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Verónica

Anoche desde de la llega de Theodore, él había recibido un mensaje y me hizo hacer las maletas, nos subimos a su jet privado y volvimos a París. Me dejó en mi casa y se fue dijeron que volviería, pero nunca lo hizo.

En el trabajo, no lo vi y no me molesté en llamarlo.

Sin embargo, ahora mismo voy en el auto que me envió para ir a verlo. Su hombre no me dejó otra opción, veo mi celular, hace unos minutos que me envió un mensaje que decía exactamente eso:

[Te espero en mi casa. No pierdas tiempo en elegir una ropa que creas que va a seducirme porque me veré en la obligación de arrancarlo. T]

Después de leerlo no tuve oportunidad de responder porque su chofer ya me estaba esperando, diciendo que negarme no estaba permitido. Sin pensarlo, salí disparada de mi apartamento con la ropa con la que tenía puesta.

Cuando me falta poco para llegar me llega un mensaje de David.

[¡Encontraron a Thais! ¿Te paso a buscar?]

Me doy cuenta que ya llegamos a nuestro destino.

—Señorita Verónica, me pidieron que no la dejará usar el teléfono cuando llegará.

Dicho eso, el chofer sale para abrirme la puerta y me coge el teléfono móvil.

En mi campo de visión veo como dos hombres arrastran a otro delante de la Fuente. Lo empujan de rodillas y retroceden. ­

¿Qué de­mo­ni­os está pa­san­do?

Uno de los guardias de Theodore se pone de pie a un lado y cruza los brazos sobre su pecho, sus ojos están reservado para dos hombres sentado de rodillas sobre el hormigón, que lloran desconsoladamente; como si alguien hubiera muerto o temieran por sus vidas.

Vale se pone a mi la­do.

—Srta. Veronica, de­be­ría ent­rar —me to­ca suavemente por el co­do y me es­col­ta por las escaleras. —Es­to no es asun­to nu­est­ro.

—¿Qué está pasando? —digo; porque me parece que Theodore va a ejecutar a ese hombre.

Él no me res­pon­de. En ese mo­men­to, Theodore sale de la casa con una pistola en la mano. Está ves­ti­do con je­ans os­cu­ros y una ca­mi­se­ta neg­ra, y su musculoso cuerpo se ve aún más grueso hoy, porque está muy enojado. Tiene sed de sangre escrito en sus ojos, y su dedo ya está en el gatillo.

Oh, no. ¿Qué mierda pasa aquí? ¿Por qué mierda me ha enviado a buscar?

No me mira cuando pasa delante de mí para bajar las escaleras; su único objetivo es llegar afuera. En En la oscuridad veo cómo Theodore se detiene al lado de esos hombres y sus rostros traicionan el horror y el pánico cuando mira a Theodore. Él se queda, mirándolos. Le da palmaditas al primer hombre con una mirada helada, lo que lo calla, Theodore le dice en voz baja una o dos frases, luego le dispara en la cabeza. El cuerpo del hombre cae. Este espectáculo me produce un gemido que suprimo con mis manos, pegándolo a mi boca. El chofer me lle­va adent­ro.

El segundo hombre a pun­to de ser ejecutado empieza a suplicar por su vida.

—Jefe, por favor... —solloza. —Te suplico otra oportunidad... por favor, no me mates.

—No acepto las fallas. —El sonido seco del disparo atraviesa el aire y mi cuerpo se tensa. Siento cómo un frío me recorre el cuerpo, y mis piernas comienzan a temblar, casi sin fuerza para sostenerme. No puedo evitar imaginar el cuerpo desplomándose al suelo, sabiendo que yo he sido testigo de dos muertes.

Absurda [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora