Capitulo 25

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Marizza giró su cuerpo y volvió a verlo, Pablo lucía como un gran gato perezoso luego de haber comido, se veía cómodo y muy dormido así que ella a pasos lentos y silenciosos se acercó a su lado y tomó asiento ya no había sueño en ella, así que estaba muy consciente de sus actos.

Marizza: Su cabello está todo revuelto.- Comentó por lo bajo tentándose a arreglarlos, pero en vez de hacer aquello ella simplemente le dio un toque a la mejilla con su índice, sonrió al ver que el rubio arrugó apenas su nariz.

La pelirroja siguió picando divertida la mejilla contraria, hasta que unos minutos más pasaron y esos ojos se abrieron, Marizza helo sus movimientos, su boca dejó de mostrar una sonrisa, ahora era una sonrisa nerviosa.

Pablo: ¿Qué haces?.- Preguntó siendo totalmente malo, pero él estaba riendo por dentro.

Marizza: Nada.- Rápidamente retiró su dedo de la mejilla contraria y sonrió aún más, por puro nervios y vergüenza.

Pablo: Que extraña eres, Andrade.- Le dijó mientras enderezaba su cuerpo y se estiraba.- Tengo hambre.- Gruñó y miró a su novia de mentiras.- Hazme de desayunar.

La chica no refunfuñó ni nada, ella también tenía hambre y no le molestaba preparar algo para ambos

Marizza: ¿Qué tal Panqueques?.- Le propuso.

Pablo: No suena mal.- Pero pronto entro en sí.- Espera, tú no sabes cocinar...

Marizza: Los panqueques es lo único que no quemo...

Pablo: Bien entonces.- Le creyó, de todas formas no era la cocina de su madre la que se quemaría si algo fallaba.

Un par de minutos pasaron, el rubio nunca se movió de la silla y solo se dedicó a ver cocinar a la pelirroja, Marizza tarareaba algo mientras daba vuelta los panqueques, y ha Pablo, lo que importaba era no perder de vista a su "novia" pues cualquier cosa podría ocurrir, así como hacer explotar la cocina o alguna otra tragedia ilógica... Pablo solo no podía apartar la mirada.

Marizza: Este es tuyo, y este es mío.- Dejo ambos platos frente a ellos.

Pablo: Lucen bien...- Ella negó con la cabeza.

Marizza: Lucen deliciosos, y lo está.- Quería presumir, era lo único que podía cocinar de manera deliciosa, así que presumiría hasta el cansancio de ello

Pablo: Probar para creer.- ¿No era ver para creer?, le daba igual y ella rió por lo bajo y como se suponía que iba a pasar, pasó ella sonrió en grande cuando el rubio dejó el plato limpio.- No estuvieron mal.- Dijo de manera poco emocionada claramente le habían gustado.

Horas después 

Marizza: Mamá nos pidió que fuéramos hacer las compras.- Informó jugando con sus dedos evitando mirar a Pablo.

Pablo: Nada de eso, llevaremos mi motocicleta al taller para que cubran el desastre que ocasionó mi padre.- Estaba siendo exagerado, pues solo era un raspón en la pintura, nada que otros ojos vieran a detalle, pero para sus ojos ese raspón era demasiado visible.- Vamos, Andrade.

Marizza: Per...

Pablo: No te preocupes, tal vez hagamos las compras luego.

Marizza: ¿Tal vez?, no, podemos ir ahora y luego...

Pablo: No, vamos Andrade.- Interrumpió nuevamente y la tomó de la mano, llevándose consigo, a él se le estaba haciendo costumbre ser acompañado por Marizza a todas partes.

La pelirroja trató tanto de soltarse que se cansó de hacerlo a unas cuadras del camino.

Marizza: Podría pasar cualquier cosa, todavía sigo pensando que deberíamos ir ahora hacer las compras...- Dijo, pero sabía que el rubio no la escucharía, esa sonrisa en su rostro se lo decía todo.

Un novio de mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora