Capítulo IX

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-Bienvenidos, Señor y Señora... Sheridan. —dijo el anfitrión, mirando los nombres en la tarjeta de invitación.- Que disfruten de la fiesta...

-Gracias —dije, mientras Seth hacia un signo de asentimiento.

El salón que nos recibía estaba lleno de mortales vestidos, de cierta forma parecida a nosotros.

-Es un baile muy chic ¿no crees, querida? —dijo Seth con una mueca de burla.

Yo solo me limité a mirarlo y no le respondí.

El salón se encontraba bastante animado y las mesas de invitados estaban atestadas de ellos, y nosotros nos veíamos muy pálidos por el hambre, y nuestra ropa negra lo resaltaba aun más ¿cómo íbamos a pasar desapercibidos? Un salón demasiado iluminado era algo peligroso para un vampiro. Pero a decir verdad, nadie pareció prestarnos la más mínima atención.

De pronto las luces empezaron a hacerse más tenues y se concentraron en el escenario, donde un par de animadores invitaban a todos a participar y a bailar. ¡Todo el salón había quedado a oscuras excepto por el escenario!

Miré sorprendida a Seth por nuestra suerte, pero una sonrisa en su boca me hizo sospechar.

-¿Lo sabias? —le pregunté por encima del ruido de la música y las risas.

Él asintió.

-La tarjeta dice que la "Crazy Hour" empieza a las diez en punto... -dijo con una sonrisa astuta.- ¡Y estos mortales siempre son puntuales!

«¡Por Dios!» exclamé para mí. Seth estaba loco.

Pero ¿cómo se suponía que mataríamos ahí? Un muerto seria un escándalo.

Entonces nos contentamos con sorber un poco de sangre por aquí, otro poco por allá, sin llegar a matar a nadie, y sin que ellos mismos lo supieran. Era simplemente seducir, engañar, luego sorber y dejar aturdida a la persona unos momentos; mostrarnos preocupados y luego retroceder.

Eso cada quien lo hizo por su lado, pero luego Seth me habló.

Se había aburrido y él quería divertirse.

¡Como si bailar con las mortales mientras les chupaba la sangre no hubiera sido entretenido!

Era algo perverso.

Seducimos a una pareja joven dispuesta a experimentar cosas nuevas. Debo decirles que esto era relativamente fácil, quiero decir, encontrar personas así a causa de nuestros poderes.

Sondeamos a los mortales y escuchamos sus pensamientos ¡básicos instintos humanos! Apareamiento.

Estábamos dentro de su auto y ambos estaban complacidos con nosotros. El joven conmigo y la chica con Seth.

Seth le acariciaba el rostro sonrosado y su cabello rizado, y ella le sonreía con coquetería; le rodeó el cuello con sus bracitos blancos y él le sujetaba por la cintura. La llenó con una estela de besos, desde sus labios hasta el cuello; pronto ella se quedó muy quieta y sus brazos perdieron fuerza alrededor del cuello de Seth. Parecía que se hubiera quedado dormida, pero no era así, por supuesto.

Yo mantenía ocupado al chico mientras Seth hacia lo suyo, y cuando acabó yo no seguí con la farsa, sino que le tapé la boca al joven y le mostré mis pequeños, pero filosos colmillos y se los clavé en el cuello con una velocidad y fuerza que él no pudo prever. Sus ojos se llenaron de terror, pero para cualquier cosa que se le hubiera ocurrido hacer, ya era demasiado tarde.

Creo que Seth se sorprendió por mi "crueldad", quizá quedó más bien fascinado; no sé si era lo que él esperaba que yo hiciera, pero lo único que si sé, es que me encantó la forma en que me miró con sus sobrenaturales ojos miel.

Llegamos de regreso al cementerio.

Al detener el auto, le miré y le dije con una sonrisa traviesa:

-Muchas gracias por la "velada", ha sido maravillosa...

Él también sonrió, pero entonces me miró como ofendido.

-¿Ya me estas echando? —dijo.

Arqueé las cejas.

-¿Qué mas deseas? —Le pregunté.— Más bien me siento mal por no haber ido a visitar a Joseph...

-¿Acaso ibas a ir esta noche a la casa? —preguntó él como si no me creyera.

«Tu sabes que sí, y me sacaste para ir a cazar lejos» le dije con la mente.

Él sonrió.

-Es cierto, pero solo deseo acompañarte...

-¡Querrás decir, acapararme!

Seth negó con la cabeza.

-Déjame, por favor... -dijo serio-, deseo hablar contigo.

Eso me pareció desconcertante de su parte.

-Está bien —dije entonces—, puedes acompañarme por lo que resta de la noche.

Bajó del auto y rápidamente me abrió la puerta.

Debo decir que me sentí como una princesa, aunque él era un tipo más bien rudo, o eso quería aparentar.

Le tomé por el brazo y caminamos por el sendero entre las tumbas.

Me condujo hasta mi mausoleo, y se sentó encima de una tumba cercana.

-¿Ves esta tumba sobre la que estoy sentado? —me preguntó de pronto, mirándome fijamente. Yo asentí.- Es mía...

No puedo describir bien lo que sentí cuando escuché eso. Creo que me quedé helada. Jamás me había dado cuenta, y eso que la tumba estaba cercana al mausoleo, como ya he dicho.

Él se apartó y pude ver las letras:

SETH  SHAWN O'GRADY

1977-2004

Me estremecí. Yo nunca había visto mi lápida ¡Ni si quiera sabia si tenia una!

«¿Qué sentirá él al verla?» me pregunté.

-Tú... -dije-, eres la criatura de tu hermano ¿verdad?

Él evitó mi mirada, y por un momento la de él pareció vagar por entre las otras tumbas.

-¿Lo leíste en mi mente? —preguntó con sarcasmo.

-No, solo lo deduje... -respondí seria.

-No odio a mi hermano. —dijo de pronto, mirándome como si quisiera convencerme.- Lo amo, siempre lo he querido...

«¿Quieres saber la historia?»

«Sí, quiero escucharte» respondí.

Seth volvió la mirada a la tumba y la contempló por un momento; luego se sentó encima de otra cercana y me hizo una seña para que lo acompañara.

Me senté a su lado y lo miré con atención.

Su rostro no era frío, expresaba más bien, cierto dolor humano.

Sangre y NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora