Capítulo XXVI

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La noche siguiente Novak volvió a mi pequeña casa. Aproveché y le comenté que me marcharía de Nueva Orleans.

-¿Te irás? —inquirió.

-He decidido hacer caso de lo que dijo Ekeptos, creo que es mejor marcharme por un tiempo, perderme de la vista de Anne Rice...

-Entiendo. —dijo Novak, algo cabizbajo.- ¿A dónde irás?

Yo sonreí.

-Quiero conocer algo del viejo continente, ir a España quizá...

-No he estado en España... -me replicó de inmediato. Ya sabia por donde venia todo.

Me acerqué a él y le puse una mano en el hombro.

-Bien... hay un sitio vacio si quieres venir conmigo.

-Sabes que si...

* * *

No había nada más que hablar. Hice los ajustes con Mister Malkin, mi abogado y de inmediato hizo los arreglos para el viaje. Para la noche siguiente ya estábamos en el aeropuerto.

Por el idioma no me preocupaba, tanto Novak como yo sabíamos español.

Yo deseaba ver con mis propios ojos las catedrales del Barroco, ese hermoso estilo artístico que colmó de detalles los templos en esa península entre los siglos XVI y XVIII que tanto nos encantaba a ambos.

Viajábamos con todos los lujos. Los vuelos eran nocturnos, por supuesto. Llegamos primero a La Coruña, mas específicamente a Santiago de Compostela. Nos instalamos en la Rúa do Vilar, en una casona que Mister Malkin alquiló vía telefónica, durante una semana.

Llegamos bien entrada la noche, así que decidimos no salir hasta la noche siguiente. Cuando la noche se hizo presente, salimos a cazar cerca de la costa. Engatusamos a una pareja y bebimos de ella, para luego enterrarlos bajo la arena.

La noche era fresca, y cuando llegamos a la plaza del Obradoiro, observamos con fascinación la catedral compostelana.

Novak y yo aparentábamos ser simples turistas mortales. Él llevaba en la mano un mapa y un manual acerca de las catedrales que visitaríamos, se lo había comprado a un anciano cerca de la plaza.

La luna brillaba con intensidad, y las luces exteriores de la catedral se reflejaban en el piso adoquinado y brillante de la plaza de la Quintana, en la cual se erguía orgullosa la torre Berenguela, de la cual pudimos apreciar la maestría de sus adornos. Además, uno de los mayores espectáculos era ser testigos de la hermosa presencia de las columnas salomónicas de la Capilla Mayor.

Novak se veía tan contento que si hubiera podido, habría tomado fotos toda la noche y toda la semana entera que pasamos en La Coruña, pero nuestro viaje debía continuar.

El próximo lugar al que iríamos sería a León.

Cuando llegamos a Santa María de Astorga, nos dirigimos a la plaza Eduardo de Castro donde, mi eficiente abogado, Mister Malkin, había conseguido alquilar una nueva casa para nosotros.

La catedral del pueblo leonés se alzaba junto a la muralla romana y el palacio Episcopal que databa de finales del siglo XIX. La catedral había sido construida durante cuatro largos siglos, y la línea barroca se podía advertir en la fachada, creada como un gran retablo[1] de piedra y enmarcada por una torre rosada y otra verdosa. Otro detalle destacable era el hermoso coro que poseía una sillería de nogal. Todo en ella era exquisito y sus alrededores atrayentes.

Novak y yo disfrutamos de las caminatas por los callejones y solíamos conversar apoyados en la muralla romana como si fuésemos un par de colegiales.

Sangre y NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora