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Aang

Transcurridas unas horas, estamos a kilómetro y medio del lugar.

Terrence va en otro Hummer con su propio equipo de hombres. Vamos a hacerlo en oleadas. El primer grupo debe eliminar a tantos hombres como sea posible en silencio. La segunda oleada son los refuerzos, para rematar a los que ya se hayan percatado de lo que está sucediendo.

No sé exactamente dónde estaría Thais. Sospecho que en la cabaña más alejada. De ser así, la operación resultaría muchísimo más sencilla.

Me aprieto los dedos contra la oreja.

―Terrence, Elliot, ¿me reciben?

―Alto y claro.

―De acuerdo. Pongámonos en marcha.

Conducimos hasta el campamento con los faros apagados. Los coches avanzan por el camino de entrada de asfalto, tan amplio como un aparcamiento.

Aparcamos a más de cincuenta metros de la casa para impedir que el sonido de nuestros motores nos delate, despertando a cualquiera que esté durmiendo.

Apagamos los motores y todo queda en silencio.

Mi equipo sale de los coches y avanzamos, deteniéndonos en el borde del campamento. Encendemos antorchas a lo largo del camino que toman los carros hacia la carretera principal, para que las mujeres sepan adónde ir cuando escapen.

Ya hay dos hombres avanzando a pie, eliminando a los pocos guardias apostados en el exterior. Vamos en direcciones separadas, girando silenciosamente cada cerradura para que las puertas se abran. Me muevo por la nieve, sabiendo que no hay guardias afuera porque no hay nada que patrullar.

Es extraño estar allí, sentir el frío quemarme los pulmones con cada respiración.

Cuando llego al claro, me detengo y miro.

―Tenemos que sacarla de ahí, pienso llevármela unos meses conmigo para hablarle de su familia y darle tiempo para que lo procese todo ―comenta Elliot, rompiendo el silencio.

Lo ignoro. Le he dejado claro en varias ocasiones mis intenciones con Thais y esta vez no pienso seguirle el juego. Tomo mi AK47 y me detengo en la puerta; mis hombres esperan mis órdenes.

―Ella no irá a ninguna parte contigo. Estará conmigo, no voy a despegarme de ella nunca más después de eso.

Escucho a Terrence por el micro.

―Los cuatro guardias ya están fuera de combate. Todo despejado.

―Entendido ―respondo.

El corazón me late como un tambor. Tanta adrenalina. Tanta ferocidad. Mi mujer está ahí dentro... y no pienso marcharme sin ella.

Cacheo a los dos hombres de la entrada y me pongo uno de sus micros en la oreja. Ahora tengo comunicación por radio con el enemigo. Pruebo la puerta, sorprendiéndome al no encontrarla cerrada.

¿Cómo pueden ser tan idiotas?

―Abre todas las puertas y prenderemos fuego a todo. El fuego despertará a las chicas y ellas huirán. Y con suerte, los guardias morirán en el incendio ―le ordeno a Elliot por el comunicador. Sé que eso causará confusión y pánico—. Si tienen mala suerte, terminarán en nuestras garras.

―¿Deberíamos bloquear sus puertas?

Eso sería inteligente.

―No. Thais podría estar aquí ―quiero matar a todos los guardias de ese lugar, pero no sacrificaría a Thais por eso. No hay forma de saber si está allí, así que esto es una apuesta.

Absurda [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora