Capítulo XXI

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Anne Rice; ella era Anne Rice, la única partidaria de la Madre, de Akasha. Anne Rice había escapado ese día, el día en que la Madre había muerto y Mekare se había alzado como la Nueva Reina.

Al fin la conocí. Esa mujer que había escrito y revelado la vida de los vampiros, y que hasta ese momento había acabado con varios de nuestra especie, yo no lo sabia, pero en ese instante me enteré.

La figura que yacía bajo su pie se movió.

-Maldita... -murmuró, tratando de incorporarse con una fuerza sobrehumana.

En ese momento me di cuenta de que no era una persona común, sino otro bebedor de sangre como nosotros.

-¡Cállate! —gritó ella, tomándole por las solapas de su maltrecha chaqueta y clavándole sus colmillos en el cuello, succionándole la sangre.

-¡No! —grité acercándome y, usando mis poderes psíquicos, mandé a volar a Anne Rice lejos del vampiro, el cual cayó al piso débilmente.

Anne dio contra la pared más cercana, pero luego se incorporó mostrándome sus colmillos como si fuese un perro enfurecido.

-¿Y tú quien eres? —gritó- eres demasiado fuerte para la edad que veo en tus ojos... una niña, una recién nacida ¡¿Cómo te atreves?!

Yo estaba temblando imperceptiblemente. Anne Rice llevaba años muerta y había bebido la sangre de la Madre, la cual poseía poderes incalculables. No sabia de lo que era capaz y para colmo se alimentaba de la sangre de otros vampiros, lo cual era imperdonable y a la vez horroroso. ¿Cuántos poderes poseería?

-¡Te mataré y beberé tu sangre! —gritó como loca, pero antes de que pudiera acercarse a mi, Ekeptos la detuvo con su poder.

-¡Toma al vampiro y aléjate! —me gritó.

Yo obedecí de inmediato. Con mi fuerza sobrenatural levante el cuerpo inerte del vampiro y lo monte sobre mi espalda como si fuese un fardo. Corrí a través de la calle sin saber a dónde ir exactamente. ¿Debía llevarlo a la Avenida Saint-Charles?

Ni siquiera sabia dónde me encontraba con certeza y recordé que habíamos llegado volando y no reconocía las calles ante las que me encontraba.

Tuve que detenerme y obligarme a prestar atención a los letreros de las calles. La rue Royale, ahí nos encontrábamos, lo recordé de pronto. Mas allá estaría la calle Amelia que cruzaba con la Avenida Saint-Charles, pero no era buena idea ir ahí, pues que Anne Rice sabia sobre el lugar ¡seria un suicidio!

-¿Adonde? —me pregunté en voz alta. El vampiro a mi espalda parecía estar inconsciente como si durmiera en pleno día. Entonces me decidí y emprendí la marcha al Garden District donde quedaba mi pequeña casa.

La marcha fue dura a pesar de que utilicé mi velocidad vampírica, con la que ningún humano habría visto más que mi sombra.

Entré en la casa, arrojé las llaves sobre la mesita que estaba junto a la puerta y me dirigí a la sala, depositando en el cómodo sofá al vampiro.

Por primera vez vi su rostro, algo fino. Me pareció bastante joven, aunque por supuesto era más alto que yo.

Su contextura era delgada, su piel era blanca y su cabello negrísimo y liso, lo llevaba corto en ese momento. Sus ojos estaban cerrados y no pude apreciar su color en ese instante. Su nariz era fina, pero algo redondeada en la punta. Ofrecía un aspecto simpático, aunque estuviese inconsciente.

Estaba vestido de gris, pantalones y camiseta, y encima llevaba una chaqueta azul echa jirones. Se veía pálido, mas de lo normal en nosotros. Revisé su cuello, las marcas de las mordidas habían desaparecido lo que significaba que aun era capaz de sanar, pero estaba muy débil.

Sangre y NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora