Capitulo 13

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C. 13: Impureza
-Mi amor, por favor dime qué es lo que pasa.

Entre las lágrimas, y los sollozos, las únicas palabras que salieron de la boca de Francesca se desvanecieron ante mis oídos:
-Soy infértil. No puedo tener un hijo.

***
Una habitación blanca. El suelo cubierto de una alfombra negra. Una tenue luz en el techo, que a medida pasa el tiempo, pierde intensidad. Mi acelerada respiración consigue ahogarme, mientras cuento hasta tres, como ella me lo había pedido.
Uno, dos, tres. Y después...nada.

-¡Papá!

Nuevamente esa voz. Ese eco resonando en mi cabeza. Papá. Papá.

-¡Papá!

Me doy la vuelta, temeroso a lo que pueda haber detrás mío.

Una niña. De nuevo esa niña.
De cabello largo, oscuro, con los ojos vendados y una amplia sonrisa.

-¿Quién eres?-musito, temblando.

-Soy yo.

Intento acercarme a ella, pues se sitúa a un par de metros de mí. De nuevo en aquel pasillo interminable. Mediante me acerco, más se aleja ella. Y justo como aquella luz, cada vez pierde más y más intensidad, hasta convertirse en una borrosa imagen.

-¡¿Dónde estás?!-exclamo, cansado y agitado.

-Aquí.-susurra en mi cuello, a mi espalda. ¿Cómo diablos se podía mover tan rápido?

Me doy la vuelta, ya no está ahí. Aunque ha dejado un par de pequeñas botas marrones en el suelo.

-¿Dónde estás?

-Aquí.

Como de costumbre, está a unos metros lejos de mí. Camino hacia ella, torpemente tropezando con los zapatos.
Encuentro una nota en el suelo. "Anda por ella."

¿Qué? ¿Que andara por quién?

-¡Papá!

Me vuelvo hacia donde proviene la voz. Me encuentro con la niña, esta vez, sollozando.

-¿Qué te pasa?-pregunto.

-¿M-mamá...-susurra, aún con lágrimas en los ojos-dónde está ella?

-No lo sé...

-¡Mentiroso!

La chiquilla comienza a golpearme, enfadada, con un llanto furioso, y sin quitarse la venda de los ojos.

Entonces la habitación blanca desaparece. El suelo desaparece. La niña desaparece. Desaparece la luz y abro los ojos. Veo a Francesca junto a mí, profundamente dormida.

De alguna manera consigo levantarme sin despertarla, y me dirijo a la cocina a beber un poco de agua. Estaba más que exhausto de todo. Habían pasado ya un par de semanas, y ese maldito sueño continuaba persiguiéndome.

***
-¿I-infértil?-vacilé, aún impresionado por las noticias.

-Sí...-la italiana sorbió por la nariz-Hace unos días decidí ir al médico para una revisión general, y los análisis marcan que...al parecer tengo un desequilibrio llamado "Síndrome del ovario poliquístico" y...es por eso que no puedo tener un bebé...

Francesca se echó a llorar de nuevo en mis brazos.

-Bueno...eh...

-Perdóname.

-¿Por qué, cariño? No es tu culpa...

-Ahora no podré darte la hermosa familia con la que siempre soñaste, Diego...-el alma se me rompía en mil pedazos, cada vez que sentía las lágrimas de mi prometida caer a mi chaqueta-No puedo creer que te decepcione de tal manera...

-No me decepcionas.-indiqué, abrazándola con fuerzas-Te amo, no importa lo que pase. Y de alguna manera u otra, te prometo que tendremos esa hermosa familia. Cuando dos personas se aman, logran resolverlo todo. Jamás lo dudes.

***
Encendí el auto. En cuanto pude, mandé a callar la emisora. Eran más de las once de la noche, el vecindario estaba más callado que lo usual. Pero no me importaba, tenía que hacer algo que me había estado matando. Verla, a ella, al amor de mi vida.

A medida que conducía, pensaba concretamente en lo que le diría. No podía simplemente llegar y soltarle todo, pero tampoco tenía ninguna gana de esperar a decírselo. Había esperado demasiado ya.

Estacioné la carcacha frente a la gran casa, me bajé lo más rápido que pude y me apresuré a la puerta principal. Oprimí el botón del timbre. Me moría por abrazarla y besarla.

Aguardé a que abriera la puerta, y unos cuantos minutos noté a través de la ventana que una luz en la sala de estar se encendía.
Estaba hecho un manojo de nervios, debía utilizar mis palabras con cuidado. No podía llegar con un repentino: "La chica con la que estoy comprometido está dormida en estos momentos, pero vine hasta aquí para decirte que te amo."

-¿Diego?

Violetta abrió la puerta, con los pelos de punta. Juzgando por la bata que tenía puesta, ya estaba dispuesta a dormir.

-Francesca es estéril-escupí, sin siquiera considerármelo.

-¿C-cómo?

-Esta mañana se lo han dicho.-reafirmé, más determinado que nunca antes-No puede tener hijos.

-Oh...lo lamento mucho. N-no sé que decirte-la argentina se encogió de hombros, con tristeza en su mirada.

-Eso significa...que es nuestra.

-¿Disculpa?

-He estado teniendo un sueño, sobre una niña, que dice ser mi hija.-proseguí, mirándola fijamente a los ojos-Y, como es imposible que sea de Francesca, eso quiere decir que es nuestra...

-N-no sé de que hablás...

-Eres tú.

Me acerqué lentamente, tomándola de la mano, entrelazando mis dedos con los suyos.

-Siempre has sido tú-murmuré.

Inclinándome hacia ella, nuestros labios finalmente se unieron. Su boca, tan apetecible, siempre me dejaban a desear más. Pero no esta vez. Esta vez haría míos esos labios, que mi corazón deseaba tanto, solamente míos.
Juguetear con ellos, morderlos, admirarlos. Amarlos.

Con un beso acelerado, entramos a su casa, cerrando la puerta sin despreocupación, parecíamos no parar. Yo la quería tanto como ella me quería a mí.

De alguna manera, conseguí deshacerme de su bata de dormir. Mi cuerpo gritaba, y el de ella rugía. Y sin detener la intensidad del beso, acariciaba su cabello con delicadeza. Quería tatuarle mi nombre en todas partes.

-¡Papá!

Una tensión desorientada nos retuvo, empujándome y oprimiéndome, sentía que zumbaba en mi cabeza.

-¡Papá, detente por favor!

Como habitualmente, y sin siquiera poder detenerlo, todo se desvaneció. Pude observar a Violetta, alejándose de mí, y convertirse en una transparente visión.

Fue así como, para mi suerte y desgracia, me di cuenta de que seguía dormido.

Novela Diego - Ser quien soy 2da TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora