Capítulo XVI

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-No sé exactamente qué pasó después, pero tres años mas tarde, el primero de enero de 2007, para ser mas exacta, tuve un accidente y estuve a punto de morir... bueno, en realidad así fue —dije con una sonrisa-. Eric, una de las muchas criaturas de Maharet; el antiguo de mas de tres mil seiscientos años, mucho mas viejo que Marius, me encontró y me eligió para que fuera su criatura.

»Voy a ser sincera contigo, Seth. Aun desconozco el por qué de su elección ¿qué tenia yo de especial? Me gustaría verlo y poder preguntárselo.

»El conciliábulo formado por él y el grupo de vampiros que antes te nombré, crearon algunas reglas. Como por ejemplo, que no debíamos vagar sin dejar un rastro para los de nuestra especie; que debíamos ocultar los cuerpos de nuestras victimas y que no se podía seguir creando a otros bebedores de sangre. Pero esa regla fue rota por Eric al crearme. Él no debía hacerlo, pues estaba prohibido. Sin embargo eso no me lo dijo, sino que me lo hizo saber a través de la sangre.

»Él es un ser tan poderoso por el paso de los años, que me lo ha transmitido en su sangre; sí, su poder... pero aun me queda demasiado por delante para igualarle, aun cuando el poco tiempo que estuve a su lado trató de enseñarme algunas cosas.

Dejé escapar un suspiro.

-¿Quieres saber si lo extraño? —Pregunté.- Sí, todos los días pienso en él, y creo que puede estar aquí mismo en San Francisco, pues Maharet tiene una propiedad en esta ciudad, la misma donde ha sucedido lo que te he contado. Pero no estoy segura de nada.

»Lo que si sé, es que ha pasado muy poco tiempo aun para el encuentro entre Eric y yo, pues aun siento el dolor de su abandono muy cerca...

Me puse de pie y caminé por la habitación como si fuera la primera vez. Seth, por su parte, miró al piso como si tratara de asimilarlo todo.

-Nunca pensé que... -titubeó-, en realidad no me imaginé jamás que así nos habíamos originado... entonces la clave de nuestros poderes es la sangre y un espíritu...

-De cierta forma, así es... -dije asintiendo.

-¿Vas a buscar a tu maestro? ¿A Eric?

-No —negué, sentándome otra vez a su lado-. No puedo mentirte y decir que no deseo verlo una ultima vez.

-¿Aun cuando él te abandonó? —preguntó mirándome.

-Eso sucede a menudo en esta vida que llevamos, Seth —dije despacio-, y es por eso que debo marcharme...

-¿A dónde irás? —me preguntó angustiado, y luego mas serio, añadió:- ¿Irás entonces en busca de Lestat, de su sangre?

-Tu eres mi Lestat... -dije-, cuando te vi por primera, te me pareciste a él... -le acaricié el rostro con cariño-. Eres importante para mí, Seth, pero el camino me llama y debo continuar mi viaje de descubrimiento...

Él se quedó sin palabras. Apenas se atrevió a mirarme. Me levanté y ante él, empaqué las pocas cosas con las que había aparecido en la ciudad tres años atrás. Eché una última mirada a la habitación y al ser sentado dentro de ella. Me destrozó la imagen, pero me obligué a partir.

Fugazmente me llegó el recuerdo de mi misma el día en que Eric se marchó, dejándome atrás.

En la sala estaba Joseph. Al verme con la maleta, su rostro se entristeció.

-Rose... -murmuró.

-Es tiempo, querido amigo... -dije acercándome a él y dándole un abrazo.- Te extrañaré a ti y a tu casa, a la música que tocabas para mí y las largas charlas... espero que el tiempo pueda reunirnos en otra ocasión.

Él asintió.

-Sabia que este día llegaría —dijo con su voz suave-, y también ahora sé que nos volveremos a encontrar como dices...

Entonces me despedí con otro abrazo y salí a la calle maleta en mano; comencé a andar mirando por última vez la fachada de la casa que se había convertido en mi hogar, y a los amigos que me habían acogido y a los que tanto amaba.

Era doloroso dejarlos y los extrañaría tanto como a Eric.

Creo que dejar así a Seth fue lo que mas me hirió, sin siquiera escuchar de él otra palabra, ni otra expresión mas que aturdimiento, tristeza y angustia.

Caminé hasta llegar al cementerio y entonces sentí a alguien corriendo tras de mi. Me volví: era Seth.

-Seth... -dije conmovida- ¿qué haces aquí?

La noche no era muy fría, pero el viento arreciaba, despeinando el cabello rubio oscuro de él.

-No me dijiste a dónde irías... -dijo, mirándome con sus grandes ojos color miel, llenos de luz sobrenatural.- Dime por lo menos a dónde irás, por favor...

Otra vez el chico rudo parecía indefenso.

-A Nueva Orleans. —dije.

-¿Dejarás pistas para mi? —preguntó de improviso. Eso me tomó por sorpresa. Yo prometí no dejar rastros de mi presencia a nadie.

-Todas las que quieras... -respondí en voz baja.

-También podrías llamar de vez en cuando...

Su ocurrencia me hizo reír, y él también sonrió entonces. Lo miré fijamente y me acerqué a él. Me abrazó.

Entonces me mordí la lengua y me hice sangre, y lo besé, traspasando la sangre de mi boca a la suya. Él se estremeció, lo sentí.

El beso de sangre, el beso entre vampiros antiguos. El beso que había descrito Marius muchas veces.

«Para que no me olvides...» dije en su mente.

-Una luna y una R... -dije- así sabrás que estuve en el lugar donde veas esa marca... Adiós.

Sangre y NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora