Capítulo 25

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C. 25: Princesa
Una suave corriente fría oprimió mi pecho. Y esto provocó que me despertara.
Me dolía la cabeza, las articulaciones, incluso los pensamientos.

Y en cuanto me enderecé sobre aquella delicada cama, me di cuenta que había cometido un error.
Un gravísimo, imperdonable, irreparable error.

Me coloqué la ropa velozmente, y me encaminé fuera de la habitación.
No era mi habitación.
Ni mi pasillo. Ni mis escaleras. Ni mis paredes.
Ni mi departamento.

Bajé lo más rápido que mis piernas pudieron permitirme, para encontrarme con una desaliñada Violetta, frente a la enorme puerta principal. Como si acabara de abrirla y después cerrarla de un portazo.

En cuanto notó mi vaga presencia, de pie en aquellos escalones de terciopelo rojo, me miró con ojos de preocupación. Su piel se veía más húmeda de lo habitual.

-Tu novia acaba de tocar a la puerta-masculló ella con una voz tenue y quebrada-. Te está buscando.

***
-Gracias por acompañarme a casa, Dieguín-bromeó la señorita alcoholizada, devolviéndome el abrigo que le había prestado hacía unos minutos.

-Por nada-reí de vuelta, mirándola de pies a cabeza-, y bueno, ¿qué piensas hacer ahora?

-Ir a dormir-se encogió ella de hombros, quitándose los tacos y lanzándolos al suelo-. ¿O tenías algo en mente?

-No para nada. Ya me voy.

Posó sus brillantes ojos marrones en los míos, se veía radiante, incluso en aquellas condiciones.

-Bueno, si ya te vas dejá de mirarme.

-¿Disculpa?-titubeé confundido por las palabras ebrias que había soltado sus labios.

-Sí, dejá de mirarme de esa manera tan intensa. Me estás poniendo nerviosa.

Me acerqué a Violetta con sigilo, y le acomodé el cabello detrás de la oreja.
Aquellos tragos de tequila se habían apoderado de mi cerebro, me provocaban simplemente quedarme ahí, toda la noche, admirando sus perfectas imperfecciones.

No era perfecta. Sus ojos no eran perfectos. Su nariz no era perfecta. Su cabello no era perfecto. Ni siquiera sus exquisitos labios podían acercársele a la perfección.
Su actitud no era perfecta. Sus cicatrices no eran ni un poco perfectas. Su voz aunque hermosa, jamás llegaría a ser perfecta. Tampoco su risa, ni sus lágrimas.

Ella no era perfecta.
Y justo esa noche, me di cuenta que me encantaba lo que no era perfecto.

-Perdona, no era mi intención-mencioné, acariciándole la mejilla y acercándola a mí.

-¿Y así es como deseas que seamos amigos?-recalcó vacilante-Apenas y puedo controlar mi corazón para que no me salte del pecho.

Estaba todo oscuro, a excepción de una lámpara encendida en una esquina de la gran mansión.
La luz parpadeó entre los dos. Y todo se congeló por un instante.

"Qué piensas que haces, Diego."

-Bueno, eh-carraspeé mi garganta, apartándome de cualquier posibilidad de que pasara algo entre nosotros esa noche-. Esta vez...sí que me voy. Es tarde.

-¿Eh? Ah, sí, por supuesto-manifestó tragándoselo todo-. B-bueno, nos vemos luego...

Me di la vuelta y crucé el umbral exterior de la puerta. Esperando a no mirar atrás, y seguir andando.

¿Es que no entiendes nada, Diego? ¿Que no has aprendido de los últimos días?
Violetta no está destinada a estar junto a ti. Cada vez que intentan lograr que suceda, siempre termina en un desastre.
Ella no merece esto. Ni tú tampoco.

Novela Diego - Ser quien soy 2da TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora