Capítulo IV

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Cuando llegamos a casa me puse a meditar más acerca de esa cuestión.

Repasé las imágenes del "conciliábulo" entre vampiros y me llegaron claras las reglas que habían pronunciado. Las reglas que Maharet, junto a su hermana pelirroja, la nueva reina, habían aceptado.

«Ningún otro vampiro será creado».

Me quedé helada. «¿Eso era lo que sucedía?».

Si las cosas eran así, Eric había roto la regla.

¡Me había creado a mí, cuando no debía haberlo hecho! «Pero ¿por qué?»

De repente me llegó otra vez esa sensación. Eric me abandonaría, no tardaría en hacerlo.

Seguro volvería a encontrarse con Maharet. Estaba claro.

Por eso me había estado enseñando todo tan rápido, por eso me había dado su sangre llena de tantas imágenes.

Ningún vampiro está obligado a darle a su criatura sus recuerdos, su conocimiento, pero Eric me los había transmitido porque quería que yo conociera todo sobre él. «Me había contado, a través de su sangre, sus tres mil años de antigüedad».

«Me abandonará, me abandonará»

Me desplomé en el piso de la cómoda y moderna sala. Toqué la alfombra azul marino, tratando de aferrarme a ella. Sentí que el corazón se me oprimía por el dolor.

Eric me encontró ahí, tirada y corrió a arrodillarse junto a mí.

-Rose ¿qué ocurre? -preguntó preocupado.

Lagrimas de sangre llenaban mis ojos.

Me ayudó a sentarme.

-Me abandonarás... -dije en un murmullo.

Él se sorprendió ante mis palabras y bajó la cabeza, evitando mi mirada.

Cuando volvió a mirarme, el dolor se plasmó en sus ojos.

-Debo hacerlo... -dijo en voz tan baja, que para un simple mortal habría sido solo un siseo.- debo reunirme con Maharet...

-¿No puedes llevarme contigo? -pregunté en un sollozo.

-No puedo... -dijo con tristeza.

Leí en sus ojos que temía mi odio, que no podría soportar que yo lo odiara.

Pero ¿cómo odiarlo? ¡Yo lo amaba! Lo amaba como pasaba a menudo entre un maestro y su criatura...

Él había arriesgado su propia vida (y la mía) al crearme. Quizás Maharet no se diera cuenta, quizás no se preocupara de la ausencia de Eric por unos días, pero y ¿Mekare? Ella era la nueva reina de los vampiros, dentro de ella estaba el germen de todos nosotros, nuestra vida... ella sabría de mí, ella me vería. ¡Quizás me estuviera viendo ahora mismo!

-¡¿Por qué me creaste?! -inquirí, llorando amargamente.

Él cerró los ojos conteniendo el dolor.

-Perdóname... -dijo levantándose y dejándome en el suelo. Avanzó hacia una ventana y se apoyó en el marco de la misma.

Yo me arrastré hasta lograr sentarme en el sofá. Pude ver el reflejo de su rostro en el cristal de la ventana.

-¿Crees que no debí haberlo hecho? -me preguntó.

-Te amo, te quiero, Eric... -le dije suavemente, pero con algo de amargura aun.

-Yo también siento eso por ti, -dijo muy despacio.- no te creé por capricho...

-Pero aun así no puedes llevarme contigo... -dije con cierta ironía.

Sangre y NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora