C A P I T U L O 29.

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A lo largo de la madrugada llegó un momento en el que se me quitó el sueño y pude disfrutar más de las películas. El estómago me gruñía por el hambre, pero no podía irme. Las alucinaciones no tardaron en aparecer, pero no me asustaba porque sabía lo que eran.

Poco a poco vi como amanecía y las enfermeras aparecieron, haciendo que Delia se despertara.

Yo aproveché para salir del hospital y comprar algo de comida para llevar. Comí de prisa en la cafetería del hospital y me dirigí de nuevo con Delia. Ya no estaban las enfermeras por lo que me puso de nervios haberla dejado sola unos minutos.

—¿Cómo dormiste anoche? —preguntó.

—Bien —obvio mentí.

—No era necesario que te quedaras, pero gracias por hacerlo de todos modos —me sonrió y no pude resistirme ante su sonrisa por lo que me acerqué a ella y puse mi frente con la suya. Era algo extraño que me gustaba hacer con ella, me hacía sentir que estábamos conectadas.

—¿Te molesto? —pregunté y ella negó con la cabeza —Muero por besarte —acerqué mis labios a los de ella despacio para ver si me daba permiso y ella respondió levantándose para acortar la poca distancia que teníamos y juntar nuestros labios. La besé lo más tranquila y delicada que pude, solo quería disfrutar su sabor, sin necesidad de acelerar ni excitarme. Aunque me era imposible no excitarme con la simple presencia de Delia, me gustaba mucho. Tomé su mejilla y la acaricié mientras seguía disfrutando de sus hermosos labios que me volvían loca.

El sonido de la puerta que indicaba que alguien estaba abriendo, me sacó de mi paraíso y me levanté nerviosa.

La mamá de Delia se veía sorprendida, mientras mis mejillas estaban rojas de la estúpida vergüenza. No sabía cómo reaccionar.

—Emm... Lo siento —le dije a su madre y después miré a Delia quien también se veía avergonzada —Estaré en el pasillo —Les dije apenada y salí de ahí.

Tenía miedo que su mamá reaccionara de mala manera y la regañara, o que ya no me permitiera entrar con ella. Si era así, de todos modos entraría de alguna manera.

Después de una larga espera en el pasillo y luchando contra el sueño, la mamá salió y me paré de inmediato nerviosa cuando me vió.

—Solo quiero que Delia esté bien y sea feliz —dijo cabizbaja —¿La podrías ayudar?

—Lo intentaré —asentí con la cabeza. Me alegraba que no se lo había tomado mal.

—Tengo que irme, al rato volveré —me mostró una pequeña sonrisa pero aún tenía la mirada triste. Se fue, y yo volví con Delia.

—¿Qué te dijo? —le pregunté.

—Que no se esperaba que me gustaran las mujeres, pero que no le importaba con quién estaba, solo quería que estuviera bien —me indicó que me sentara a lado de ella y lo hice —Me preguntó que si me habías hecho daño pero lo negué, tú no eres la causante de mi mente negativa.

—¿Estás segura? Alicia cree que te hice algo malo.

—Eso es porque te odia —rió —tú no me hiciste nada. Astrid, perdón, no quería que me vieras así —dijo más seria —Solo no me gusta estar aquí, quiero que tú te sientas mejor y que estés con alguien más que no odie su vida. Así que no voy a decir que es tu culpa o de alguien más. Tal vez solo soy yo, solo hay algo mal en mi, eso es todo.

—Yo solo quiero estar contigo, no me interesa estar de novia con alguien más. Dime Delia, ¿Qué tengo que hacer para que seas feliz? —Tenia que haber algo que quisiera.

Experta en ilusionar (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora