Capítulo XII

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Esa primera noche me di un baño, no lo pude aguantar más y me metí en una ducha de agua caliente.

¡Ah, que maravillosa sensación! No era indispensable que hiciera tal cosa, pero mi mente lo pedía como un impulso humano.

De inmediato hice gran espuma y me metí en la bañera a disfrutar, embelesada totalmente, de las burbujas como si fuese algo de otro mundo.

Sentí gran placer al frotar mi cuerpo desnudo con una malla especial para el baño. Dejé escapar gemidos de placer, y creo que demasiado fuertes porque llamé la atención de alguien en la casa. Sentí la presencia y la puerta entreabierta crujió al abrirse totalmente.

-¿Qué haces aquí? —pregunté. Era Joseph.

-Escuché... -dijo lentamente, mirándome desnuda- como unos gritos y me preocupé... —parecía exaltado.

-¿Mis gemidos parecían como si estuviera matando a una victima? —pregunté. Eso era lo que lo había excitado. Su cara se turbó ante mi pregunta.

-Lo siento...

Las gotas corrían por mi cuerpo y el vapor del agua caliente se condensaba en el aire.

-¿Recuerdas... esa sensación que sientes ahora? —pregunté.

Él me miró atentamente a los ojos.

-¿Recuerdas lo que significaba esa sensación cuando eras un mortal, esa excitación? —inquirí, y luego me arrepentí de mi pregunta.

Tomé la blanca toalla de algodón y me cubrí, saliendo de la bañera. Le miré, parecía triste y no me veía.

-Perdóname, Joseph... -dije poniéndole una mano en el hombro.- No debí preguntarte eso...

Él negó con la cabeza.

-Está bien, creo que es una pregunta común hasta para mí... —entonces me miró—, pero ¿lo sabes? —inquirió.

No entendí muy bien a qué se refería exactamente, y él pareció notarlo.

-¿Sabes lo que nos pasa a nosotros? —dijo.

Entonces asentí.

-Aunque sientas la excitación, ese miembro ya no funciona... -dije, sin expresión-, no somos capaces de procrear...

Salí del baño y lo dejé.

Después de eso, las noches transcurrieron con calma. Me es difícil no compararlas con las descritas por Louis, esas noches entre él, Lestat y Claudia.

Dejar el cementerio fue fácil, pero adaptarme al estilo de vida que llevaban Joseph y Seth me costó algo más. Pero yo los amaba, me hacían delirar.

Las noches de cacería, por ejemplo, eran esplendidas, pero no me alcanzaría el tiempo para contarlas todas. Solo diré que formábamos pequeños teatrillos, muy lejos de la zona de las casonas, donde unas veces Joseph y yo pasábamos por una pareja llena de romance, cuando en eso nos "encontraba" Seth airado como un amante burlado, y nos armaba un gran escándalo, atrayendo así a algunos mortales, a los cuales luego atacábamos.

¡Ah, era una locura! Pero nos encantaba; siempre ideando una nueva forma de cazar.

Luego pasaba algunas horas sumergida en la biblioteca leyendo y leyendo, con tanta avidez, que a veces me acababa un libro gruesísimo en una sola noche. Me encontraba tan absorta que algunas veces Joseph o Seth entraban para despegarme de ahí e ir a dormir, pues no era consciente del tiempo.

Otras veces dábamos pequeños paseos por la calle o nos adentrábamos, Seth y yo, en el cementerio. A Joseph no le agradaba ir sino era para ocultar cadáveres.

A veces íbamos al cine. Me encantaba el cine, ver los amaneceres y la luz del día en la gran pantalla con una intensidad que parecía que podía apreciarlo como si estuviese viva.

De tanto en tanto también nos aparecíamos en el teatro, cuando se daba en San Francisco; y otras veces a la ópera, lo cual me hacia nuevamente compararnos con los antiguos vampiros. Pero casi siempre íbamos a los conciertos, fueran de lo que fueran. Aunque por supuesto teníamos nuestras bandas y cantantes favoritos.

Allá bebíamos de los jóvenes mortales, sin matarlos, y si perdían el conocimiento lo atribuían fácilmente al éxtasis de ver a sus ídolos sobre el escenario.

A veces me quedaba sola en casa con Joseph, mientras Seth salía furtivamente en su auto. Entonces escuchaba las melodías que Joseph tocaba en el piano.

¿Acaso no mencioné el piano de la planta baja?

¡Oh, sí! Un piano de cola, hermoso, de un color madera increíblemente brillante.

Joseph tocaba de todo, cada noche algo diferente; pero yo siempre le pedía que tocara una pieza en especial: la que escuché esa primera noche que estuve con ellos. Tenía un nombre algo tonto, así como "La Gente del Lejano Norte", pero tenía un sentimiento, que podía llevarte desde la más infinita melancolía, pasar por un tono esperanzador y convertirse luego en un rimbombante despliegue de fuerza e intensidad.

Me encantaba sentarme en un sillón a escuchar su melodía en el piano y soñar con ella. Y a Joseph le encantaba tocar para mi, por eso nunca me decía que no cuando le pedía que tocara La Gente del Lejano Norte.

Y cuando Seth estaba en casa, sacaba un violín de su habitación y tocaba junto a Joseph en el piano.

La magia era absoluta y al ver a Seth hacer sonar el violín me pareció irónico, pues Lestat también tocaba el violín y Seth se me parecía tanto a Lestat. ¿Era una casualidad? Ahora lo se...

Aun recuerdo aquella noche, una de las primeras en las que llovía copiosamente. Salí a la calle y vi la lluvia caer sobre mis manos; la miré extasiada, era tan absorbente y yo reía y reía, más bien carcajeaba ante tal cosa como si fuese lo más gracioso del mundo, y entonces ambos venían a arrastrarme a dentro de la casa, pues sino los vecinos creerían que estaba demente. ¡Pero era la primera vez que veía la lluvia desde que había muerto!

No les miento si les digo que esto suele pasarnos a los vampiros: quedarnos absortos ante algo que nos era simplemente normal, como por ejemplo, mirar una vela encendida, ver esa pequeña llama bailar era simplemente deslumbrante, pero deben comprender que esto se da por la intensidad de nuestros sentidos.

Otra cosa era nuestra voz. Al convertirnos en vampiros, nuestra voz se vuelve más vibrante, y a veces un suave murmullo parece, a nuestros oídos, una oración dicha en un tono normal y graduado. ¡Imagínense lo que es un grito! Le romperíamos los tímpanos a unos cuantos...; debo detenerme para reírme de esto.

Sangre y NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora