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[Avery Snape]

Está lloviendo a cántaros, es la peor tormenta que he visto en mi corta vida. El aire está fuertísimo y los rayos caen continuamente.

No sé porque se hizo el partido de todos modos, habiendo una tormenta así, yo me quedaba en la sala común bajo las mantas y con un chocolate caliente en mis manos.

¿Qué necesidad hay de ver un maldito partido de Quidditch? Y más cuando ni está jugando mi equipo.

Solo estoy aquí para ver quien jugará la final contra Ravenclaw.

De un momento a otro, mi hermano y Diggory van directo al cielo, ya que al parecer ven la snitch.

Me quedo tensa en mi lugar, viendo como algo cae del cielo después de un rato. Las gotas no me dejan ver con claridad, pero sé que no es Harry cuando veo una mancha amarilla.

Pobre Cedric.

Mis ánimos disminuyen más al ver una mancha roja cayendo del mismo lugar del que Diggory había caído hace un rato.

—Ay, no —murmura Maddie, a mi lado.

Vuelvo a mirar el cielo, no muy lejos, vislumbro a los dementores bajando de donde Harry, comprend lo que pasa entonces.

[...]

—Luce pálido, ¿No creen? —comenta Ron, encima de Harry, que aún no despierta.

—¿Pálido? —pregunta Fred.

—¿Qué esperabas? Cayó de cuarenta metros —agrega George.

—Si, oye, Ron, vamos a subirte a la torre de Astronomía —vuelve a hablar Fred.

—A ver cómo luces —finaliza George.

Ron le rueda los ojos, aquello me haría reír pero ahora mismo solo quiero que Harry despierte.

—Tal vez igual de pálido que de costumbre —murmura Harry, despertando poco a poco.

—Harry —sonrío un poco.

Él se levanta sobre sus hombros, abriendo sus ojos poco a poco para acostumbrarse a la luz.

—¿Ya estás mejor? —pregunta Hermione.

—Excelente —le responde mi hermano.

—Nos diste un buen susto —uno de los gemelos se acerca y se sienta a mi lado, cerca de la camilla de Harry.

—¿Qué pasó? —pregunta él.

—Pues caiste de tu escoba —le dice Ron.

—¿En serio? Y el partido, ¿Quién ganó? —pregunta, más apurado por el resultado.

Todos se remueven incómodos ante esa pregunta, ya que Gryffindor no ganó. Y Harry también lo comprende.

—¿Es en serio, Potter? —exclamo— Te caes de tu escoba después de un ataque de los dementores en plena tormenta, y ¿Te preocupas por cómo quedó el partido? —pregunto incrédula— ¡Y yo aquí preocupada por ti y porque... despiertes! ¡Eres imposible! —gruño— ¿Sabes qué? Me largo.

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