Capítulo 18

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C. 18: Miedo a dejarla ir
-¿Y qué soñaste esta vez?

Alcé la mirada, la simplicidad en su pregunta me causaba ternura.

-O más bien, todas las noches-musitó ella, fijando sus ojos en los míos-. Jamás he llegado a saberlo.

No podía decírselo. Me negaba a decírselo. Seguramente pensaría que estaba loco, que ningún chico convencional soñaría algo tan disparatado, mucho menos si se trataba de su propia muerte.

-N-no lo recuerdo precisamente...

Francesca enarcó una ceja, delatándome. Ser crédula no era lo suyo, como lo mío no era mentirle.

-Está bien si no querés decirme-manifestó, tomándome de la mano-, pero no tenés que esforzarte en ocultármelo.

-Lo siento, aún estoy algo abrumado...

-Debió haber sido algo terrible.

Situé mi visión en sus nudillos, que se entrelazaban con los míos con demasiada facilidad, parecía tan mágico.

-No-meneé la cabeza, y una sonrisa lastimera se asomó entre mis labios-. Desconcertante, sí.

Un silencio penetrante se apoderó de nuestro alrededor, y un zumbido incesante que sólo yo podía escuchar me taladraba la cabeza.

-¿Tenía que ver con Violetta?

Negué nuevamente mediante mi lenguaje corporal, seguido de un profundo suspiro.

-Hace tiempo que Violetta no se presenta en mis sueños.

***
-¿Estás bien?

-Prefiero no responder.

-¿Eso es un no?

-Eso es un prefiero no responder.

-¿Por qué has estado tan distante últimamente?

-Lamento tener que contestar con la misma respuesta.

-¿Pensás atender a mis preguntas con esa única oración?

-Prefiero no resp...

-Basta.

-Lo siento.

-¿Te causa gracia mi frustración?

-Un poco, sí.

-Bueno, tendré que conformarme con eso.

-Perdona.

-¿Qué?

-Por todo lo que te he hecho pasar, perdona.

-Está bien, vale la pena.

-Eres increíble.

-Cuando estoy contigo lo soy aún más.

-Y sin embargo me siento perdido.

-¿Seré capaz de encontrarte?

-Si me ayudas a hallar el camino, quizás.

-¿Me amas?

-¿Cómo?

-Espero que tu respuesta no sea la misma...

-Sí. Sí te amo.

-¿Más que a ella?

-Más que a ella.

-¿Entonces por qué seguís atado?

-Porque tengo miedo.

-¿Miedo? ¿A nuestro amor?

-No. Miedo a dejarla ir.

***
Después de encaminar a Camila hacia la puerta, al finalizar la conversación que jamás imaginaba haber tenido con ella, decidí ir a visitarla. A ella. Tenía que arreglar la situación. Debía arreglar la situación.

Conduje hasta su casa, con las manos temblándome. ¿Por qué a la pelirroja se le había ocurrido tener aquella charla conmigo? ¿Acaso le había dicho algo ella misma? Sin embargo, si esto fuera cierto, nada borraba el hecho de que había besado a su ex-novio en mi propia habitación. Me dolía, me molestaba, me irritaba, sí, no lo iba a negar.

Toqué a la puerta, el corazón estaba por escapar de mi pecho. La historia se repetía, una y otra vez, una y otra vez. Pero parecía no importarme, nuestro abrumador romance merecía un final decente.

-¿Qué hacés aquí?

Violetta lucía un rostro enfadado, mezclado con un insolente encanto y sorpresa.

Abrí la boca, y las palabras se alejaron calladamente. Tenía un larguísimo y profundo discurso preparado, pero al verla, todas las emociones de esa misma noche volvieron. Sí, la furia también.

-Los vi.

-¿Qué?

-A ti y a León, los vi, en mi habitación.

-¿N-nos viste?

-¿Ese tipo? ¿Bromeas? ¿No has aprendido nada en los últimos años?

-Diego, calmáte...

-Te arrepentirás, te arrepentirás de esa estúpida decisión que tomaste. Por más que lo intentes, jamás conseguirás la felicidad que pudiste haber logrado conmigo, besuqueando a tus amores pasados en mi propio hogar-escupía el maldito enfado que me quemaba la boca del estómago, todo-. ¿Es que estás tan resentida de que yo esté con Francesca que tienes que ir y hacer tonterí...

-¡No es tan fácil, Diego!-replicó la chica frente a mí, con un enojo cristalizado-¡No es tan fácil procesar que alguna vez me besaste a mí como a ella, que alguna vez me mirabas como a ella, que alguna vez me prometiste amor eterno como a ella! ¡No es tan fácil saber que te vas a casar en ocho semanas, demostrando que me olvidaste por completo! ¡Que me cambiaste por ella! ¡¿Por qué ella, Diego?! ¡¿Por qué tuvo que haber sido ella, por qué no pude ser yo?!

Apreté los puños, llenos de impotencia, deseaba golpearme en el rostro y terminar con todo esto.

-Tú fuiste quien me alejó primero, tú...

-Te amaba. Te amaba con todo mi ser. Eras mi vida entera, Diego. Significabas tanto para mí, que anhelaba forzarte a bajar de ese jodido avión, besarte hasta que me doliera, y construir una vida juntos. Anhelaba arrebatarte ese anillo de la mano y abrirte los ojos porque eso, eso a lo que tú llamas amor, no es nada más que un detestable despecho para dejarme ir.

La argentina tomó el pomo de la enorme puerta principal de la mansión, más que dispuesta a cerrarla en mi cara.

-Y, por un lado, me alegra que nos hayas visto-mencionó con una sobrecarga de fuerza en las manos-, porque León y yo ahora estamos juntos.

Eché un paso hacia atrás, ahora dividido de mi ex-novia por una rocosa pared de cemento. Miré al cielo, esperando escuchar una respuesta. Nada.
No había palabras para definir lo que me estaba pasando, éste no era Diego, no. Éste imbécil era un impulsivo que no podía hacer nada bien. Siquiera mirarse al espejo sin sentir culpabilidad.

Le pedí a las estrellas, y a todos los dioses que existan, existieron o que existirán, que todo lo sucedido en este llamativo umbral de mármol, hubiera sido otro de mis anormales sueños.

Solté una lágrima. No lo era.

Novela Diego - Ser quien soy 2da TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora