Capítulo VII

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Por segunda vez en la noche caminé hacia la entrada del cementerio y miré las casonas nuevamente.

Volví a cruzar la calle, pero en lugar de volver a la derecha, tomé el camino de las grandes y antiguas casas.

Recorrí las casonas de ese lado con cierta rapidez. Para ser sincera, no me agradaron sus habitantes, tan finos, pero tan sosos a la vez.

Aunque las casas eran arquitectónicamente espectaculares, y me dejaron fascinadas.

Pero pocas de ellas tenían buen arte, sino esas pinturas de ahora que carecen de sentido, que no son mas que líneas sin rumbo, salpicadas de color por todas partes.

Lo que yo esperaba era que, como eran de antiguas las casonas, así también fueran sus muebles y artes, pero me quedé decepcionada.

Otra vez crucé la calle y caminé recorriendo las fachadas de las casonas del lado del cementerio, pero ya no estaba entusiasmada. Así que caminé distraídamente, pensando y mirando las puntas de mis botas. Entonces sentí algo y me detuve.

Alcé la vista y me di cuenta de que me encontraba frente a la casona de la noche anterior. Pero eso no fue lo que me detuvo, sino la presencia, más bien, la persona que estaba mirándome.

Un hombre recostado de la pared del frente de la casa. Él me había visto venir distraída y me miró fijamente hasta que me di cuenta.

Él sabía lo que yo era; y lo sabía porque él también era vampiro.

Lo contemplé atónita, pero mi rostro no dejó escapar ninguna expresión luego de la sorpresa inicial.

Viéndolo así, parecía un mortal que había salido de la casa para tomar aire o simplemente fumar un cigarrillo.

Agucé el oído, sintiendo todo a mí alrededor. En la casa también había otro vampiro. En total eran solo ellos dos.

No me moví. La verdad no sabía qué hacer. Desde todas las perspectivas yo tenia las de perder. Ninguna de mis opciones parecía realmente buena.

Si seguía caminado y él me veía entrar en el cementerio, yo podía estar en peligro porque, siendo ellos mayoría, podían salir a buscarme y destruirme.

Si seguía mi camino y no me detenía en el cementerio, estarían alertas a mi presencia, pues era su territorio de caza, y si por el contrario, me le acercaba, podrían tildarme de débil e igualmente destruirme.

«¿Qué puedo hacer?»

Entonces, en ese momento, de improviso, él se me acercó. No puedo ocultar que sentí terror al verlo caminar hacia mí.

Deseé tener más tiempo muerta, ser quizás más fuerte o por lo menos haber tenido con quien practicar el don de la mente. Eric no me había enseñado a cerrar mi mente a otros; en realidad Eric me había dejado carente de ciertas cosas...

«¡Eric, Eric! ¿Por qué demonios tenia que pensar en él ahora?» Lo cierto era que no había un momento en el que no pensara en él.

Yo solo deseé poder seguir mi camino, entrar al cementerio y poder disfrutar de las dos o tres horas que me quedaban antes del alba, explorando las tumbas, los nombres, las fechas, las dedicatorias... pero sin embargo estaba ahí, aterrorizada, ante un vampiro que lo mas seguro era que llevara años muerto y que sin duda sabría usar sus poderes mucho mejor que yo.

Quería gritar, pero me obligué a permanecer con el rostro inexpresivo.

Al acercarse sus pasos fueron lentos y bien medidos; su ropa era elegante, pero algo anticuada: camisa blanca, con un corte de principios del siglo XIX, corbata, guardacamisa negra, pantalones del mismo color y zapatos bien lustrados.

Sangre y NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora