Capitulo 3

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C. 3: Verte de nuevo

Así es. Ahí estaba ella. La chica que aceleraba mi corazón hace apenas 3 años, estaba ahí, frente a mí.

Con la mirada distraída, parecía ver otras tiendas. Vestía un saco largo de color castaño, y tenía el cabello recogido debajo de su tierno gorro de invierno.

Y la vi. Y observé con culpabilidad la belleza natural que irradiaba, no había cambiado casi nada desde la última vez que la vi. Todo esto me mataba.

Cuando se volvió hacia mí, pareció notarme. Y a juzgar por su expresión, parecía que la había impactado.

-D-Diego...-vaciló, aún inmóvil. Se aclaró la vista y preguntó-¿En serio sos vos?

Asentí, sin poder decir ni una palabra.

-Vaya, hace mucho que no nos vemos, ¿cierto?-sonrió ligeramente.

-Tres años.-afirmé, recuperando el habla.

-Sí...-su sonrisa parecía no borrarse-¿Y qué has hecho últimamente?

Francesca se acercó a nosotros, mientras sostenía su bolso.

-Diego, ¿no viste mi celular?-preguntó, revolviendo dentro de su bolso-Se supone que lo tengo acá adentro, pero...

Francesca levantó la mirada, y cuando vio a Violetta ahí, sonrió más que nunca.

-Oh Dios mío, ¡Vilu!-exclamó y corrió a abrazarla.

-Hola Fran.-respondió ella, algo sofocada por el abrazo.

-¡No puede ser! No nos hemos visto desde la graduación.-dijo Francesca con emoción-Lamento no haber estado ahí en el nacimiento de tu bebé, pero perdimos contacto y bueno...el punto es que ha pasado mucho tiempo.

-Sí.-contestó con fragilidad-Y bueno, ahora soy madre. ¿Y ustedes? ¿Siguen juntos?

-Sí, ¿y adivina qué?-anunció Francesca, mostrando su anillo-¡Estamos comprometidos!

La expresión de Violetta no fue muy grata, fue una reacción completamente entendible, pues era una gran sorpresa, pero no parecía muy alegre con lo que había escuchado.

-Me alegro, por ustedes.-asintió Violetta.

-Gracias.-tomó a Violetta de la mano-¿Por qué no nos reunimos los 4 para conocer a la hermosa bebé?

Violetta palideció.

-Eh, ¿los cuatro?-preguntó repentinamente.

-Sí.-reafirmó Francesca-Diego, yo y León y vos.

Violetta tragó saliva.

-Sí, eh, lo que pasa es que...León y yo no estamos juntos.-explicó con sutileza.

-Oh...-Francesca intentó disimular, pues sabía que había metido la pata-Bueno, entonces nos reunimos los tres...

-Claro.-Violetta forzó una sonrisa-Ahora me tengo que ir, pero hablamos después.

-Dale.-Francesca sonaba muy animada.

Violetta se despidió de nosotros y se fue velozmente. No parecía tan contenta de lo que decía estar. Parecía que algo le molestaba.

Algunas semanas después, íbamos en camino a casa de Violetta. Al parecer, ella y Francesca habían acordado encontrarse para recuperar el tiempo perdido, pero Francesca no se daba cuenta de la situación.

Ir a la casa de la chica de la que estuve enamorado por 2 años ya era bastante malo, pero ahora tendría que ver a la hija que tenía con otro hombre. Y eso me pesaba.

Cuando finalmente llegamos, tocamos a la puerta. Violetta nos recibió felizmente, con una sonrisa algo fingida.

-Que bueno que llegaron, pasen, pasen.-indicó, con una copa de vino en su mano-Si quieren podemos tomar algunas copas y después conversar un poco.

-Claro.-sonrió Francesca.

Violetta nos llevó hasta la sala de estar, la cual era ampliamente elegante. Nos sentamos a conversar, y mientras Francesca y Violetta charlaban sobre sus vidas, yo me quedé en silencio. Completamente inmóvil.

Esta era quizás la cena más incomoda que jamás había tenido. Sabía que en mi inconsciente, debajo de todo, había algo en mí que aún me hacía querer a Violetta.

Su forma de reír, su mirada perdida, la manera en la que te dice que todo estará bien. Simplemente la extrañaba.

Y el hecho de que tuviera que convivir con ella junto a mi ahora prometida, no era algo bueno.

Alrededor de la medianoche, mientras reflexionaba en una manera en la que podría excusarme para cortar la tensión en el ambiente, un llanto nos interrumpió.

Un llanto de bebé.

-Oh, parece que la pequeña Ariana me necesita.-dijo Violetta, levantándose del sillón.

Se dirigió a la pequeña cuna que se localizaba junto a la sala de estar.

-¿Que pasa, pequeña?-dijo, sosteniendo a la frágil niña en sus brazos.

Francesca se levantó del sillón y corrió a ver a la bebé.

-Oh por dios, es hermosa.-comentó, acariciando el cabello de la niña.

Yo también fui a verla, pues después de todo, el que fuera la hija de otro hombre no debía afectarme en lo absoluto.

Y la vi. Y sentí algo fuerte, muy fuerte, oprimir mi pecho. Sentía como si a esta bebé la conociera desde antes. Como si fuera mi propia hija.

-Es preciosa.-dije yo, haciendo mi mayor intento para no enloquecer ahí mismo.

Cuando la bebé abrió los ojos, esos ojos color esmeralda bellísimos que tenía, me di cuenta de que tan desafortunado era de no poder llamar a aquella niña mi hija.

Y transcurrieron las horas, risas, charlas y miradas, hasta que Francesca decidió que era hora de volver a casa.

-Muchas gracias por invitarnos.-agradeció Francesca, abrazando a su amiga-Tu hija es preciosa, cuán afortunada eres de tener a esa nena de hija.

Francesca me tomó del brazo.

-Esperamos algún día a tener a una belleza como esa.-dijo tiernamente.

Violetta simplemente asintió.

-Bueno, antes ¿puedo usar tu baño?-consultó Francesca.

-Claro, al fondo a la derecha.-señaló Violetta.

Cuando Francesca se retiró, noté que este era el momento que menos deseaba que ocurriera. Ese incómodo momento entre Violetta y yo, en donde no podríamos decir nada más, y nuestras miradas lo dirían todo.

-Y bueno, felicidades por su boda.-dijo Violetta rompiendo el silencio.

-Gracias.-respondí inmediatamente-Felicidades por tu hija.

-Gracias.-asintió.

Violetta comenzó a recoger las copas que habíamos utilizado, para llevarlas a la cocina.

-¿Necesitas ayuda?-pregunté, notando lo cargada que estaba.

-No, no te preocupes.-meneó la cabeza.

Quizá eran los zapatos altos que llevaba puestos, pues Violetta resbaló.

Antes de que cayera al suelo, conseguí detenerla, tomándola por la cintura.

-¿E-estás bien?-la miré a los ojos, mientras su aroma me penetraba intensamente.

-Sí. Gracias.-fueron las únicas palabras que pudieron salir de su boca.

Aunque habían pasado ya 3 años desde nuestra historia, una parte de mí deseaba que me inclinara hacia ella y la besara con dulzura. Justo como solía hacerlo antes.

Pero esos momentos, no eran nada más que simples recuerdos, que jamás podré recuperar. Y que a pesar de todo, mis sentimientos hacia Violetta jamás desaparecieron, simplemente se ocultaron.

Y justo ahí entendí, que mi historia con Violetta aún no había terminado.

Novela Diego - Ser quien soy 2da TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora