olvidar, siempre está ahí, aunque lo podemos controlar y reconocer. Excepto al dormir, Alistair no puede ignorar el rostro apagado de su madre que lo saluda en sus sueños. Los labios levemente abiertos, los ojos observando el cielo, la ausencia de latidos y la luz abandonando su cuerpo.

Él escucha gritos de auxilios, pero le cuesta darse cuenta que no son de su madre, si no…

—¡AYUDA! —grita al despertar, sentándose en el sillón.

La habitación tiembla, intentando alterar su forma para protegerlo, pero el tirón en su pecho le hace encogerse con ambas manos debajo de su cuello. Se atraganta del dolor, tosiendo hasta soltar saliva por la boca. Si no fuese por su estado, incluso la casa hubiese desaparecido en un laberinto nuevo.

Alistair mira hacia la entrada de la cocina, con las lágrimas cayéndole por los marcados surcos de su rostro. Por un instante quiere gritar por su madre, del mismo modo que hacia cada mañana en la que se sentía enfermo, pero no obtener respuesta le dolería aún más.

Ericko se apoya contra su abdomen, acurrucado en los pliegues de su camiseta y emitiendo una suave calidez para aliviar un poco el malestar.

Camila fue la única en llegar, acomodándose la bata por encima del pijama.

—¿Pasó algo, mi cielo? —pregunta con cariño, acercándose al juntar ambos la mirada.

—Lo siento si rompí algo… —Es lo primero que dice, observando el salón a oscuras—, tuve una pesadilla.

—No tienes que preocuparte por eso, los demás también han roto un par de cosas, pero es normal… —La mano de la mujer cubre gran parte de la espalda del demonio—. Están en un mundo distinto, luego de que algo tan… horrible hubiese sucedido en el suyo. Amity y Willow rompieron un reloj, Hunter casi provoca un accidente con el auto, y Gus le dio una mordida a un disco. No podría culparte si rompes algo por miedo, muchos lo hacen.

Alistair evita la mirada compasiva de Camila, le recuerda a las oscuras y frías noches en las que tenía que conversar con su madre sobre la misma condición que le sigue afectando. Es familiar, eso le hace sentir seguro, pero no quita la incomodidad de aquella imagen en su sueño. Extraña a su mamá, más ahora que tiene a la madre de una conocida a su lado.

La mujer se arrodilla para estar a su altura, tratando de descifrar la mirada en esos ojos negros como la noche. Se siente perdida, sin saber qué decir o hacer con cada uno de los adolescentes en su casa. Algunos estarán cerca de ser adultos, pero siguen siendo jóvenes, y eso no ha detenido todas las cosas por las que han pasado. Hasta su propia hija parece tan distinta, y ella no puede hacer mucho por mejorar las cosas, así que se trata de calmar con apoyarlos en todo momento.

Esos ojos oscuros se fijan en ella, por unos segundos, pues se alejan por una punzada de culpa.

—Cuando me recupere podré arreglar lo que rompa —dice, cosa que es cierta, pero también le asusta—, aunque puede que haga más daño si me recupero.

De plumas doradas | Hunter x Male!OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora