David
Entramos en su ático en la última planta de un edificio con vistas al río porque queda más cerca que la mía. Las vistas de lugares así son espectaculares, más espectaculares que desde cualquier otro ático en el que hubiera estado.
Ella entra con tranquilidad, deslizándose sobre sus tacones como si no tocara el suelo.
―Tienes una casa muy bonita.
―Gracias, pero no has venido a ver lo bonito que tengo mi casa —dice, seria. —¿Comenzamos, o te vas y llamo a otro?
Me dan ganas de castigarla yendo por tratarme como un pedazo de carne, pero mis ganas de ella me hace olvidarme mi orgullo. La tomaré para que pueda ver qué no hay ningún comparación.
Me acerco lentamente hacia ella, olvidando cualquier contención. Solo me había invitado por un motivo, así que ya no tengo que comportarme como un profesional caballeroso y darle lo que quiere. La única duda que tengo es su posición.
¿Cómo voy a tomarla y hacer que quiera más?
Mis manos se mueven finalmente hacia sus caderas y puedo sentir sus curvas por debajo del suave tejido del vestido. Hasta con tacones es mucho más baja que yo. Es una mujer muy pequeña, pero a mí nunca me lo había parecido. Emane la clase de presencia que llena hasta el último rincón de la sala.
Palpo el tejido con las puntas de los dedos, arrugándolo al agarrarlo. Lo siento deslizarse por su suave piel y contra su vientre tenso. Una vez que le quito aquel vestido sé que será una hermosa visión que contemplar. Su piel olivácea y sus curvas sensuales me vuelven todavía más loco de lo que ya estoy.
Mi rostro está cerca del suyo, pero no hago ademán de besarla. Contemplo sus labios llenos, fantaseando con la sensación que producen contra mi boca. Cuanto mayor sea la expectación, mejor será la sensación.
Tiene las manos apoyadas contra mi pecho y las va bajando lentamente, recorriendo los surcos entre los músculos de mi vientre y llegando hasta el cinturón. Palpa el cuero antes de seguir descendiendo. Sin dejar de mirarme, coloca los dedos sobre el bulto de mis pantalones.
Yo dejo de respirar en cuanto siento sus dedos contra mi erección. Recorre el contorno con las puntas de los dedos, midiéndola desde la base hasta la punta. El miembro me estira los pantalones formando un ángulo en dirección a la cadera opuesta porque verticalmente no hay suficiente espacio. Sabe que estoy particularmente bien dotado ahí abajo: me lo dice su expresión. Lo acaricia con la palma de la mano mientras entreabre los labios con excitación.
―Te deseo. Tú también, no finjamos otra cosa.
Quizá solo quiere acostarse conmigo por mi miembro y no la juzgo. Yo quiero acostarme con ella porque está buena y nunca antes me había acostado con alguien mayor. Aunque siempre tuve una fantasía con mi profesora de Francés.
Anjoly me mira a través de sus espesas pestañas y se lame el labio inferior. La única razón por la que todavía no la he besado es porque estoy demasiado ocupado disfrutando de todo aquello.
Su franqueza me excita. Quiere que me pase la noche provocándole orgasmos con mi grueso miembro, y yo cumpliré sus expectativas con mucho gusto. Fuesen cuales fuesen sus fantasías, las convertiría en realidad.
Levanto una mano de su cadera y la subo lentamente más allá de su mejilla. Mis dedos entran por fin en contacto con su oscuro rojo y siento su suavidad acariciándome como un pétalo de rosa. Su piel es cálida al tacto y cuando poso los dedos alrededor de su nuca, por debajo de su pelo, puedo sentir su fuerte pulso.

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Absurda [Libro #2]
RomanceSegundo libro de la «Saga Placeres Culposos». El amor y el odio son el mismo sentimiento que se expresan y se viven de forma distintas. Y así es Thais para mí, con ella experimente una turbulencia de emociones desde el amor más absurdo hasta el odio...