Capítulo XVIII

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La rue Bella estaba algo lejos de donde me encontraba, pero eso no fue problema. Disfruté del "paseo" admirando las fachadas de las casas, que aun conservaban un poco del aire francés de años anteriores.

Y debo decir, modestamente, que me veía espectacular con el ceñido vestido negro que le había arrancado a mi pobre victima.

Cuando llegué por fin a la rue Bella, me di cuenta de que solo eran casas grandes, elegantes mansiones demasiado amplias para mi sola. De haber estado con Joseph y Seth, serian las indicadas.

Me sentí fastidiada por eso, necesitaba algo más pequeño y discreto, aunque tenía dinero suficiente como para comprar dos de esas casas ya amuebladas.

Recordé la historia de Louis otra vez. La calle donde estaba la vieja casa de Lestat, a la cual había ido Daniel en su busca para que lo convirtiera en vampiro, pues Louis se había negado a hacerlo; y sin embargo no había encontrado a Lestat, sino a Armand, el joven inmortal de quinientos años.

Quedaba al otro extremo, cercana a la Avenida Saint-Charles en un barrio pobre muy distinto a este.

Miré al cielo. Al menos cinco horas para el amanecer. Me sentí perdida, necesitaba un plan, necesitaba un lugar al cual ir al alba, pues odié "enterrarme" en la tierra.

Necesitaba un abogado, alguien que arreglara las cosas mientras yo dormía.

No fue difícil contactar a uno, aunque ya era tarde.

Mister Malkin era un hombre apuesto, de ojos verdes y cabello dorado. No tendría más de treinta y siete años. Su traje azul marino era perfecto, a excepción de la corbata, la cual ya se había quitado.

-Así que... señorita McGee —dijo pausadamente-, usted necesita un apartamento...

-Una casa pequeña, en realidad —dije-, por eso necesito que usted me represente en esos menesteres, a los cuales yo no puedo asistir.

-Eso es muy curioso... -murmuró con suspicacia, mirándose las manos entrelazadas encima del escritorio.

-Verá, míster Malkin, sufro de una enfermedad en la piel muy extraña —mentí- y no puedo andar expuesta a la luz del sol, pues podría provocar mi muerte ¿entiende?

Después de todo, se puede decir que le estaba diciendo la verdad, solo omitiendo que no podía comer ni aparearme, mejor dicho, que ya estaba muerta.

La idea me hizo sonreír para mis adentros.

Él asintió de inmediato, convencido.

-Mis padres murieron y no tengo mas familia, -continué diciendo- así que vine a Nueva Orleans por... bueno, cuestiones que no vienen al caso.

-¿Y le interesa algún lugar en especial?

-Oh, no realmente... quizá solo que sea un lugar tranquilo y apartado. Eso lo dejaré a su criterio, míster Malkin —dije con una sonrisa-. Confiaré en su buen juicio.

Me puse de pie y él me imitó.

-Por favor, déjeme un número para ubicarla... -dijo.

-Eso no será necesario —respondí-, yo misma volveré mañana en la noche, mas temprano, por supuesto...

-Como guste... -dijo él. Le ofrecí la mano y él me la estrechó en señal de que habíamos llegado a un acuerdo. Luego me marché.

* * *

La casa era pequeña, pero acogedora. Mister Malkin había sido muy rápido, pero había insistido en que viera otras propiedades, sin embargo esa me había encantado; además quedaba en una zona bastante apartada donde nadie me molestaría durante mi sueño diurno.

-Esta casa es perfecta para mi... -dije- puede darse por satisfecho.

-Muy bien, señorita McGee... -dijo él contento.

-Llámeme Rose... tengo otro trabajo para usted, míster Malkin.

-¿De que se trata?

-Necesito algunas cosas... -dije despacio- un ataúd...

-¿Un ataúd? —repitió el abogado, ligeramente sorprendido por mi pedido. Yo sonreí.

-Es para Hallowen... está próximo.

El hombre disimuló su asombro con una sonrisa, pero en su mente bullían pensamientos extraños respecto a mí. Yo volví a sonreír, esta vez más abiertamente.

-Además... -dije- quisiera localizar a ciertas personas y quizá usted pueda ayudarme.

-Usted dirá... -dijo, pensando que eso si seria mas fácil.

-Louis Pointe du Lac... -dije. Mister Malkin tomó nota. Y como me quedé pensativa me preguntó:

-¿No eran mas personas?

Deseaba averiguar algo mas sobre Armand, pero no tenia la menor idea si usaba ese nombre ante los mortales, y no sabia su apellido...

-Que sea solo esa persona. —respondí al cabo de un minuto.

Sangre y NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora