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Thais

Me siento en el balcón y lloro, abrazándome.

Sollozo. Fuerte y con desesperación.

Ahora que todo estaba despejado, la realidad me golpea con fuerza.

Aang realmente no me va a perdonar y eso no es lo que me importa realmente. Sino el hecho de que el año acordado en el contrato será más difícil de cumplir.

Se había dedicado a ignorarme en el almuerzo con Terrence y cuando regresamos a trabajar siguió ignorándome. Al salir del trabajo apenas cruzamos la fuerte de la sala me devoró entera, me folló salvajemente en el sofá y luego se vistió con su habitual indiferencia diciendo que después de ducharse me esperaría en la cena y se fue como si nada. Ni siquiera miró atrás. Yo me había bajado la falda y fingí que no había pasado nada. Realmente no me importaba que fuera rudo en la cama conmigo, es todo lo contrario, me gusta que lo sea, me gusta que tengamos sexo por sexo. Tenemos un contrato y ya, pero lo que odio es que hayamos perdido esa conexión que teníamos. Odio ya no poder hablar con él después del sexo y odio saber que ahora sí antes pensaba dejarme ir más rápido, me va a joder para que cumpla todo el puto año.

La puerta del balcón se abre y Aang se queda allí. Con sus pantalones de chándal grises que cuelgan de sus caderas y sin camisa, ve el enrojecimiento de mis ojos y la lluvia de lágrimas en mis mejillas. Me limpio rápidamente.

Ni siquiera tengo la oportunidad de arreglar mi maquillaje. Él irrumpe sin previo aviso.

—Realmente deberías llamar.

—Es mi casa.

—Y esta es mi habitación.

—Soy dueño de esta habitación porque la casa me pertenece —cierra la puerta detrás de él y se sienta en la silla junto a mí.

Limpio el maquillaje de debajo de mis ojos y estabilizo mi respiración. No llorare delante de él. Como si no hubiera sollozado mi corazón, fingí que no había pasado nada cuando me dejó tirada en el sofá y ahora no le daría la satisfacción de verme débil.

Miro hacia la oscuridad a través de su propiedad, viendo las pocas luces del paisaje iluminando las plantas y los árboles.

—¿Hay algo que necesitas, Aang? —pregunto.

Apoya los brazos en las rodillas y frota las manos.

—Anton dijo que te saltaste la cena.

—No tenía hambre.

—No me importa. Necesitas comer.

Pongo los ojos en blanco.

—He estado comiendo mal durante un mes. Saltarse una comida no marcará la diferencia.

—Lo siento si te di la impresión de que era un diálogo —se vuelve hacia mí con su mirada fría—. Este soy yo diciéndote qué hacer, Thais. Comerás todas tus comidas, incluida esta. Desafíame, y te la meteré en la garganta hasta que lo tragues todo incluso con tus propias mentiras.

—No tengo hambre.

—Y yo no quiero verte convertida en hueso. Has bajado mucho en este último mes. No pienso permitir que bajes más.

La puerta se abre, y Anton aparece con la cena que había tratado de darme antes.

—Espero que su apetito haya regresado, mademoiselle Thais.

Aang mira al frente.

No tengo ningún apetito en absoluto, pero sé que Aang será capaz de cumplir su promesa.

Absurda [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora