Capítulo XXII

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La siguiente noche salí a cazar. La victima, una mujer que busqué, con todo propósito, físicamente parecida a Anne Rice. Fui especialmente cruel y violenta. No sabia porqué esa mujer me alteraba tanto los nervios, o tal vez si lo sabía.

Su forma de actuar era espeluznante. Nadie había podido destruirla y sin embargo ella seguía atacando vampiros; ya no se alimentaba de sangre humana, sino de la de los de su misma especie.

Sentí deseos de ir a la avenida Saint-Charles, pero era una locura. En lugar de eso volví a casa.

Ekeptos me había dicho que no la buscara y podía estar segura que la Rice estaría acechando.

Quería destruirla, quería borrarla del mapa de los vampiros, deseaba ver si Mekare haría algo en realidad. Pero los poderes de Anne Rice eran mayores a los míos, eso lo sabía. Antes la había podido derribar porque la tomé por sorpresa, pero eso era todo. Ella había bebido de la sangre de la Madre, estaba segura de ello. El vampiro que bebía de esa sangre obtenía poderes sin iguales, aunque fuese muy joven. Para muestra estaba Lestat, aunque él no usaba esos poderes a menos que fuese absolutamente necesario, puesto que le hacían recordar a Akasha y la época en que pasaron terribles cosas.

Lo más sensato era que me fuera de la ciudad, pero no podía sacarme de la cabeza la idea de destruir a esa odiosa y despiadada vampiresa.

¿Y Ekeptos? No sabia nada de ella, y aun tenia preguntas por hacerle. ¿Dónde estaría Armand? ¿Cómo podía localizarle? Necesitaba hablar con alguien del conciliábulo. ¿Louis? ¿Quizás Marius? No, que tontería. Ni siquiera Eric... Eric, tal vez era el momento de buscarlo. Eso significaba que debía regresar a San Francisco. Deseaba tanto volver a ver a Seth y a Joseph, mis queridos amigos...

En ese momento vi la chaqueta azul en el sofá de la casa. ¿Qué hacia ahí?

La tomé entre mis manos y recordé a Novak Djinvic ¿Qué habría sido de él? ¿Lo había encontrado Anne Rice? ¿Habría... desaparecido?

-¡Rayos!

Que terrible era no poder saber nada. Era desesperante. ¿Y si llamaba a míster Malkin para que localizara a Novak? ¡Oh, que ridículo!

Entonces escuché golpes en la puerta. ¿Quién podía tocar a las dos de la mañana? Más bien ¿quién podía tocar a mi puerta? No recordaba haber llamado a míster Malkin... tal vez me aclararía el asunto de los lirios...

Pero cuando abrí la puerta no era míster Malkin quien se hallaba del otro lado, sino el flamante vampiro serbio Novak Djinvic.

-Tú... -dije estúpidamente. Sentí que sondeó mi mente, tomándome por sorpresa otra vez.

-Vaya, veo que estabas pensando en mí... -dijo con una sonrisita burlona.

-¡No tienes derecho a entrar en mi mente! —exclamé.

-¿Pero qué dices? Lo digo porque tienes mi chaqueta... -dijo señalando inocentemente su chaqueta que aun estaba entre mis manos. Créanme que si hubiese sido humana en ese momento me habría sonrojado.

Se la entregué al instante.

-Estaba pensando qué hacer con ella. —dije mecánicamente. Lo miré a los ojos, a esos ojos azules tan bonitos que tenía ¡que locura!- ¿deseas entrar? —le pregunté haciendo un gesto con las manos.

Él pareció pensarlo, y a mí me pareció que lo hacia a propósito. Entonces sonrió y siguió adelante.

Cerré la puerta y me volví a mirarlo. Él parecía admirar la casa como no lo había podido hacer la noche anterior.

-Pensaba que quizá Anne Rice te había vuelto a encontrar.

Él me miró y negó con la cabeza.

-Nada de eso. He tenido que volverme mas precavido. No te imaginas las vueltas que he tenido que dar intencionalmente para por fin tocar tu puerta.

-No tenías porque venir, pero te lo agradezco... -dije algo temblorosamente.

-¿Bromeas? —dijo arqueando las cejas.- esta chaqueta tiene un valor incalculable para mi...

Me quedé muda y él se carcajeó frente a mí. Jamás me habían hecho sentir así desde que había muerto.

Pero entonces también sonreí.

-¿Acaso eres un vampiro comediante? No parecías así ayer... —dije con algo de maldad.

-Creo que nadie estaba en sus cabales anoche...

Eso era cierto.

-¿Solo viniste por la chaqueta? —pregunté por curiosidad, pero sin dárselo a entender.

-No... -dijo serio, y se acercó lentamente a mí.- vine a darte las gracias como te lo mereces...

Me rodeó con los brazos y se inclinó buscando mis labios. Cuando su boca encontró la mía, sentí el liquido correr en mi boca. Era el beso de sangre. Vi unas imágenes a través de ella que me fueron transmitidas.

Una aldea, unos niños jugando en un campo pedregoso, luego un jardín... pude sentir la grama debajo de mis pies descalzos como si fuese mío ese recuerdo; y por ultimo, vi el rostro de Novak antes de ser convertido en vampiro.

Era hermoso. No es que ahora no lo fuera; era solo que en la imagen él estaba vivo, y sus ojos brillaban bajo la luz del sol como jamás volverían a brillar.

Mantuve los ojos cerrados a pesar de que él ya se había separado de mí. Deseaba grabar ese rostro en mi mente para siempre.

-¿Por qué...? —dije sin poder terminar la pregunta.

-No tengo otra forma mas honrosa para agradecerte, Rose... -dijo en un tono que lo hacia parecer vulnerable.- es todo cuanto tengo de mi mismo, de lo que fui...

Deseé tocarlo, pero no me atreví.

-¿Acaso no recuerdas que sondeé tu mente? —me preguntó con una sonrisa a medias, antes de que yo pudiese decirle cualquier cosa.- has considerado marcharte de Nueva Orleans...

Eso me cayó como un balde de agua fría, y miré a otro lado evitando su mirada.

-No sé exactamente qué hacer... -dije suavemente.

-Cuando lo decidas... ¿podrías compartirlo conmigo?

-¿Por qué? —pregunté mirándole.

-No me lo tomes a mal, pero desearía poder acompañarte...

Eso me tomó por sorpresa, pero no me desagradó.

-¿Lo considerarás? —me preguntó con curiosidad.

Yo sonreí.

-Está bien... -respondí.

-¡Grandioso! —exclamó con su tono melodioso.- ¿te gustaría salir a pasear bajo las estrellas?

-¿Me lo tomarías a mal si te pidiera que nos quedáramos aquí?

Él cambió de expresión.

-¿La dama desea retozar? —preguntó sarcástico. Me quedé pasmada al escuchar semejante cosa.

-¡Que idiota eres! —exclamé y ambos reímos.

Desde ese entonces Novak siempre tuvo el don de hacerme reír.

Nos sentamos en el sofá y le pedí que me relatara la historia de su vida. Él argumentó que no deseaba contármelo todo en una noche, porque era una historia muy corta, y yo sonreí ante su encanto; pero al final accedió.

Sangre y NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora