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[Avery Potter]

¿Cómo, por el poder de Merlín, se enteraron que soy amiga de Malfoy?

Siempre hemos sido muy cuidadosos cuando nos veíamos o hablábamos en el colegio.

—Es secreto —habló uno de los gemelos, respondiendo inconscientemente a lo que estaba pensando.

—Al menos ya sabemos que si es cierto —dijo el otro mirando a su gemelo.

Menos mal que tuvieron la decencia de salir al jardín para hablarlo, si Harry se enteraba... o Ron.

—No digan nada, por favor —pedí con cara de súplica.

—Podremos ser bromistas.

—Podremos ser molestos algunas veces.

—Incluso hasta pasarnos de la raya con algunas bromas.

—Pero jamás.

—Jamás.

—Seremos unos soplones —dijeron ambos, con una gran sonrisa.

Hasta que dijeron eso pude respirar en paz. ¿De verdad habíamos durado solo un año siendo amigos en secreto? Pensé que podríamos durar más sin que nadie aparte de nuestros amigos supieran.

—Pero queremos saber algo.

—Ajá —fruncí el entrecejo.

—¿Es buen amigo?

—Porque si no lo es, podríamos hacerle unas cuantas bromas.

Reí un poco.

—Me encantaría ver eso —sonreí maliciosa— Pero, por suerte, es buen amigo.

Los gemelos miraron detrás de mí. Me giré y ví a un hombre. Un mago seguro, tenía pelo rojo como ellos.

Es su padre, genia.

Nos apresuramos a entrar y volvernos a sentar en la mesa.

—¿De qué hablaron? —preguntó Harry, comiendo.

—De nada importante —dije.

—¡Buen día, Waesleys! —saludó aquel hombre.

—Hola, papá —dijeron todos.

—Hola, Arthur —saludó la sra. Waesley.

—¡Que noche! Nueve redadas, ¡Nueve! —se empezó a acomodar.

—¿Redadas? —preguntó Harry a ron, en un susurro.

—Trabaja en el Ministerio de Magia, en el Departamento del Uso Incorrecto de Artefactos Muggles, cree que son facinantes —nos dijo.

En ese momento, el sr. Waesley se sentó en la mesa, a un lado de Harry específicamente.

—¡Muy bien! —dijo animado, y ahí es donde se dió cuenta de nuestra presencia— Y ¿Ustedes quienes son?

—Oh, lo siento. Soy Harry, señor, Harry Potter —se presentó.

—Yo soy Avery Potter —sonreí un poco.

—Santo Dios, son ustedes —se sorprendió— Ron ya nos habló mucho de ustedes, ¿Cuándo llegaron?

—Esta mañana —la sra. Waesley se puso las manos en la cintura— Anoche, tus hijos volaron el auto encantado para ir a su casa y volver —explicó en modo de reprimenda.

—¿Eso hicieron? —preguntó el sr. Waesley a sus hijos— ¿Qué tal corre? —preguntó con emoción.

Nuestros amigos le dijeron que «Muy bien» o «Muy rápido», pero la señora Waesley le dió un pequeño golpe en el hombro como si esperara que les dijera algo.

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