Capítulo XXX

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No podía creer lo que estaba sucediendo. Me sentí desprotegida.

Otra vez estaba en aquella situación cuando la vi por primera ocasión, pero esta vez no estaba Ekeptos para ayudarnos. Por el contrario, también estaban Joseph y Seth que corrían grave peligro con esa vampira.

-¿Qué te pasa, niña? ¿No tienes a nadie que te ayude esta vez? —inquirió burlándose y soltó una gran risotada.

-Rose... -escuche decir ahogadamente del cuerpo de Novak.

-¡Novak! —exclamé adelantándome un paso.

-¡Cállate! —gritó Anne, propinándole una patada.- No eres mas que una rata miserable... arrástrate como la alimaña que eres... -le espetó con desprecio.

-Rose ¿qué es lo que está pasando? —preguntó Seth- ¿Quiénes son estos vampiros?

-Deben irse... -les dije a ambos-, no hay tiempo. Deben huir...

-¿Huir? ¿Y dejarte aquí sola? ¡No lo haremos!

-Esta mujer los matará a todos si le es posible ¿no entienden? —dije desesperada.- Debo intentar salvar a Novak...

«Esto es mi culpa» pensé. «Si no hubiera vuelto tan deprisa a Nueva Orleans, si hubiese mantenido a Novak alejado...»

La odiaba. Como odiaba a esa mujer. No podía entender cómo Mekare o Maharet podían dejar con vida a semejante monstruo. ¿Por qué no hacían nada al respecto? ¿O era acaso que estaban esperando que alguien más lo hiciera? Y en ese caso ¿quién?

En ese momento, Anne tomó a Novak entre sus manos.

-Te destrozaré...

-¡No! —grité.

Pero no se detuvo. Le arrancó un brazo y le propinó un golpe tan fuerte en el cuello que casi lo decapitó, y por ultimo lo arrojó lejos como si fuese basura.

Había sido demasiado para mi. Joseph y Seth también miraban horrorizados la crueldad de esa mujer.

-¡Maldita! —grité llena de impotencia.

Entonces me volví hacia Joseph y Seth. Traté de calmarme, y les envié un mensaje a través de la mente.

«Escúchenme bien: ¡Novak aun no está muerto! Deben tomar sus partes e irse lo mas lejos que puedan de aquí. ¡Únanlo y denle su sangre! ¡¡Háganlo ahora!!»

-Pero, Rose... -intentó replicar Joseph.

«¡¡Ahora, maldita sea!!»

Contra toda lógica me lancé contra Anne Rice. ¡Debía tratar de detenerla! Por supuesto di como contra una pared de piedra. Era realmente fuerte y rechazó mi ataque. La fuerza física no era la opción correcta. Debía optar por usar, y despertar, el poder de mi sangre.

Hice un ademan con el brazo, usando mi poder de la mente y la Rice salió disparada hacia atrás, aunque no cayó.

«¡Rayos, ni siquiera pude derribarla!»

Pero el intento había valido la pena, pues al atacarla Joseph y Seth hicieron lo que les ordené. Seth tomó la mayor parte del cuerpo de Novak, y Joseph fue por el brazo faltante y al instante se alejaron hacia los árboles. Sin embargo, sospeché que no se irían demasiado lejos.

Aun así, Anne Rice pareció molestarse mas por lo que hice, que por el movimiento de los hermanos; aunque de inmediato sonrió.

-Tonta... no podrás vencerme. —se mofó- Para poder hacerlo, tienes que mejorar esto... -dijo, y de inmediato salí despedida contra la pared exterior de la catedral. El impacto fue de una fuerza terrible, y ella ni siquiera había movido un solo dedo.

Se acercó a mí lentamente. Me sentí perdida ¿qué podía hacer?

Me incorporé como pude.

-Beberé tu sangre y disfrutaré el banquete... -comentó soezmente, casi saboreando sus palabras.

Hice un último esfuerzo y con el poder de mi mente la arrojé hacia adentro de la catedral. Pude escuchar como chocaba contra los bancos hechos de madera de nogal.

-¡Maldita! —exclamó inmediatamente, saliendo de entre los bancos y elevándose por la nave de la catedral.

No podía creerlo. ¡Ella poseía el don de las nubes!

Sentí como si me hubiese golpeado nuevamente, pero lo había hecho, al menos moralmente.

Se abalanzó sobre mí y me asió por el cuello mientras se iba elevando cada vez más, y mis pies ya no tocaban el piso de mármol gris oscuro.

-Te arrepentirás de haberte entrometido en mis asuntos... -dijo entusiasmada.

Empecé a debatirme y la sujeté por las muñecas, mientras me decía a mi misma que no podía darme por vencida. Le propiné entonces un patada al estomago con mis botas de aguja, clavándole el tacón.

Ella se separó de mi rápidamente y cayó, pero sorpresivamente yo no. Me quedé suspendida en el aire por mis propios medios.

Rice tenia una mano en la herida y me veía visiblemente sorprendida de que yo pudiera poseer el don de las nubes.

Usé entonces el poder de mi mente y la golpeé contra una de las paredes.

Descendí y me acerqué a ella, dispuesta a volver a usar mi poder, pero entonces se movió con una velocidad que no preví y me sujetó nuevamente del cuello, y cuando trató de estrangularme con todas sus fuerzas o romperme la nuca, no lo sé, alcancé a morderle una mano y empecé a succionar su sangre pues no tenia idea de qué mas hacer.

-¡No, maldita! —gritó y me golpeó.

Entonces echó a correr hacia afuera de la catedral, pero fui tras ella. La agarré de los cabellos negros y lisos, y mordí su cuello.

«¡Muere, maldita!» le dije con la mente, y para mi sorpresa empezó a arder.

Me alejé de ella antes de que las llamas me tocaran, totalmente atónita por lo que estaba sucediendo.

Anne Rice era una bola de fuego que se debatía y gritaba taladrando el aire gélido de la noche. Pero pronto cayó tendida al suelo de piedra de la plaza y dejó de moverse, consumiéndose lentamente.

Observé las llamas crepitantes como si fuese lo único que existía en aquel momento y no me di cuenta de que Joseph y Seth salían de su escondite entre los árboles.

Seth llevaba a Novak en el hombro como si se tratara de un fardo, pero no se acercaron a mi, de eso si me percaté cuando dejé de mirar el cuerpo de Anne Rice envuelto en llamas.

Un hilo de sangre salía de mis labios, pero no era mía sino de Anne. Mis ropas estaban echas jirones y mi cabello revuelto.

Vi los rostros de mis queridos amigos. No me observaban a mí, sino que miraban hacia el frente evidentemente preocupados. Entonces me volví hacia la derecha, y pude ver salir varias figuras fantasmales de la oscuridad que proporcionaban los árboles alrededor. Y cuando vi un par de melenas rojas, supe que las cosas no habían terminado aun.

Sangre y NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora