Capítulo VIII

10 2 0
                                    

Cuando regresé al cementerio, entré inmediatamente al mausoleo, y aunque tenía por costumbre enterrarme una hora antes del alba, tuve que aguantar el sueño y velar hasta unos minutos antes de que saliera el sol.

Debía estar alerta, abriendo mi mente a los sonidos de la noche y del cementerio.

Aunque hubiera entrado a hablar con ellos y entablado lo que parecía ser una pequeña "amistad" no podía olvidar el cuidar mis espaldas.

Era solo una regla de supervivencia, aunque no creía realmente que ellos vinieran a hacerme una visita para destruirme.

La noche siguiente, desperté temprano. Escuché y me incorporé, rodando la tapa de la tumba.

No, no había nadie en el cementerio. Ni humano ni vampiro.

Salí del mausoleo y caminé hasta la salida, salté la reja y miré hacia la casona de los hermanos.

Esa noche decidí no ir a verlos, aunque deseaba visitarlos mucho más de lo que deseaba ir a cazar.

La presa de esa noche fue aburrida y terminé rápido con ella. Me sentí fastidiada.

No pude dejar de pensar en los dos hermanos, en su belleza y en sus personalidades tan distintas. En la suave voz de Joseph y en la mirada altiva de Seth... hasta su voz era más masculina, más vibrante...

Pensé en Eric. Eric que probablemente estaría en la villa de Sonoma en el mismo San Francisco o quizá estaría en cualquier parte del mundo con su amada Maharet, su creadora. Por un momento odié a Maharet ¿Por qué él si estaba con su creadora, mientras yo no podía estar con Eric?

«¡Maldita sea! ¡Solo quiero odiarte, Eric!»

La noche pasó lenta, y por un momento me pareció sentir que Joseph me llamaba con la mente. Yo sentía deseos de acudir, ir a su casa, hablar un rato con ellos, que me contara de su maestro, de lo que había vivido con él y así poder curar de cierta forma mi propio vacío; pero no me moví. Más bien permanecí sentada al borde de una tumba contemplando la oscuridad y cerré mi mente a su llamado.

La noche posterior a esa, me desperté igual de temprano que la anterior.

Saqué mi pequeña maleta y me cambié de ropa, pues las noches empezaban a hacerse más cálidas.

Tiré mi suéter de mangas largas al piso del mausoleo y mi pantalón con él.

Entonces saqué mi suave vestido de seda negra, aquel que usara cuando Eric me llevó a la habitación tenuemente iluminada, para que diera cuenta de mi primera victima ¡Ah, esa noche me parecía lejisima en el tiempo!

Unas bailarinas negras y mi abrigo largo de lana completaban mi indumentaria.

Deseé poder darme un baño y sentir el agua caliente, aunque realmente no era necesario, pues a nuestra piel no se adhiere la tierra o el polvo.

Salí del mausoleo y avancé unos pasos, cuando sentí una presencia muy cerca. Me detuve y esperé a que se decidiera a salir de las sombras.

Una pequeña brisa sopló y el individuo salió a la luz de la luna, con pasos lentos, pero decididos y las manos enfundadas en los bolsillos de los elegantes pantalones oscuros, de forma despreocupada.

No, no era Joseph. Era Seth, tan parecido a su hermano. Su cabello de un rubio mas oscuro, pero mas largo y despeinado, brilló bajo el destello de la luz de la luna.

Me miró fijamente con sus penetrantes ojos color miel.

Creo que contuve el aliento al darme cuenta de que era él y no Joseph.

Sangre y NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora