Capítulo V

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Un boleto de avión, un nuevo destino: San Francisco.

Iría en busca de otros vampiros, buscaría sus rastros, y el mejor lugar para empezar era la ciudad donde todo había comenzado o ¿tal vez terminado?

San Francisco, la ciudad donde el vampiro Lestat había hecho su espectáculo, aunque quizás ya nadie lo recordara.

ahora yo vagaría, pero no dejaría rastro alguno para Eric, ni para otro, a menos que lo deseara.

Al salir del aeropuerto tomé un taxi y pedí ir a la bahía. Las torres Golden Gate brillaban bajo la luz mortecina de la luna.

Durante el trayecto le pregunté al taxista por ciertos lugares de interés. Si era cierto que existía un bar llamado "La Hija de Drácula".

El hombre rió y asintió.

-Si, señorita... pero no sé como alguien le pone semejante nombre a un local.

Al llegar a la bahía me bajé del auto y me acerqué a la ventanilla del chofer.

-Por favor, espéreme un momento.

-Está bien. —dijo, aunque parecía algo preocupado.

Leí en su mente que se preocupaba por mí y no por él. «Pobre hombre» pensé «no sabe que es mas fácil que él muera esta noche, a que yo me tropiece y caiga».

Di un paseo por la arena de la playa. La noche era fría, tan fría que parecía que se me iba a congelar el rostro. Mi respiración se convertía en vapor y me obligaba a meter las manos en los bolsillos de mi abrigo de lana negra.

La arena tenía un matiz gris y el brillo plateado de la luna caía sobre las aguas negras de la playa formando un camino fantasmal, hasta donde alcanzaba la vista.

No demoré demasiado. Volví al taxi y el hombre pareció dar gracias a Dios por eso.

-¿A casa ahora? —me preguntó, al entrar yo en el auto. Cerré la puerta.

-¿A casa? —Inquirí.- Pero si la noche apenas acaba de empezar...

-Usted parece muy joven y además no es de aquí ¿no seria mejor que se fuera a descansar?

-No quiero... -dije en tono infantil.- quiero ver todo San Francisco.

El hombre pareció completamente contrariado.

-Pero mañana será otro día, con todo respeto...

Empezaba a cansarme. Quizás él ya llevara todo el día trabajando y quería irse a casa.

Apoyé el codo en la ventana mientras mi rostro se apoyaba en esa mano, y miré las luces de la ciudad.

«¿A dónde iré?» me pregunté. Aun faltaban varias horas para el amanecer, lo suficientes como para procurarme un lugar donde pasar el día, pero no sabia a donde ir.

-¿Señorita?

-Estoy pensando... espere. —le espeté.

El hombre permaneció callado.

¡Ah, por primera vez pensé en la villa de Sonoma donde, según Anne Rice, se encontraba la casa de Maharet! Eric debía estar ahí...

«¿Por qué pensar en él ahora?»

-Lléveme al cementerio...

-¿Al cementerio? —Preguntó el hombre sorprendido.- pero...

-Al mas cercano, vamos, no pierda tiempo... -dije interrumpiéndole.

Él obedeció y puso el auto en marcha.

De la bahía al cementerio más cercano, eran treinta minutos. El cementerio de SaintJhoan's, un cementerio extenso y tenebroso.

Sangre y NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora