Capítulo III

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No podía creer lo que me había dicho «¿Cómo era posible?». Pero no carecía de sentido. Ella lo sabía todo acerca de nosotros. «¡No podía ser solo una historia!».

No pude dormir, aunque era lo lógico, pues era mi primera noche como vampira, o mejor dicho, mi primer día.

Busqué en mi mente las imágenes que me había transmitido Eric a través de la sangre. Era como adelantar una película de video. Aunque, no. Esa no era la descripción perfecta. Más bien era como ver un álbum de fotografías, donde en un momento estas en una parte y al pasar la hoja, en la siguiente foto, estas en otro sitio distinto del anterior. Así era. Rápidamente pasaba imágenes de países, pueblos, personas, culturas, creencias, reuniones, matanzas, vidas... y ahí estaba lo que yo buscaba.

La imagen del "conciliábulo" entre vampiros, aquel producido cuando la madre de todos los vampiros nos quería destruir en su loco plan de crear la paz eliminando a todos los hombres del mundo. «Akasha, la Reina de los Condenados».

Ahí estaban Maharet, Marius, Armand, Louis, Gabrielle, Daniel, Eric, Mael, Santino, Pandora, Khayman y Jesse, la hija de Maharet... pero había otra persona que Anne Rice no mencionaba en su libro o el mismo Lestat.

Una mujer de cabello negro, largo y liso, robusta, de ojos negros y mirada perdida, de labios rojos por el maquillaje.

«Es la propia Anne Rice» lo supe de inmediato. «¿Qué hacia allí, como apartada de todos? Y más bien, del lado de la madre, ¿del lado de Akasha?».

«¿Acaso había estado ella de acuerdo con Akasha en su plan loco, aun cuando ni el propio Lestat lo estuvo? ».

Los parpados se me volvieron pesados, ya no pude resistir y caí en un sueño profundo, donde todo lo que había estado pensando se esfumó de inmediato.

* * *

Cuando desperté, creo que me sobresalté.

Abrí los ojos de golpe y, con la misma intensidad con la que desperté, recordé dónde estaba y qué era.

Pasé mi mano derecha por mi rostro y luego traté de empujar la tapa del ataúd, pero no abrió.

Recordé el pestillo exterior, había uno por dentro y otro por fuera.

La noche anterior, no cerré por dentro porque me parecía improbable que alguien entrara a la casa. Entonces ¿Qué había pasado? ¿Acaso Eric había cerrado desde afuera? «Pero ¿por qué?» me pregunté.

Él ya debía estar despierto.

-¡Eric! -Llamé, pero no escuché nada.- ¡Eric!

-¿Qué pasa, querida Rose? -preguntó él, desde afuera.

-No puedo salir... por favor, ábreme.

Silencio.

-¿Eric?

-Lo siento, Rose... -dijo él despacio.- no puedo abrirte, tendrás que hacerlo por ti misma...

-¡¿Qué?! -exclamé algo nerviosa. El hambre empezaba a azotarme.

-Eres fuerte... -dijo-, tienes mi sangre, puedes hacerlo.

Escuché sus pasos alejándose y luego nada. «¿Se había ido o solo se había sentado, en silencio, en un lugar apartado para contemplar lo que yo haría?».

Esto último era más probable, pues sentí su presencia fuerte, aunque no pude estar segura.

«No pierdas la calma» me dije «Él tiene razón».

Creo que estuve concentrándome por unos diez minutos, tratando de canalizar mi energía, dejando de lado el hambre y los nervios.

«Puedo hacerlo... solamente tengo que pensar en lo que realmente deseo que suceda».

Visualicé el pestillo externo del ataúd. «Ábrete, ahora».

Y en eso pude escuchar el roce del pestillo al correrse. Al instante empujé la tapa y quedé libre. Me senté automáticamente y miré a mí alrededor. Eric estaba sentado en un extremo alejado con una sonrisa que denotaba satisfacción.

-Felicidades, querida Rose... -dijo acercándose. Me ofreció la mano para ayudarme a salir del ataúd.

-¿Por qué lo hiciste? -inquirí algo molesta.

-¿Y por qué no? ¿Acaso no debes aprender a usar tus poderes?

Le miré fijamente. No me gustó la prueba, pero... ¿no era interesante descubrir lo que yo podía hacer?

-Tengo hambre... -dije, olvidando el tema. Él sonrió.

-Ven aquí... -me dijo suavemente. Obedecí.

Me abrazó y apartó mi cabello castaño de mi cuello y lo besó. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Deseé otra vez su sangre antigua. Deseé saber más de él.

-Bebe... -dijo, y atrajo mi cabeza a su cuello. Penetré con facilidad la piel y ¡oh, dulce néctar! Delicia infinita.

Pero me sorprendí, porque entonces lo sentí a él en mi cuello, hincando sus afilados colmillos y bebiendo de mí, a la vez que yo bebía de él.

Después de eso fuimos a cazar.

Eric mató a una joven prostituta. Salimos en auto hacia la autopista donde ella y otras mujeres "trabajaban".

Bajó la ventanilla del auto y la llamó. Ella, una mujer morena, joven y con la boca pintarrajeada de rojo, le sonrió.

Yo iba de copiloto, como es de suponer.

Eric sacó un fajo de billetes y ella subió al auto. Para ella era común atender parejas, o lo que fuera.

Eric condujo y se detuvo en un lugar bastante solitario, y ella se pasó para adelante. Yo no me moví.

Se le sentó en las piernas a horcajadas, quedando frente a él. Ella lo besó mientras yo observaba.

Eric le acarició los senos y bajó por su cuerpo, ella gimió, pero en su mente pude leer que para ella éramos muy extraños.

No podía culparla. Nuestras caras estaban pálidas por el hambre y nuestra piel era fría.

Después de un momento, Eric pareció cansarse del juego. Hundió su cara en el cuello de ella y unos segundos mas tarde ya todo había terminado.

Él salió del auto y abrió la maleta, sacó una pala y cavó hondo en la tierra. Luego tiró el cadáver.

Yo estaba tensa, pero por lo menos él me había alimentado antes de salir de casa.

Para mí, él buscó a un chico. Un chico blanco, rubio, de ojos rayados ¡oh, era encantador! Su boca gruesa y sus largos dedos de las manos; delgado como un gato, estaba lleno de pasión por mi. Acabé con él antes de que supiera lo que estaba sucediendo.

-Entiérralo... -dijo Eric.

Quería que me hiciera responsable de mis cadáveres «tal y como lo había hecho con mis poderes» pensé. «No demorará demasiado en abandonarme» pensé de improviso. «Me enseña a no depender de nadie para luego abandonarme».

Bueno, eso pasaba a menudo en el mundo de los vampiros.

Sangre y NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora