Capítulo 23

346 36 7
                                    

C. 23: Remordimiento
Me duele todo. Me duele cada vez que avanzo un paso más. Me duele cada vez que pienso. Me duele cada vez que miro hacia mi alrededor, en confusión.
Pero es que no tengo idea de dónde estoy.

Mi entorno, parece estar cubierto de niebla. Oscuro y desolado, mientras que unos débiles rayos de sol iluminan la copa de un árbol unos metros a la distancia.
Pareciera que estuviera amaneciendo.

Camino, tragándome el sufrimiento. Diviso una figura femenina al otro extremo, frente a un montón de bloques rotos y escombros.
Me acerco a ella, y le doy un toquecito en el hombro.

-Oye, al fin llegas.

Observo sus facciones, son hermosas, y me recuerdan a alguien. Cabello marrón que desciende hasta la espalda baja, sedoso, suave, aunque opaco. Como si éste deseara no ser notado por nadie. Y ni hablar de sus ojos.

-¿Me puedes decir dónde estamos?-enuncio, con la garganta rasposa.

-No seas tontito-sonríe ella. Es preciosa-, este lugar lo conoces mejor que ninguno. Aquí es donde pasaste los dos años más significativos para vos, y donde conociste a las personas mas importantes de tu vida. Este lugar es como...tu hogar.

Miro hacia el frente. Sí, lo reconozco. Aunque esté hecho pedazos.

-P-pero...¿por qué está destruido?

La chica se vuelve a mí, sonríe irónica y tiernamente, y fija sus ojos brillantes en mí.
-Nada es para siempre. Ni siquiera el verdadero amor.

Su voz me estremece el estómago, por alguna razón recuerdo aquella frase.

-¿P-puedo hacerte una última pregunta?-menciono, tragando saliva.

Se limita a asentir.

La miro, aprieto mis puños, y sé que mis piernas no dan para más.

Me dejo caer, no sin antes pronunciar las palabras prometidas:
-¿Cuál es tu nombre?

***
Sus labios me absorben, no puedo contener las fuerzas de los míos. Dejándome sin aliento, apenas y puedo respirar.
Quizás es el efecto del...sí, debe ser eso. Pero no me importa.

No me importa si lo que estoy haciendo es un gravísimo error. No me importa si me siento totalmente arrepentido al día siguiente. No me importa su voz al fondo de mi cabeza, gritándome que me detenga.

Estoy seguro de que quiero hacer esto.
Estoy seguro de quererla.
Sólo a ella.

***
Empieza a llover. Unos pequeños brazos se aferran a mi camiseta, y en cuanto miro hacia abajo, noto a un dulce niño de unos cinco años abrazándome con fuerzas.

-¿Sí?-manifiesto, agachándome para estar a su altura. Él está temblando.

-T-tengo miedo...mucho...

-¿Te asusta la lluvia?

El nene apenas y puede responder. Contempla con temor la tormenta que sucede ante sus ojos.

-N-no...pero es que...siempre pasa lo mismo.

-¿A qué te refieres?-cuestiono, observando las lágrimas resbalar por sus mejillas.

-Papá...él es muy bueno. Siempre nos dice que nos quiere, nos dice que somos lo más importante en su vida. Pero yo no lo creo. Yo pienso que lo más importante en su vida es mamá, pero ella ya no está. Ella está con su mamá, y no piensa volver pronto-las palabras del niño se desvanecen ante mis oídos-Y ahora, una mujer extraña lo llama todos los días. Mi hermana dice que quiere quitarle el lugar a mamá, pero yo sé que eso no pasará. Mamá es única. Incluso papá lo sabe. Pero ahora cada vez que llueve, él...se marcha, y nunca nos dice adónde...Tengo miedo de que vaya con esa mujer...

El pequeño me toma del cuello y llora entre mis brazos.
De alguna manera lo comprendo. Comprendo la ausencia de su padre. Vaya, si yo había vivido diecisiete años sin conocer al mío.
Y sé la maldita soledad que siente aquel niño al que abrazo.

Un remordimiento constante que te lleva a pensar una y otra vez: ¿Qué es lo que he hecho, papá? ¿Por qué me abandonaste? ¿No soy lo suficientemente bueno para ti? ¿Jamás me anhelaste en lo absoluto? ¿Acaso me merezco tu desprecio?

Sostengo con tristeza al niño, dejando salir todos mis resentimientos junto con los de él.
Sé lo que es estar en su lugar. Es un infierno.

-Te prometo que tu mamá jamás será reemplazada ¿de acuerdo? Ahora...¿p-puedes decirme tu nombre, cielo?-pronuncio con un nudo en la garganta, viendo sus ojos llenos de amargas e inocentes lágrimas. Él no merece esto.

-Soy Max...-esboza una ligera sonrisa que seca su llanto. Apunta hacia otra figura infantil a lo lejos, la cual está sentada desoladamente bajo un árbol, y espeta para mi sorpresa:-Y ella es mi hermana mayor, Ariana.

Novela Diego - Ser quien soy 2da TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora