C A P I T U L O 19.

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Cuando estábamos en la escuela, tomé a Delia de la mano mientras caminábamos por los pasillos. Se me hacía muy extraño caminar de la mano junto a alguien y más en la escuela estando en frente de todos. Pero aún así no me importaba, porque no iba a dejar que nadie se le acercara.

— Iugh, lesbianas — dijo una chica mientras pasabamos, a lo cual me detuve de inmediato.

—No le hagas caso, vámonos— dijo Delia jalando mi brazo.

Yo me regresé a dónde estaba la chica y me puse en frente de ella.

—¿Qué dijiste?—pregunté incrédula.

La amiga de la chica le susurró algo.

—Nada —dijo la chica y tragó saliva.

—Eso creí —sonreí hipócritamente y regresé con Delia.

—¿Qué les ibas a hacer? — me preguntó Delia.

— Nada porque no dijeron nada.

— Por favor ya no hagas que te suspendan, quiero estar contigo —abrazó mi brazo.

— Las personas tienen la culpa por hacerme enojar de lo estúpidas que son.

—Y lo entiendo, pero no debería de importarte.

Después de un rato, cada quien volvió a su clase.

Desde que me había cambiado de escuela, me estaba yendo demasiado mal con las calificaciones. No entregaba trabajos y todavía no conseguía a alguien que me hiciera la tarea, ni siquiera me había tomado la molestia de investigar quién era el más inteligente de la clase, todo por estar más pendiente de Delia.

—Tú, chica de atrás — Me señaló el profesor.

—¿Yo? —Pregunté apuntando mi pecho.

¿Qué mierda quería este idiota?

—¿Cómo te llamas? Todavía no me aprendo tu nombre.

—Astrid— dije cortante.

—Muy bien, Astrid, que te parece si nos explicas que ocurrió en 1837.

Yo qué mierda iba a saber, a nadie le importa lo que ocurrió en el pasado, odiaba la historia, lo único que sabía es que habían pasado puras estupideces.

—Seguramente nació usted— Fue lo único que me llegó a la mente y toda la clase empezó a reír.

—¿Disculpe?— dijo el maestro confundido y con molestia.

—En esos años pasaron cosas que sólo usted recuerda, seguro fue su época dorada— El profesor si se notaba bastante viejo.

—Salga de mi clase— dijo enojado mientras todos seguían riendo —¡cállense! — Les gritó y salí de ahí feliz de ya no tener que soportar su aburrida plática del pasado.

Me senté en una de las bancas de la escuela para dormirme, pero unas chicas se acercaron conmigo.

—Hola — dijeron tímidas al mismo tiempo.

—¿Quiénes son? — pregunté levantando la ceja.

—Sólo queríamos agradecerte de que hayas podido enfrentar a la odiosa Ana— dijo una de las chicas.

—¿Quién es Ana? — No estaba entendiendo.

—A la que le rompiste el teléfono  ¡fue genial! — dijo una de ellas.

—Si, y el espagueti en su cara, jamás lo olvidaré.

—Emm... ¿Gracias? — Seguía sin entender porqué estaban hablándome.

Experta en ilusionar (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora