Capítulo 28

468 35 18
                                    

C. 28: Ceguera
-Señor Hernández-indicó aquella señorita esbelta, vestida por completo de blanco, para que me acercase a ella-.

-¿S-sí?-mencioné sin aliento, había entrado al recinto corriendo lo más rápido que había podido.

La mujer mostraba un rostro indiferente, aunque le rodeaba una energía negativa. Estaba seguro que en esto consistía su trabajo diario: hacer lo posible por rescatar a las personas de su sufrimiento, y al fracasar, dar las noticias a sus relativos, para ahora provocarles a ellos el sufrimiento.

-Me temo que la señorita Castillo no se encuentra en las mejores condiciones. Su pulso parece debilitarse a medida del tiempo, lo cual dificultará el momento de parto. Por otro lado, una operación quirúrgica para extraer al bebé no es una opción, ya que la presión de la paciente se presenta muy alta, y la pérdida de sangre le provocaría una apoplejía inmediata...

-¿Qué quiere decir eso?

-Quiere decir que, si su frecuencia cardíaca no mejora y le es incapaz presentar un parto natural, ambos la madre y el bebé se verían afectados, con consecuencias mortales-espetó, escupiéndolo en mi cara. Sentía que el cielo se estaba burlando de mí.

Me di la vuelta, confundido y desolado. Y es que las palabras de la enfermera seguían atormentándome la cabeza.
En cuanto fijé mi mirada hacia la izquierda, un par de ojos esmeraldas me divisaron con ternura. Y sosteniéndole de la mano, se encontraba la chica de ojos verdes.

-¿Noticias?

-Buenas no.

Me derrumbé sobre una de las sillas anaranjadas. Y le tomé de las manos a Ariana.

-¿Está muy grave?

No respondí.
Aspiré aire y agaché la cabeza. Observé los alrededores en los que me encontraba. Los reconocía. Vaya, si me había pasado mayor parte de mis noches en aquel lugar.
Lo recordaba todo. El suelo cubierto de mármol negro. Las luces colgando del techo.
Y a la derecha, el pasillo interminable. Justo como la noche anterior.

Un lugar tan vacío como aquel, un hospital que ilusionaba. Tan vacío como yo.

***
-¿Estás bien?-preguntó con delicadeza, al notar que yo tenía la vista fijada en aquella puerta color lila.

-¿Cómo esperas que esté bien?-agaché la cabeza, abrumado-Germán no me deja entrar, me estoy volviendo loco.

-No lo hace con esa intención...Sabes que él también está pasando por un momento difícil, es su hija. No quiere ponerse más nervioso de lo que ya está al dejar entrar a alguien que, bueno...

-Eso lo sé. Pero venga, ¡soy el padre!-me desprendí del abrigo, y lo coloqué en la silla junto a mí-E incluso si no lo fuera...no soporto no estar ahí, acompañándola en esta situación...

Francesca me miró con vulnerabilidad. La primera mirada que había recibido en los últimos ocho meses.

-Estará bien...

El tacto cálido de su mano tranquilizó mi inquietud. Había pasado casi un año desde que no hablaba con ella, pero seguía provocando electricidad en mí.

-¿Y qué pasa si no?

-Estás pensando mucho.

-No es el momento como para...no pensar.

Nuevamente su tacto, tan sólo que provenía de la mano restante.

-Diego, ¿te acordás lo que me dijiste cuando...bueno, me enteré sobre mi fertilidad?-los ojos místicos de Francesca parecían apagarse, apagar su brillo-Me dijiste que, cuando dos personas se aman...

Novela Diego - Ser quien soy 2da TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora