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David

—¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! Me voy... a correr... Me voy a... —Anjoly se balancea contra mí unas cuantas veces más y luego se derrumba entre mis brazos, con la respiración entrecortada—. ¡Dios, sí!

Nuestros pechos están igual de agitados, y permanecemos entrelazados durante varios minutos.

«Sin duda es la mejor...».

Finalmente, se queda dormida encima de mí. Su respiración es uniforme, poseyendo la mis¬ma cadencia hermosa que una cascada. Anjoly es tan péquela y hermosa, pero su presencia magnética rivaliza con la mía. Su presencia llena cualquier habitación en la que entra. Hubiera sido fácil para otro hombre tomar mi lugar esta noche, y eso de alguna manera me hace sentir especial. Dichoso de que me haya elegido a mí. Jamás creí que una mujer podría causar tanto en mí ni que deseara más de ella.

Respira hondo y luego se remueve, incómoda, algo en sus pensamientos la despierta. Se ha acordado que no está sola. Se aparta de mi pecho y pasa los dedos por su cabello, quitándose las largas hebras rojas de su rostro para revelar su rímel corrido. Con los párpados pesados y una inconfundible mirada de cansancio, parece lista para dormir durante unas días después de tremendo rodeo. En cambio, sale de arriba de mi pecho y bosteza.

Llevo mi mano a su cabeza para peinar; ya que lo había agarrado muy fuerte mientras la penetraba, pero ella aparta mi mano.

—Deberías irte. Tengo un día muy largo mañana y me encantaría descansar.

Me quedo inmóvil  en mi lugar, creyendo haber oído mal, no puedo creer la manera sencilla en que me echa de su casa cuando hace una hora y media me llamó sabiendo que eran las once de la noche, pidiendo verme para follarla, ¿y ahora me está echando una vez que sé corrió?

Son la una de la madrugada, ¿qué mierda?

Cuando no hablo o me muevo, se da la vuelta para mirarme, se ve muy sexy con las mantas apenas cubriendo sus firmes y pequeños senos. Con la mirada somnolienta en sus ojos, se ve incluso más hermosa que completamente despierta. Se ve más humana. La hora que pasé complaciéndola drenó su energía y necesita descansar.

—Necesito que te vayas para poder dormir. Me oíste, ¿verdad?

—Que te ignore no significa que no te escuché. Pero ¿por qué quieres que me vaya? ¿Te molesta mi presencia?

—No. Solo estoy  muy cansada —explica sencillamente.

—Puedes dormir encima de mí y descansar. No tengo problemas con el contacto.

Ella se apoya sobre su codo. Su sonrisa desvanece. —No quiero dormir encima de ti.

—¿Por qué no?

―Para ser un hombre al que solo le interesa el sexo, pareces muy apegado.

―¿Quién ha dicho que a mí solo me interesara el sexo?

Me estudia con aquellos ojos vigilantes. ―Bueno, pues a mí es lo único que me interesa. Espero lo mismo por tu parte. No tengo tiempo para compromisos.

Todas las mujeres con las que había estado querían más. Si les pidiera que se quedaran, lo harían. Si les pidiera que dejen el trabajo y huyan conmigo a Rusia, Argentina o Marruecos, lo harían. Nunca había conocido a una mujer tan despegada, tan indiferente, tan malditamente fría. Sin duda alguna, se trata de una experiencia diferente.

Absurda [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora