Capítulo XIV

15 2 0
                                    

-¿Sabes algo acerca de nosotros, acerca de los vampiros? —le pregunté.

-Yo... recuerdo que Joseph me habló algunas cosas, pero no le presté atención. —recordó- Pero lo que si recuerdo es algo extraño, una imagen difusa: dos hermosas mujeres pelirrojas e idénticas, cada una de ellas con una bandeja en las manos. Una con un cerebro y la otra con un corazón, y ante ellas el cadáver ennegrecido de una mujer. Después unos soldados que llegaban y se las llevaban tirando por tierra las bandejas con los órganos... ellas gritando... lo había olvidado por completo. -me miró a los ojos- Es un recuerdo de Joseph, y no sé lo que significa...

Yo asentí. Joseph le había transmitido el recuerdo por la sangre.

-Me habló de una Madre, que fue quien destruyó a su maestro, pero no entendí demasiado, y tampoco me interesé en realidad... -dijo, haciendo una mueca que reveló sus colmillos- pero ¿qué tiene que ver eso con nosotros, contigo?

-Es necesario que te cuente, brevemente la historia, Seth... -dije-, debes saber de dónde venimos y así te contaré lo poco que realmente sé de mi maestro y de mi misma...

-Está bien... -aceptó él.

-Hace muchos años —empecé a relatar lo que recordaba de los libros y los recuerdos de Eric-, hace ya casi siete mil años, para ser mas exacta. Existía en el antiguo Egipto, llamado por aquel tiempo Kemet, un joven rey llamado Enkil. Éste desposó a una joven de otro pueblo avanzado en las artes y en la escritura. Esta mujer llevaba por nombre Akasha.

»Por aquel entonces se tenía por costumbre en Kemet y oras partes, el canibalismo para con los enemigos en las guerras y también con los seres queridos que morían, cosa que Akasha detestó de inmediato y pidió a Enkil que tal costumbre debía prohibirse.

»Algunas familias poderosas se indignaron, pues ellos creían que absorbían el espíritu del enemigo y se hacían más fuertes; pero al final aceptaron contrariados las leyes de su Rey, imponiéndose desde entonces la momificación de los cuerpos.

»Lejos de Kemet, vivían en un pueblo pequeño, cercano a unas grutas, unas hechiceras poderosas. Una mujer, madre de las otras dos: unas gemelas pelirrojas. —Seth abrió los ojos con asombro-. Esas tres mujeres podían comunicarse con los espíritus naturales, buenos y malos, que vagaban por la tierra y que jamás habían tenido un cuerpo mortal, aunque con esta clase de espíritus también podían comunicarse.

»Un día llegaron los soldados del Rey y la Reina de Egipto, buscando a las pelirrojas, pues eran hechiceras conocidas y respetadas. La Reina deseaba hablar con ellas, pero las tres se negaron, alegando que jamás salían de su tierra y de su pueblo. Los soldados aceptaron la negativa y se marcharon.

»Tiempo después la madre de ambas murió a consecuencia de un espíritu maligno al que se enfrentó. El espíritu, llamado Amel, la atacó aguijoneándola como si se tratara de un enjambre de mosquitos, y sorbió su sangre. Las tres se quedaron atónitas a causa de que el espíritu pudiera hacer semejante cosa.

»La costumbre era que si ella moría, sus hijas: Mekare y Maharet, como sus descendientes mas próximas, debían devorar su cuerpo, pues era un rito sagrado y no importaba cuanto tiempo les llevara consumirlo, era su deber hacerlo, y así evitar que el cuerpo se pudriera bajo tierra o fuera pasto de animales carroñeros.

»Así, asaron el cuerpo de su madre con gran tristeza, y pusieron en las bandejas el cerebro, los ojos y el corazón. Pero cuando se aprestaban para devorar las partes, los soldados del reino de Kemet hicieron acto de presencia, matando a todos los habitantes que presenciaban el funeral. Ataron a las pelirrojas y se las llevaron, profanando el ritual.

»Cuando estuvieron ante el Rey y la Reina, se dieron cuenta de que ésta ultima tenia un corazón oscuro y perturbado. Las acusaron de canibalismo y les hicieron preguntas sin cesar, a las cuales siempre respondieron con la verdad, pero que Akasha no podía entender o aceptar. Ella les preguntó acerca de los dioses, de los dioses de Egipto, pero ellas contestaron que estos no existían, solo los espíritus.

Sangre y NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora